jueves, 29 de diciembre de 2016

Propósitos para el 2017. ¡Feliz Año Nuevo!

Algunas personas suelen hacer cada fin de año una lista de propósitos para el año que se avecina, pero la verdad yo nunca he tomado esto como una tradición o ritual en mi vida. Lo que sí, cada año que se va, hago una introspección interna de lo vivido para agradecer por lo que recibí, por lo que logré, por lo que disfruté y lo que aprendí.


Definitivamente una de las cosas buenas del año que se va para mí ha sido haber empezado a escribir este blog y alimentarlo semana a semana. Recibí un gran regalo que son las más de 5000 visitas de personas que me han leído y supongo que eso significa haber logrado el interés de un círculo de madres y/o padres interesados en mis historias. De hecho disfruté muchísimo compartir mis vivencias como mamá, y aprendí a no desmayar, aunque algunas veces dudé sobre tener la suficiente constancia para seguir.

Me entusiasma el hecho de acercarme a cumplir un año escribiendo Mamá Por Triple Partida (en febrero), pues eso significaría que no perteneceré a ese grupo mayoritario de bloggers que tira la toalla en el primer año, y es que según las estadísticas, el 95% de blogs no llega al primer año de vida.

Mantener el entusiasmo es la clave, y en ello debo agradecer a todos quienes me leen por tomarse un tiempo para visitar la página, y también a los que me regalan un Me Gusta en Facebook. No hay mejor aliciente que ése para seguir. Sí me gustaría recibir algún tipo de feedback, pero supongo que eso llegará con el tiempo. Mientras tanto seguiré pensando en los temas para escribir, pero eso no debería preocuparme mucho porque realmente los niños son una fuente inagotable de temas.

Y bueno, para este nuevo año les cuento que he decidido hacer una lista de propósitos basándome en las demandas de mis hijas. Lo que piden por lo general es más tiempo de diversión juntas, es decir que dedique más de mi tiempo a jugar con ellas. Yo paso tiempo con las niñas y converso mucho con ellas, pero jugar realmente no es mi fortaleza, debo admitirlo. Entonces ésta es mi lista de propósitos:

1. Leerle más cuentos a mi gorda de 3 años. Casi todas las noches le leo un cuento, pero procuraré también hacer un tiempo a media tarde para sentarme con ella a leer. Es una de las cosas que más les gusta a los niños y es útil para estimularles desde pequeños el amor por la lectura. A mi hija mayor le leía cuentos religiosamente desde pequeñita, y hoy literalmente devora los libros. Con mi hija segunda fui un poco más relajada, y no se si eso tenga algo que ver, pero lo cierto es que le costó encontrarle el gusto a leer.

2. Llevar a mi peque al parque por lo menos 3 veces por semana. Este año, a principios del año escolar en el nido, me dijeron que notaban que debía reforzar su psicomotricidad gruesa, y me aconsejaron que debía jugar en el parque, trepar, bajar, columpiarse, saltar, etc. Para mis hijas mayores, parte de su rutina diaria era ir a los juegos todas las tardes cuando eran pequeñas, pero con la menor de mis hijas, esto ha sido verdaderamente mucho más irregular, y eso tiene que cambiar.

3. Jugar al Monopolio, al Risk o Uno con mis hijas mayores de 11 y 9 años. Les encantan los juegos de mesa y disfrutan mucho cuando su papá y yo entramos al juego. Algunos de mis mejores recuerdos infantiles son los divertidos momentos que pasábamos mi hermana y yo jugando con nuestros papás al Monopolio. Cómo reíamos, bromeábamos, nos retábamos, nos sentíamos fascinadas de que mi papi y mami también lo encontraran divertido.

