jueves, 11 de mayo de 2017

Historia del parto natural de una mamá primeriza

Cuando una es una mamá gestante primeriza, todo da miedo. Desde los síntomas de embarazo, o un dolorcito en el bajo vientre que nunca antes habías sentido en tu vida, o la perspectiva de dar a luz de forma natural o por cesárea, o la tolerancia al dolor severo, y la salud de tu bebé al momento de su nacimiento.

Barriga de embarazada - portriplepartida.blogspot.com

Realmente si lo pensamos bien, una mamá gestante primeriza puede llegar a ser un manojo de nervios. Cualquier cosa que te digan puede despertarte preocupación, miedos, cualquier cosa que leas en Internet puede alarmarte y llenarte de inquietud.

Todo es tan nuevo, tan misterioso, e impredecible, que siempre estarás presta a preocuparte por cualquier cosa. Además que nunca faltarán las historias de terror de partos traumáticos que quieran contarte tías, abuelas, suegras o amigas mayores.

Pero yo fui una primeriza atípica, muy tranquila, relajada y positiva, o será porque mi embarazo fue tan tranquilo, sin grandes molestias, sin dolores de espalda, ni hinchazón de pies o piernas, ni acidez, ni siquiera contracciones de Braxton Hicks, que me pasé los nueve meses en un estado, literalmente de dulce espera, y maravillosa calma.

Ni siquiera cuando entré en el tercer trimestre de gestación me quejé de molestias, sería porque en total solo subí 10 kilos, y mi pancita era pequeña, con decir que recién se me empezó a notar el embarazo a los seis meses,

Sin embargo, en el último mes de gestación en una de las visitas a mi gíneco-obstetra, a las que iba siempre contenta y relajada, la doctora me dio una noticia que me descuadró: "el bebé no está encajado". No tuve necesidad de preguntarle: "¿qué quiere decir eso?", pues yo sabía bien lo que eso significaba ya que me había leído entero el libro de "Qué esperar cuando estás esperando", la Biblia de las embarazadas.

En una gestante primeriza la cabeza del bebé se encaja en el hueso pélvico de la madre aproximadamente entre cuatro a dos semanas antes del parto. Si no ocurre esto, muchos médicos indican una cesárea.

Yo, que hasta ese momento solo había oído de mi doctora que todo iba de maravillas y que todo indicaba que sería un parto natural, no pude evitar preocuparme por la posibilidad de una cesárea, pero mi doctora me dijo que podíamos esperar una semana más, y yo por mi naturaleza optimista de siempre, creí que en una semana tendría mejores noticias.

Cuando luego de una semana volví a ver a mi doctora, ella me dijo, luego de revisarme, que no había encajado la cabeza del bebé, que estaba "flotando" en mi barriga. Recuerdo bien que usó esa palabra "flotando", o sea que no había esperanzas que encajara.

La doctora se sentó a hablar con mi esposo y conmigo. Nos dijo que el bebé debía nacer por cesárea. Revisó la última ecografía que me habían hecho, que indicaba un peso aproximado del bebé de 3,5 kg. "Es grande", me dijo, y que no había forma que naciera por parto natural. "Es muy peligroso", insistió.

Sería que vio mi rostro incrédulo o demasiado calmado, lo cierto es que empezó a darme un sinfín de razones por las que tenía que hacerme una cesárea, que el bebé no iba a poder salir por vía vaginal, que podía faltarle el oxígeno, además que podía ser muy traumático, que en partos vaginales difíciles, las mujeres pueden quedar con problemas que afectan luego su vida sexual.

Me dijo que buscara en Google el término "hipoxia fetal", que es cuando les falta oxígeno a los bebés durante el alumbramiento, que lo pensara muy bien, que podía consultarlo con la almohada y llamarla en la madrugada para decirle, bien, vamos por la cesárea, que no importara la hora que fuera.

Como yo solo la miraba y seguía sin decir nada, ella insistió más, me dijo que si yo quería de todas formas un parto vaginal, que ella no se hacía responsable, y que lamentablemente sería mejor buscara otro médico. En ese momento, volteé a mirar a mi esposo, que estaba a mi lado, y ví que estaba pálido y con una mirada desolada. Se había quedado aterrorizado al escuchar a la doctora.

