miércoles, 31 de agosto de 2016

Crónica de la hospitalización de una menor de 3 (Parte I)

Todo empezó con una simple tos con mocos y alguna calentura ocasional. En la vida iba yo a imaginar que mi pequeña de 2 años 11 meses terminaría internada en la clínica por tres días.

Vía en mano de niña pequeña. Portriplepartida.blogspot.com

Mi gorda llevaba tosiendo más de una semana, y la habíamos tratado con un jarabe. Aún así, seguía tosiendo, pero yo realmente creí que la tos estaba de salida. Tres días antes había empezado también con mocos, justo después que regresó al nido luego de unos días sin asistir. Lo típico, pensé yo. En el nido los niños suelen contagiarse de todo.

El viernes en la tarde, que yo no estaba en casa, mi hijita despertó después de su siesta llorando inconsolablemente y quejándose de dolor de barriga y de garganta, y además tenía fiebre. Su nana me llamó para avisarme y yo le pedí que le diera Doloral para bajarle la temperatura.

Cuando llegué a la casa encontré a mi hija viendo televisión con su nana, estaba ya normal, sin fiebre, pero una hora después empezó a llorar de nuevo y quejándose de malestar. Un rato después la temperatura empezó a subirle otra vez. Al tomarle la temperatura debajo de la axila, marcaba 39,5. Eso era en realidad 40!

Decidí llevarla de inmediato a emergencia, pero antes de salir de la casa, su nana le frotó vinagre en el cuerpo y cara, porque dijo que el vinagre, el que usamos en la cocina, era buenísimo para bajar la fiebre y que antes lo había probado y que en verdad era efectivo.

Cuando llegamos a emergencia, le tomaron la temperatura y la tenía en 38,7. Wow, pensé en verdad era efectivo el vinagre, y hasta me sentí un poco tonta ante el médico por haberla llevado a emergencia por una fiebre de 38.

El doctor ordenó que le dieran Panadol y un baño. Mi hija lloraba, estaba cansada pues eran como 8:30 de la noche justo su hora de ir a la cama. El baño tenía que durar 20 minutos. Cuando terminaron y le tomaron la temperatura de nuevo, tenía 38 justos de fiebre.

Acostada en la camilla, mi hijita se durmió. El médico la observaba, la auscultaba, escuchaba sus latidos y respiración. Algo no estaba bien para él, y era su respiración acelerada, más rápida de lo normal para su edad. Me dijo que el dolor de barriga del que ella se quejaba podía ser un dolor reflejo que en realidad provendría del pulmón. Por eso ordenó que le sacaran una radiografía del tórax.

En la radiografía salió lo que él sospechaba, tenía sus pulmones comprometidos. En vez de verse los pulmones oscuros, lucían blanquecinos, señal de una aparente neumonía. Y además, uno de sus pulmones tenía una parte colapsada. Cuando me lo dijo me asusté. Me explicó que presentaba una atelectasia, es decir que los bronquios estaban pegoteados con moco y no pasaba aire por ahí.

El doctor me dijo que debía ser internada. ¿Qué?!! No me lo podía creer. Nunca me había pasado que tuviera que internar a alguna de mis hijas. ¿Realmente era necesario? ¿No estaban exagerando? ¿Tomando antibióticos y reposando en casa no sería suficiente? Muchas preguntas me pasaban por la mente.

El médico de turno en emergencia llamó al pediatra de la clínica para examinar juntos el caso y para que auscultara a mi hija. Y el pediatra también opinó igual, que debía ser internada, pero además ordenó que le sacaran exámenes de sangre y que le pusieran una vía en la mano, porque todo indicaba que se trataba de una neumonía.

La cosa se ponía seria. Dios! pobre mi gordita, pensé, por lo que va a tener que pasar! (Continuará)




jueves, 25 de agosto de 2016

Dilema materno: Hablar de sexualidad (y/o sexo) con tu hija púber

Hace unas semanas, un correo electrónico en mi bandeja de entrada me sacó de mi ensimismamiento cuando hacía un recorrido rutinario por las redes sociales en mi celular. Decía el correo: "Charla de sexualidad para los alumnos de 5to grado".