4. Preparar galletas o brownies o una torta con mis hijas. Si bien en mi juventud hubo una época en que era una apasionada de la repostería, mis hijas no conocen nada de esa parte de mi vida. Les suena a cuento chino que hubo una vez que su mami preparaba pies de limón y de manzana, tortas de alfajor, y diferentes tipos de pasteles. Ha llegado la hora de retomar este antiguo hobbie, además jugar con masitas, amasar, cortar masa de galletas es un buen modo de estimular sus habilidades motoras finas.

5. Montar bicicleta, patinar, pasear al perro. Más juegos y actividad al aire libre es la consigna. Empezaré por desempolvar mi bicicleta que ha estado olvidada por años en la cochera de mi casa, para salir a pasear con mis hijas. Montar bici era una de mis actividades favoritas cuando era niña, y estoy segura que tendrán recuerdos imborrables si organizo paseos en bicicleta para explorar juntas el vecindario.

6. Tirarme de cabeza a la piscina. Ahora que es verano, mis hijas suelen rogarme que me meta a nadar con ellas en las piscinas, a lo que siempre respondo con un "no, se me va a malograr el laciado", o "no quiero mojarme el pelo", es decir toda la familia está chapoteando feliz menos yo, que los miro de lejos. Trataré que me importe menos el laciado del pelo. ¿Cuándo inventarán un producto que nos permita a las mujeres mojarnos el pelo, y que éste no se esponje, y que siempre esté lacio como recién peinado en la peluquería?

7. Dejar el teléfono celular. Este quizás es el propósito más difícil de cumplir. ¿Será que me he vuelto un poco adicta al celular? Se me ocurre, ¿qué tal si declaro "Un día sin celular" una vez al mes? o una vez a la semana?. Lo ideal sería hacerlo un día domingo, bastará con apagarlo y no prenderlo para nada!. Si alguien necesita comunicarse conmigo, que llame al teléfono de casa, nadie se va a morir por no usar un día su teléfono celular. Estoy segura que sorprenderé a mis hijas, realmente van a estar felices!

Bueno, y para terminar este post, y el año, comparto aquí tres vídeos de esos que te dejan un nudo en la garganta o te hacen lagrimear por los mensajes fuertes y directos que llevan. Los protagonistas son niños y sus padres. Advertencia: Tener preparada una caja de Kleenex.

Sin más, me despido, deseándoles a todos un Feliz Año 2017, y muchos momentos de felicidad con sus hijos!! Abrácenlos más, bésenlos más, dedíquen más de su tiempo para jugar con ellos, y no olviden decirles cuánto los aman, y cuán felices les hacen a ustedes!.

LA OTRA CARTA

LA MAMA PERFECTA

SORPRENDENTE, COMO ESTOS NIÑOS VEN A SUS PADRES Y ELLOS SIN SABERLO



jueves, 22 de diciembre de 2016

"Mamá, Papa Noel existe?"

Creo que pocos madres y padres estamos preparados para responder cuando nuestro hijo, que nunca antes se había cuestionado la existencia de Papa Noel, de pronto nos suelta a boca de jarro la pregunta: "¿Papa Noel existe?".
Papa Noel - portriplepartida.blogspot.com


¿Qué haces en ese momento? ¿Le insistes y porfías que sí existe Santa Claus, que viene cargado de regalos en un trineo que surca los cielos, jalado por renos? ¿O decides decirle la verdad porque te da escalofríos solo de pensar que cuando sepa que no existe, te reclame totalmente defraudado"¡Me mentiste!". Pero, y si le dices la verdad, "¡qué pena que pierda la ilusión!!", piensas.


Generalmente los niños empiezan a dudar de la existencia de Papa Noel porque han escuchado a algún amiguito avispado decir que lo de Papa Noel es puro cuento, y que los regalos los compran los papás, o porque, en el caso de niños más grandes, encuentran cada vez más inverosímil la historia: ¿renos que vuelan?, ¿un viejito de barba blanca que puede recorrer todo el mundo dejando regalos a todos los niños en una sola noche?