Pero yo no. Mencioné antes que soy una persona muy calmada? que en situaciones de estrés o adrenalina conservo la cabeza fría? Todo ese monólogo de la doctora me sonó muy a lavada de cerebro, sentí que estaba buscando asustarme e influenciarme. Además, y esto fue clave: mi amiga de la infancia había pasado por lo mismo unos años antes. Su ginecólogo le había dicho que tendría que hacerle una cesárea, pero ella cambió de médico, y dio a luz de forma natural sin ningún problema.

Cuando salimos del consultorio, conversamos mi esposo y yo en el auto, le dije todo lo que pensaba de la actitud de la doctora. La seguridad en mis palabras lo tranquilizaron. "Buscaremos otra opinión", le dije, y él me respondió que me apoyaba en todo.

La segunda doctora que me vio me dijo que la cabeza del bebé no estaba encajada del todo, pero que tampoco estaba "flotando", que ella consideraba que sí se podía intentar un parto natural, y que fuera bien monitoreado todo el tiempo. Además me dijo que el bebé no era muy grande.

Yo me quedé más aliviada con esa opinión, pero para estar más segura, decidí consultar a una tercera doctora. Esta me dijo lo mismo que la segunda, que un parto natural era perfectamente viable, y que además yo tenía "buena pelvis" para dar a luz naturalmente. Se refería al espacio central hueco del hueso pélvico, que el bebé debe atravesar para nacer.

Bueno, tenía dos opiniones contra una. Yo me sentí confiada con la opinión de las dos doctoras que había consultado, y nunca más volví al consultorio de mi gíneco-obstetra inicial. Decidí que atendiera mi parto una de las doctoras a las que había recurrido, y que trabajaba en una clínica de maternidad que por ese entonces tenía reputación de no realizar cesáreas innecesarias.

Como el bebé no estaba totalmente encajado, empecé a practicar ejercicios para ayudar a que su cabecita encajara, y como leí, o me dijeron, que gatear ayudaba, lo hacía todos los días. También empecé a caminar mucho, tenía todo el tiempo para hacerlo, ya que había pedido mi descanso pre-natal una semana antes de mi fecha probable de parto.

Pero llegué a ese día, y no había ninguna señal de que mi bebé quisiera hacer su aparición en el mundo. Ahí me empecé a preocupar otra vez, "y si me pasaba de fecha, ¿iban a querer inducirme el parto?" Había leído cosas del procedimiento de inducción, y no era algo que quería experimentar, me parecía un proceso demasiado artificial, invasivo y medicalizado.

Me ordenaron ese mismo día de mi fecha probable de parto una ecografía tridimensional para conocer el estado del bebé y las condiciones de la placenta y líquido amniótico, y todo estaba fabulosamente bien. Solo quedaba esperar.

El trabajo de parto

Tres días después de mi fecha probable de parto, tuve cita con la doctora. Era un viernes, y ella me dijo que creía que de ese fin de semana no pasaba. Pero si llegaba al lunes, ahí sí tendríamos que empezar a evaluar inducir el parto entre el lunes y martes. Yo temblé, no quería llegar a eso.

Saliendo de su consultorio, decidí seguir con mis caminatas para desencadenar el parto. Caminé como dos horas o más acompañada de mi mamá. Lo hacía lento porque ya pesaba mucho mi barriga de 40 semanas.

Llegamos luego a la casa de mi mamá caminando, y yo estaba tan cansada que me eché a dormir una siesta, mientras mi mami preparaba el almuerzo.

A las 2 de la tarde, nos sentamos a almorzar y mientras lo hacíamos noté como cortos momentos de presión en mi barriga. Yo no había sentido hasta ese entonces ninguna contracción, ni las de preparación para el parto, que algunas mujeres experimentan varias semanas antes de dar a luz, así que no sabía bien qué era eso que sentía. Pero concluí que tenían que ser contracciones y empecé a monitorearlas.

No las percibía como dolores, eran como presión solamente, y se repetían cada dos minutos y medio. Recordé que las contracciones vienen espaciadas, y que la recomendación es ir a la clínica u hospital cuando se repiten cada cinco minutos, pero estas que yo sentía eran cada dos minutos y medio o tres minutos. Era rarísimo!

