jueves, 18 de septiembre de 2014

Cuando el hogar llama (2)

Y bueno, a partir de entonces empecé a ver todo desde otra perspectiva. ¿Valía la pena perderme la infancia de mis hijas por un trabajo, que cada vez me motivaba menos? Ya no había más dónde crecer, el sueldo estaba congelado hacía tiempo, además el ambiente laboral no era el mismo de antes. Y estaba la bebé por venir. Era una nueva oportunidad para hacer las cosas diferente. Estaría con ella todo el tiempo, no me perdería verla crecer y aprender del mundo cada día. Sería yo quien descubriera que le está brotando un dientecito, o que le encanta cierto juguete, o que ya puede dar dos pasitos sin caerse, sería yo, y no la nana, como pasó casi siempre con mis dos hijas mayores. Era la nana la que más sabía de mis bebés y la que me daba el reporte de cada cosa nueva que pasaba con ellas cuando yo llegaba de la oficina.
Así que me decidí y ¡lo hice! Y claro con mucho temor de arrepentirme después!! De cortar mi carrera profesional de 17 años!, de no poder engancharme después al mercado laboral si decidía volver. En fin, tantas cosas que le pasan a una por la cabeza. Pero ocho meses después de la gran decisión, puedo decir feliz que no me arrepiento. He disfrutado cada día desde que renuncié a mi trabajo, amanezco con la bella sonrisa de mi gorda, y luego nos acurrucamos en mi cama mientras le doy de lactar. Es nuestro momento más feliz, el que más disfrutamos, mientras pienso qué horrible era antes, cuando tenía que arreglarme apurada para ir a trabajar, y luego me esperaba una larga hora en el cada vez más atroz y desesperante tráfico de Lima. Obvio que llegaba cansada y estresada a mi trabajo. Ahora eso es historia. Ahora voy a cada cita de mi gorda con su pediatra, y puedo responder a sus preguntas. Por ejemplo: "¿lateraliza? ¿se reconoce a sí misma?, ¿responde a su nombre?, ¿explora los objetos?, ¿los cambia de una mano a otra? Con mis hijitas mayores, recuerdo que había preguntas que no podía responder porque simplemente no sabía, y tenía que voltear hacia la nana y preguntarle, "¿lo hace?".
Ahora sí puedo almorzar con la segunda de mis hijas cuando llega del colegio, puedo recoger a la mayor cuando sale de sus entrenamientos de vóley, puedo llevarlas yo a cumpleaños de sus amiguitas, y llevarlas un rato al parque, cosas que antes no podía hacer por estar trabajando. Me han preguntado si no me aburro, pero no, con una bebita en la casa no podría aburrirme. Quizás el próximo año cuando ya vaya al nido, y me quede sola en las mañanas, sin hijas. Quizás, puede ser, pero ya veré qué hacer entonces.