Pero también están los niños que empiezan a sacar sus propias conclusiones de la no existencia de Santa Claus cuando notan algunas pistas que les dejamos inadvertidamente los papás, por ejemplo, el regalo que les dejó Papa Noel está envuelto con el mismo tipo de papel con el que están envueltos otros regalos, o peor aún, tiene el logo de alguna conocida tienda. Entonces se preguntan: "Papa Noel compra los regalos en Saga? ¿No es que viene del Polo Norte?"

O cuando la letra de la cartita que les dejó Papa Noel es idéntica a la caligrafía de mamá o de papá, o cuando los papis no escondieron bien el regalo, y el niño lo vio de casualidad en el fondo del armario o en lo alto del closet, y resulta que días después, es en apariencia el mismo regalo que Papa Noel le dejó.

Entonces, un día te sorprende con la pregunta: "Mami, Papa Noel de verdad existe? o tú y papá me compras los regalos?". Si tu hijo es pequeño, seguro le sueltas un "Por supuesto que existe mi amor!". Pero si ya tiene 8 o 9 años, tal vez pienses "Ya está grandecito, ¿y si le digo que efectivamente no existe?, ¿algún drama por eso?". O tal vez te digas: "Le insistiré que sí existe, pero me creerá? o pensará que le estoy engañando?.

El mito de Papa Noel y la entrega de regalos a los niños es uno de los más lindas ilusiones que tienen nuestros hijos en Navidad, quién podría negarlo. Y somos muchos los padres que quisiéramos que mantuvieran esa ilusión el mayor tiempo posible. Digo muchos, pero no todos, porque de hecho existen algunos padres y madres a los que no les cuadra sostener ni por un tiempo la historia.

Hace poco leí en un grupo de Facebook, conformado por mujeres que se autoconsideran progresistas y modernas, lo que pensaban de alimentar la mente de sus hijos con historias de Papa Noel. Había una mamá que escribió que a su hijo de dos años le había dicho que no existe el tal Papa Noel, y el niñito lo había repetido en el nido a sus compañeritos. Dijo que los demás papás estuvieron furiosos con ella!

Yo recuerdo mi propia historia alrededor del mito de Papa Noel. Ya desde que tenía 5 años con mis amiguitas nos embarcábamos en unos ardorosos debates infantiles sobre si existe o no existe. Hasta que tuve 7 años los regalos de Papa Noel aparecían en el borde de mi cama. ¡Qué felicidad encontrarlos en la mañana del día 25!

Pero la Navidad en que ya tenía 8 años, mi familia y yo la pasamos en casa de una tía que tenía una familia muy numerosa. Fue la primera vez que pasé la Noche Buena despierta. Después de la medianoche, toda la familia se reunió alrededor del árbol de Navidad para abrir los regalos. Recuerdo que un regalo me deslumbró: era una caja grande donde había una Barbie y un aparato donde la podías poner de pie y hacerla bailar. Además traía una cámara de fotos para hacerle tomas a la Barbie mientras bailaba. Qué feliz fui con mi regalo!

Por la mañana cuando desperté en mi cama, no había regalos de Papa Noel, entonces entendí que los regalos venían de mis papás, y ya los había abierto todos en casa de mi tía. No recuerdo haberme sentido desilusionada, porque lo de la no existencia de Papa Noel era algo que desde hacía un tiempo se me hacía muy probable.

Yo supuse por eso que la propia transición de mis hijas de creer en Papa Noel a no creer que existe, iba a ser así de sencilla y tranquila, sin desilusiones grandes ni dramas. No imaginaba cuán equivocada iba a estar.

El año pasado mi hija mayor tenía 10 años y aún creía en Papa Noel, algo que me parecía un poco raro por su edad, pero escuchaba hablar a algunas de sus amigas del colegio y también aparentemente creían. Alguna de ellas dijo que era mejor creer porque sino no iban a poder pedir lo que quisieran para Navidad. Ajá, pensé, o sea se trataba de una fe bastante pragmática.