Una hora después, ya sentía las contracciones como cólicos menstruales y el punto de dolor era en mi espalda baja. Eran molestas y me puse a caminar para tener un poco de alivio. Media hora más tarde llamé a mi esposo a su trabajo, y le dije que parecía que ya era hora!

El vino a recogerme de la casa de mi mamá, para ir a nuestra casa y recoger mi maleta con las cosas que necesitaría para la clínica. Cuando me despedí de mi mamá, ella me comentó que ya me veía "cara de dolor" o de sufrimiento, no recuerdo bien.

Cuando llegamos a mi casa, las contracciones eran tan fuertes, que yo tenía que dejar lo que estuviera haciendo y me sentaba en mi cama, y le rogaba a mi marido que me frotara con fuerza la espalda. Sentía que eso me aliviaba.

Cuando salimos de mi casa para la clínica, eran las 5:13 de la tarde. Recuerdo haber visto el reloj en el panel del auto y esa era la hora que marcaba. Yo quería llegar a la clínica ya! Es que dolía mucho!

En el trayecto yo ya no hablaba, solo tenía la mirada fija en el camino. Mi esposo quiso darme ánimo y confortarme y puso su mano encima de mi pierna. Pero se la aparté toscamente en un gesto que podía verse como rudo, pero que es lo más normal en una mujer que está en plena labor de parto. Esa mano en mi pierna, me desconcentraba!!! Tenía todo mi ser y mis fuerzas concentradas en una sola cosa, lidiar con ese dolor tan fuerte.

Cuando llegamos a la puerta de la clínica, el dolor era tan intenso, que yo arqueaba mi espalda para atrás, ahí conocí en carne propia el significado de la frase "retorcerse de dolor". Mi esposo salió alborotado del auto, pidiendo ayuda. Un par de enfermeras salieron a la puerta con una silla de ruedas, me ayudaron a sentarme allí y corriendo ingresamos a la clínica.

Había gente en el vestíbulo de entrada, y voltearon a mirar, era la escena típica, una mujer angustiada por los dolores de parto ingresando a la carrera a la clínica.

Me recostaron en una camilla, me colocaron unas correas con el monitor para medir los latidos del bebé. Una obstetriz me revisó y con cara de asombro dijo: "7 de dilatación".

Yo estaba también asombradísima, con razón me dolía tanto!! Las enfermeras empezaron a moverse rápido, llamaron a la anestesióloga. Mi esposo no estaba conmigo, no lo dejaron pasar. Con cada contracción yo cerraba los ojos y hacía respiraciones fuertes y rápidas, no gritaba, no gemía, pero sí que lo estaba pasando mal.

A decir verdad, no sabía si estaba respirando bien, como me habían enseñado en las clases de preparación para el parto, pero yo sentía que de la manera cómo lo estaba haciendo me ayudaba a aguantar el dolor.

En eso vino una enfermera y quería llenar un formulario con mis datos. Tímidamente, como con un poco de vergüenza, me preguntó si podía decirle lo que necesitaba, fecha de nacimiento, dirección, teléfono, esas cosas. Quizás pensó que la iba a largar de ahí, que cómo se le ocurría molestarme, no veía que estaba a punto de parir!!?

Pero yo accedí, y ella preguntaba y yo le contestaba, incluso en medio de las contracciones. Parecerá una locura, pero yo sentía que me ayudaba, yo le dictaba mi número de teléfono, "6", "9", "1", etc, como si estuviera dictando los números de un juego de Bingo, y sentía que al decirlos era como una especie de mantra, y me ayudaba a tolerar el dolor.

Luego, por fin, llegó la anestesióloga para ponerme la epidural. No tenía miedo de que me fuera a doler, pero sí a que me introdujera la aguja en la vértebra, justo en el momento en que me viniera una contracción y yo me moviera! Por eso en medio de dos contracciones, que venían ahora mucho más seguidas, yo la apuraba, a que me pusiera la epidural ya, antes que viniera la siguiente contracción.

Y me la puso, y no sentí absolutamente nada, pero tampoco sentí ningún alivio inmediato. Qué decepción, seguía sintiendo los dolores. Me dijeron que en un rato iba a hacer efecto la anestesia, pero ese rato fue largo, porque seguía adolorida. En eso, dejaron pasar a mi esposo, yo ya no estaba en crisis con cada contracción, pero estaba echada en la cama lánguida, como sin fuerzas.