Ya el año anterior, a los 9 años, mi hija me había preguntado un día que estábamos en el auto, si Papa Noel en realidad existía o yo le compraba los regalos. Me tomó por sorpresa y totalmente desprevenida. En milésimas de segundo evalué mis alternativas y finalmente respondí. No recuerdo exactamente qué le contesté, algo de que la fe está en su corazón, en su mente de niña, y si ella cree firmemente en algo entonces ese algo existirá siempre.

Hasta ese entonces, ella, como todos los niños, escribía una cartita a Papa Noel con su lista de deseos, y me la entregaba para que me encargara de enviarla por correo postal al Polo Norte. Así era muy sencillo para mí saber qué deseaba como regalo de Navidad.

La Navidad en que ella tenía 8 años, me puso en un aprieto. Abrí la cartita que había escrito y me encontré con un texto muy bonito y muy sentido, diciendo a Papa Noel que había sido una buena niña ese año, que había sacado buenas notas y se había portado muy bien, y que lo que más quería como regalo esa Navidad era un perrito labrador!

Nosotros ya teníamos una perra labrador desde antes que naciera mi hija, entonces tener dos perros no era una opción para nosotros. Empecé a pensar cómo salir del problema y dí con una buena idea. Escribiendo con una caligrafía distinta a mi letra, respondí con otra carta, supuestamente de Papa Noel. Esa carta la encontró junto con los otros regalos que recibió el día de Navidad.

Papa Noel le decía en ella que sabía muy bien lo bien que se había portado y lo mucho que se había esforzado en el colegio para sacar buenas notas, pero que no podía complacerla regalándole un cachorro, porque el animalito no soportaría el largo viaje desde el Polo Norte a Perú.

Mi hija creyó todo y entendió las razones de Papa Noel para no regalarle un perrito, y recibió contenta los otros regalos que sí le trajo.

Entonces volviendo al comienzo, Navidad del 2015, mi hija ya tiene 10 años, y en el colegio ha aprendido a usar la tecnología, incluso tiene su propia cuenta de gmail, y conoció de aplicaciones que le permitían enviar su lista de deseos a Papa Noel por correo electrónico. Y así lo hizo.

Por supuesto que no me dijo que había pedido, y yo me quedé sin la más remota idea de qué regalarle para Navidad en nombre de Papa Noel.

Como ya tenía 10, y las opciones de juguetes para niñas de esa edad son cada vez menores, y además mostraba interés en la ropa y zapatos, decidí regalarle algo que deseaba, un par de alpargatas Toms, y ese sería el regalo de Papa Noel. Para mi hija de 9, un par de cuyes, porque soñaba con tenerlos de mascotas.

Cuando mi hija mayor abrió la caja y descubrió las alpargatas, la cara de desilusión se reflejó en su rostro, no solo desilusión, sino tristeza. Yo no entendía por qué. Le pregunté, y me dijo que Papa Noel no le había traído un juguete, y además ¿cómo a su hermana sí le había traído dos cuyes?. ¿No que los animales no soportan el viaje tan largo desde el Polo Norte?

Ooops!! El momento de la verdad había llegado. Yo me sentí entre la espada y la pared, no ví ninguna salida más que decirle que los regalos los habíamos comprado su papá y yo. No parecía tan malo, total ya tenía 10 años,  estaba ya grandecita para dejar de creer en la existencia de Papa Noel, pensé.

Su reacción me sacó de cuadro. "¿QUEEEEE? PAPA NOEL NO EXISTE??!!!! O SEA TODO EL TIEMPO USTEDES TRAIAN LOS REGALOS??? POR QUE ME MINTIERON???, ¿POR QUE ME HICIERON CREER ALGO QUE NO ERA VERDAD??". Todo esto acompañado de lamentos y lágrimas, muchas lágrimas.

No sabía cómo consolarla. Nada la hacía sentir mejor, parecía haber sido un shock para ella. Apelar al argumento de que el significado de la Navidad está en el nacimiento de Jesús, y no en Papa Noel, tampoco servía de nada. Mientras tanto, la segunda de mis hijas, de entonces 8 años, estaba siendo testigo involuntaria de todo el alboroto armado por su hermana mayor, y de pronto se vio expuesta a la "verdad".

Pero su reacción fue diametralmente opuesta. Se acercó a mí, y casi susurrando me dijo: "Yo ya sospechaba que no existía". ¿Así, y por qué?, le pregunté. "Porque una vez vi unos regalos que mi papi había comprado y estaban en la maletera del carro, y esos fueron los regalos que nos trajo Papa Noel".

"Además, continuó,  los regalos de Papa Noel estaban envueltos con el mismo papel de regalo de los otros regalos, y las tarjetitas que venían en los regalos tenían la letra de papi". "Ahh, así, no? ¿Y a tí no te da pena que Papa Noel no existe?", le pregunté. "No", me respondió alegremente, y totalmente cool. 

Pues la verdad es que cada hijo es único, un ser irrepetible, y aunque sean criados en el mismo seno familiar, y bajo los mismos parámetros, su sentir, sus emociones, sus percepciones pueden ser muy distintas.

Yo pensé que conocer la verdad no iba a ser chocante para ninguna de mis hijas, como tampoco lo había sido para mí cuando era niña, pero me equivoqué con la mayor. Ese día de Navidad fue un día muy triste para ella y para mí por verla tan afectada. Casi se pasó todo el día echada en su cama llorosa y compungida. 

"O sea que tampoco lo de la Hada de los Dientes, o lo del ratoncito es verdad?, me preguntó ese mismo día. "No, mi amor", le dije, y ella soltó un suspiro de pena, pena por todo ese mundo mágico de ilusión infantil que se le había hecho trizas de un momento a otro. Y el duelo por esa pérdida le duró algunos días.

Le pregunté hace unos días qué pensaba de todo lo que había pasado la Navidad pasada, específicamente le pregunté si hubiera preferido que nunca le hubiera hablado de Papa Noel, o que desde siempre le hubiera dicho que eran solo historias que se les cuenta a los niños. Lo pensó un momento, y me respondió que no, que no hubiera preferido eso, solo que sí hubiera querido que el saber la verdad no fuera tan abrupto.

Pero cómo que abrupto, ¿acaso no hablaba con sus amigas de si existe o no Papa Noel?, acaso con su hermana menor no habían comentado que la letra de las tarjetas que les dejaba Santa era la misma letra de su papá?. Entonces la duda siempre existió.


Creo que su reacción al saber la verdad se debió en parte al dilema que enfrentaba en esa etapa de su vida. Los 10 años son una edad de transición en las niñas, en que se perciben como grandes, y el camino hacia la adolescencia se va acortando mientras que el sendero transitado en la infancia va quedando atrás. 

Entonces se le juntaron las dos cosas a mi hija, su nostalgia por estar creciendo y dejando la niñez, y el rompimiento del mito de Papa Noel. Era como si todo le estuviera diciendo "ya no existe Papa Noel, ya no eres más niña".

He pensado que debí manejar de otro modo este asunto ese día que ella me preguntó a los 9 años sí de verdad existía Papa Noel o era yo la que le compraba los regalos. Debí contestar su pregunta con otra pregunta: "Tú qué crees?". Ella me hubiera enumerado todas las evidencias que tenía hasta el momento que le hacían dudar. Yo hubiera sonreído con misterio, dejando que ella sacara sus propias conclusiones y obtuviera sola la respuesta.

Esta Navidad será la primera en que mis hijas mayores ya no creen en Papa Noel, y la verdad es que se siente diferente. Ha perdido su cuota de ilusión. Mi segunda hija quiso continuar con la tradición de escribir la carta a Papa Noel, solo que esta vez lo hizo con una pizca de ironía. En el sobre escribió: "Dirección: Polo Norte (Calle El.... nuestra dirección de casa)".