Luego volvieron a hacer salir a mi esposo, y vino una obstetriz, me preguntó cómo estaba, me dijo que ya no debía sentir dolores. y justo en ese momento, sentí como unos calambres horrorosos en las ingles. Yo le decía, todavía me dueleee!

El parto

De un momento a otro, como por arte de magia, el dolor desapareció. Me prepararon para pasar a la sala de partos, yo ya me sentía dueña de mí misma otra vez. Sonriente y emocionada, conversaba con las enfermeras, mientras mi esposo se preparaba y para ingresar a la sala conmigo.

Una vez que entró, se puso al lado derecho de mi cabeza, esperando ambos con ansias ver a nuestro bebé!!!

Mi doctora me dijo que pujara suavemente. Yo lo hice pero no sabía si lo estaba haciendo bien, estaba súper anestesiada de la cintura para abajo. Luego, con la siguiente contracción me pidió que pujara con fuerza. Una obstetriz hizo presión por encima de mi barriga, yo pujé, y noté que algo estaba pasando. Algo dijo mi doctora, no sabía bien qué.

"Qué? Ya nació???", tuve que preguntar, porque no sentía absolutamente nada! Si, me dijeron, entonces me incorporé un poco y ví cómo lo sostenía la doctora boca abajo. Ví su espaldita húmeda y empecé a oir su llanto, el sonido más hermoso que pudiera escuchar!

"¿Qué es??", pregunté. Olvidé contar que yo no sabía qué esperaba, si niño o niña. No lo quise saber durante todo mi embarazo. Quería que fuese una absoluta y hermosa sorpresa. Pensaba en lo emocionante que debía ser, antes que existieran las ecografías, enterarte del sexo de tu bebé en el mismo momento de su nacimiento.

Y la respuesta que me dieron fue "es una niña!". Una hermosa y saludable bebita de 3,180 kg de peso y 51 centímetros de talla. A propósito, su peso fue menor al que señalaba la ecografía de 3,5 kg, recuerdan?

Mi hija nació a las 6:15 de la tarde, apenas cuatro horas después de haberme mandado la primera señal de que estaba lista para venir al mundo. Cuatro horas de contracciones de parto en una mamá primeriza es una cosa bastante peculiar, por eso pienso que no pude tener mejor parto que ese: rápido y eficiente. ¿Por qué diablos me quisieron hacer una cesárea??

Si hubiera dado a luz por cesárea, hubiera sido un típico caso de cesárea innecesaria, simplemente por la falta de ética que tienen algunos médicos que prefieren no complicarse la vida atendiendo partos naturales, los que pueden durar largas horas o presentarse en momentos inadecuados como en medio de la noche, y por eso inducen a las gestantes a preferir una cesárea.

Es que es muy fácil asustar a una primeriza con argumentos exagerados (como decir que es muy grande un bebé de 3,5 kg) para influenciarla a que se deje hacer cesárea y programar la intervención en el horario de trabajo del médico. Ni que decir que las cesáreas son más convenientes para los médicos, económicamente hablando.

Si me hubieran hecho una cesárea como fue la intención de mi doctora original, muy probablemente mi segundo parto, dos años después, hubiera sido igual, y tal vez el tercero, seis años más tarde. En vez de eso, tuve tres partos naturales rápidos y sin problemas de ningún tipo.

De esto hace 12 años ya, pero desde años antes ya se venía observando en el mundo una tendencia del incremento de las cesáreas innecesarias, siendo América Latina, la región donde se concentra la mayor tasa de cesáreas sin que tengan una justificación desde el punto de vista médico. Ver: Epidemia de cesáreas en América Latina

He contado mi experiencia para que estén informadas, para que sepan a veces las cosas que enfrenta una mamá gestante primeriza. Es básico confiar en nuestros médicos obstetras, pero es lamentable cuando les perdemos la confianza, por actitudes antiéticas, como lo experimenté yo.

1 comentario:

  1. Interesante lo que nos comentas, precisamente si queremos acceder a este tipo de información sin salir de casa les recomiendo http://consultarcurp.review/sin-fecha-de-nacimiento/, ahí pude acceder a diversas partidas de familiares a bajo costo y en tiempo record.

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