Y empezó:


"Querido Papa Noel (Mami),...."






martes, 6 de diciembre de 2016

Darle a cada hijo tiempo de exclusividad

Cuántas veces hemos escuchado lo importante de dar tiempo de calidad a nuestros hijos, pero también lo beneficioso de darles un tiempo exclusivo para cada uno de ellos. Yo lo había escuchado "ene" veces, y leído en un montón de sitios, pero no fue hasta el fin de semana pasado que se dieron todas las circunstancias para poder ponerlo en práctica con cada una de mis tres hijas.

mama e hija jugando - portriplepartida.blogspot.com

Con lo vertiginoso de nuestras vidas, con las múltiples obligaciones y tareas que tenemos que cumplir a lo largo del día, de la semana, de los meses, es difícil sacar un tiempo que le puedas dedicar exclusivamente a cada uno de tus hijos, es decir tú y él, o tú y ella, nadie más en la ecuación. No se vale la hermanita menor, o el hermanito bebé, aunque lo tengas cargado en un fular, y en teoría, solo duerma y no fastidie. No, se trata de exclusividad total.

La verdad no se si el común de los papás y mamás toma esta recomendación como práctica habitual, pero sí recuerdo al papá de unas amiguitas de mis hijas mayores, que llevaba a almorzar a su hijita mayor de entonces 5 o 6 años, como una especie de "cita", solos los dos. Qué lindo me pareció, pero nunca se me ocurrió sugerirle a mi esposo que hiciera igual con nuestras hijas.

También se de algunas mamás que hacen "viajes de chicas" con sus hijas, y se las llevan a cada una de ellas de viaje por separado, lo que se convierte en un lindo e inolvidable tiempo de compartir juntas y dedicarse mutuamente el 100% de atención y exclusividad.

Para los chicos es el mejor regalo poder pasar tiempo exclusivo con su madre o su padre, sin tener que rivalizar por su atención con sus demás hermanos. Algunas veces los hijos mayores pueden sentirse ignorados cuando el menor capta toda la atención de los padres con una rabieta, un berrinche, o tal vez con sus "gracias" o travesuras. O al revés, el hijo menor puede sentirse excluido de las conversaciones "serias" que puedan tener sus padres y el hermano mayor.

Meses atrás, tuve que llevar a mi segunda hija de 9 años a un cumpleaños lejos de mi casa, y para no tener que regresar a mi casa y luego salir de nuevo para recogerla de la fiesta, decidí quedarme en la misma zona del cumpleaños y hacer tiempo yendo al cine con mi hija de 11 que me acompañaba.

Mi hija mayor me dijo que ese día fue muy lindo para ella, que lo recordaba como un momento muy feliz en que nos fuimos solas las dos a ver una película. Entonces caí en la cuenta que siempre que las llevo al cine, me voy con las tres niñas, o si no puedo llevar a la pequeña por el horario, siempre voy con las dos mayores juntas. De verdad, ir al cine esa vez solo con mi hija mayor fue especial.

Entonces un viernes se dio la oportunidad para poner en práctica lo del tiempo de exclusividad. Resulta que mi hija, la segunda, tenía una actividad programada en el colegio desde inicios de año, que consistía en pasar la noche ahí, es decir iban a hacer un campamento en el colegio del viernes para el sábado.

Ese viernes después de clases, mi hija mayor fue a la casa de una amiga a pasar la tarde, entonces me quedé en casa sola con mi hijita de 3. Era el momento perfecto para pasar tiempo con ella, y decidí llevarla al parque, cosa que debo confesar no hacemos muy a menudo.

Esa noche, acosté temprano a la menor, y ya a solas con mi hija mayor le propuse ver una película en la tele juntas y luego dejarla dormir en mi cama, cosa que me ruega hacer cada vez que mi esposo se va de viaje. Esta vez no se iba de viaje, pero igual lo desalojamos.

Al día siguiente, sábado, mi hija mayor tenía una fiesta de cumpleaños en la tarde, y decidí llevar a mi hija segunda al cine, solas las dos, mientras la pequeña se quedó en casa con su papá. Así fue como en un par de días, pude darles tiempo de exclusividad a cada una de mis tres hijas, y tengo que decir que fue increíblemente satisfactorio, y no veo el momento de volver a repetir la experiencia. Se los recomiendo!

Pero antes de contarles la experiencia, acá van tres tips para hacer de ese tiempo de exclusividad un recuerdo memorable para tu hijo o hija.

1. Escoge la actividad que más le gusta hacer a él o ella. Esto es importante, ellos lo disfrutarán y sentirán una gran felicidad de compartir con mamá o papá su actividad favorita.

2. Si te es posible, deja tu celular en casa, o apágalo. No hay nada más desalentador para los niños, que sus padres no estén concentrados en ellos sino en su teléfono.

3. Muestra entusiasmo, que tu hijo vea y sienta que estás emocionada de compartir tiempo exclusivo con él. Si te aburres, sencillamente finge que no lo estás.

Día de parque

Esa tarde me fui con mi enana, la bebé, al parque. "Vamos a los juegos!", le dije, y me respondió con un "Síííííííí!!!!" saltando de alegría. Hasta yo estaba emocionada.

No es algo que haga frecuentemente o que hagamos con ella frecuentemente. Como es la última de mis hijas, nos hemos relajado con ella, es la verdad. Además como tiene hermanas mayores, siempre está metida en la casa jugando con ellas, especialmente con la segunda. Qué diferente era cuando mis hijas mayores eran pequeñas. siempre las llevábamos al parque, era algo habitual y a ellas les encantaba.

Decidí que esa tarde iba a compensar a mi enana, pasaría una hora por lo menos con ella en el parque. Cuando llegamos no había ningún niño, pero vimos a una niña más chiquita acercándose con su nana. Tenía 1 año y 9 meses y no hablaba todavía, pero ella y mi hija encontraron en el lenguaje universal del juego la manera de interactuar.

Mi gorda trepaba, bajaba, se deslizaba, se columpiaba, corría de aquí para allá sin parar. Un tiempo más tarde llegaron al parque dos niñas, de 3 y 4 años con sus nanas, y mi hija fue completamente feliz. Con estas niñas mi hija hablaba, corría con ellas, trepaba con ellas, se perseguían, se escondían y se buscaban, y reían.

Luego llegó al parque con su cuidadora, Noah, un perrazo labrador macho, súper amistoso y juguetón, y mi hija, que adora a los animales, estuvo en la gloria! Se la pasó corriendo detrás del perro, acariciándole el lomo, riendo a carcajadas.

¿Y yo? Me pasé todo el rato observando a mi gorda, deleitándome en su felicidad. Qué suerte que no llevé el celular, porque lo olvidé en casa, que si lo hubiera tenido conmigo, de hecho que no hubiera podido vencer la tentación de entretenerme con él, y me hubiera perdido esos momentos de juego y felicidad total de mi hijita. Lo único que lamenté es no haber podido tomarle fotos para tener el recuerdo de esa tarde tan bonita que pasamos.

Después de una hora y media en el parque, y cuando ya estaba haciendo algo de frío, le dije a mi enana para irnos, pero por supuesto que no quería. Finalmente 15 minutos más tarde aceptó regresar porque también las otras niñas, sus nuevas amigas, ya se iban con sus nanas.

Esa noche, mi peque cayó como una piedra en su cama, y durmió 11 horas de corrido hasta el día siguiente!! Ella siempre duerme 9 horas y media o 10 máximo, pero 11 nunca. En verdad, la tarde de parque fue memorable.

Noche de chicas

Una vez que acosté a la chiquitina, me dije, ahora a dedicarme a la mayor. A ella siempre le ha gustado que yo la acompañe a ver televisión, creo que a todos los niños les gusta eso en realidad. Cuando ella y sus hermanas están mirando la tv, me llaman para que me siente con ellas frente al aparato, y de rato en rato voltean a mirarme, para comprobar que estoy viendo el programa, y que lo estoy disfrutando tanto como ellas.

Entonces decidimos buscar algo en Netflix para ver, encontramos una película de acción, algo sobre un terremoto. La película no era buena, pero qué importaba, a mi hija le gustó. Cuando terminó eran como 10:30pm. A mi hija mayor le gusta la idea de quedarse viendo televisión hasta tarde, y las 10:30 de la noche es tarde para ella, ya que en tiempos de colegio yo la mando a la cama a las 8pm.

Cuando terminó la peli, nos fuimos a dormir. ¿Ya mencioné que desalojamos a mi esposo de la cama, para que mi hija durmiera conmigo? Aunque tenemos una cama tamaño king size, nunca ha sido cómodo para nosotros dormir con hijos en la cama. No podemos descansar bien, por eso mi esposo prefirió dormir en la habitación de mis hijas mayores que estaba vacía.

A la mañana siguiente desperté al lado de mi bebé grande de 11 años. Nos acurrucamos, la llené de besos y mimos. Ella es muy querendona, y adora que la engría así.

Tarde de cine

El sábado recogimos a mi hija del medio de su campamento en el colegio. Cuando ya estuvo en la casa, todo volvió a la normalidad. Todo el viernes que no estuvo con nosotros, la casa estuvo raramente silenciosa. Mi flaquis de 9, es una chispita, muy bulliciosa, alegre, y exhuberante al expresarse. Cuando me habla, lo hace muy fuerte, y gesticula, y abre los ojos como platos, y usa vocabulario inventado por ella. Ahora se le ha dado por llamarme "mamucha".

Así que la tarde del sábado se lo iba a dedicar a ella, llevándola al cine. Ir al cine es para mi flaquis lo que más le gusta hacer. Cuando era pequeñita se emocionaba horrores cada vez que íbamos a ver una película y me abrazaba de felicidad.

Pero antes de ir al cine, teníamos que dejar a mi hija mayor en una fiesta de cumpleaños. Cuando la dejamos con sus amigas, y mi segunda hija y yo nos quedamos solas en el carro, le dije: "Y ahora tú y yo nos vamos al cineeeeee!!!!". Y ella me contestó con un grito de triunfo: "Síííí, y no van a estar las berrinchudas!!!!!"

Me hizo mucha gracia, y me puse a pensar. En verdad para ella, sus hermanas, la menor, y la mayor, son "berrinchudas", porque la menor obviamente está en su época de berrinches y pataletas constantes, y la mayor a veces hace unos dramas, que supongo se explican por la revolución hormonal pre adolescente. Realmente, hoy por hoy, la segunda de mis hijas es la más ecuánime de las tres.

Llegamos al cine, no tuvimos que hacer cola porque yo ya había comprado las entradas por Internet, solo hubo que recoger la canchita y los refrescos. El momento de recoger la canchita es para mi bebé segunda un momento de expectativa y emoción. Veo cómo se le iluminan los ojos,  y creo que hasta saliva su boca, cuando ve a los muchachos que sirven, entregándonos la canchita calientita y salada. La verdad no se qué le gusta más, el hecho de ver una película en sí, o comer la canchita.

Entonces entramos a la sala de cine, disfrutamos de la peli, y nos atragantamos de canchita! Era tanta canchita la que había comprado, que por primera vez nos no nos faltó, sino que sobró!.

Así fueron esos dos días que decidí darles tiempo de exclusividad a cada una de mis hijas. Creo que se cumplió el objetivo, que ellas sintieran en ese momento que solo existían ellas, y que tenían toda la atención de su mamá, nada de hermanos con los cuales competir por atención, nada de celulares que les robaran el protagonismo, nada de obligaciones o trabajo que me distrajera de mi propósito de disfrutar con ellas y sentirnos felices.