Tira de Mafalda - Portriplepartida.blogspot.com
Mafalda.Dreamers.com

Sabía que esa charla estaba prevista pero no pensé que tan pronto. O sea, ahí estaba yo, mamá de niña de 11 años, cayendo en la cuenta que nunca he conversado con mi hija sobre cómo se hacen los bebés.

No es que creyera que de ese tópico iba a tratar la charla del colegio. Más bien seguro iba a ser sobre los cambios físicos que se les avecinan a las niñas, la menstruación, etc. Pero ¿y si la ocasión motivaba a las niñas a preguntar, o a intercambiar ideas entre ellas sobre cosas que podrían haber oído?

Recuerdo haber leído que es importante que los padres sean la primera fuente de información de los hijos sobre temas de sexualidad, porque sino es así, los hijos nunca tendrán la suficiente confianza para recurrir a sus padres en busca de información sobre este tema.

O sea que, si por puesta de mano, la vecinita o la prima mayor, te ganó y le contó primero a tu hija o hijo cómo se hacen los bebés, ya fuiste. No te buscará a tí cuando quiera saber más del asunto.

Desde hace un año que le doy vueltas al asunto de cómo y cuándo abordar el tema con mi hija. Yo me había planteado que debía hacerlo cuando tuviera 10 años, pero ya tiene 11 y aún sigo dudando.

No es que lo vea como un tema tabú, sino que pienso si no me estaré apresurando, sino le robaré su inocencia, si no contaminaré su mente de niña con temas de grandes, y es que hasta la Navidad pasada ella seguía creyendo en Papa Noel.

He conversado de esto con algunas mamás y he encontrado dos tipos de opiniones respecto del tema: las que consideran que 10 años es una buena edad para que sepan todo, y las que piensan que es muy pronto, que hay que dejarlos que sean niños el mayor tiempo posible.

Así que sigo deshojando margaritas, "se lo digo ya, o no se lo digo todavía". 

Yo creo que mi hija, y probablemente todas las niñas de su edad sí deben intuir ciertas cosas. Por lo menos deben saber que la palabra sexo tiene una connotación "prohibida para menores". ¿Y por qué creo esto?

Hace unos tres años, cuando las canciones de Katy Perry estaban muy de moda y las pasaban a cada momento en la radio, mi hija no perdía la ocasión de cantarlas. Una de esas canciones, de título "California Girls", en su segunda estrofa dice "Sex on the beach...." Cada vez que la canción llegaba a esa parte, mi hija omitía esa frase, y luego seguía cantando lo demás. Ajá!

Si me remito a mi propia historia personal, a los 11 años yo ya sabía de qué se trataba todo. No porque me lo hubieran contado mis padres, ni alguien en particular, sino porque había sacado mis propias conclusiones. Posiblemente, había leído algo en algún sitio, o ví alguna imagen en la televisión antes que mis papás pudieran cambiar de canal, o vi cómo se apareaban dos perros, en fin, no lo recuerdo.

Lo que sí recuerdo es que cuando estaba en sexto grado, las niñas de mi clase recibimos una charla de una psicóloga sobre sexualidad, que consistió en explicarnos el funcionamiento del aparato reproductor femenino. Dibujando en la pizarra, ella nos explicó cómo las mujeres producíamos un óvulo cada mes, que si no es fecundado es expulsado en la forma de menstruación, y que si el óvulo es fecundado por un espermatozoide, la célula sexual masculina, entonces anida en el útero y da lugar a un bebé.

La psicóloga nos alentó a hacer preguntas, y una de mis compañeras levantó la mano. Se puso de pie, hubo silencio en el salón de clases, todas volteamos a mirarla para escuchar su pregunta, y ella con una sonrisa pícara que nunca olvidaré, preguntó: "Y cómo es que entran los espermatozoides en el cuerpo de la mujer?".

Yo morí de risa por dentro!. En qué aprieto había puesto mi amiga a la psicóloga! En ese entonces yo ya sabía la respuesta. La psicóloga con mucha solemnidad le respondió a mi amiga que por su edad no podía entrar en detalles y que era una información que sus padres en algún momento le iban a dar. Qué decepcionante me pareció su respuesta, recuerdo.

Alguna vez leí que antes de abordar temas de sexualidad con los hijos, hay que preguntarles primero qué saben al respecto, así escuchando su respuesta, uno puede manejar la información que les daremos y no ahondar en detalles que no han pedido saber.

Es decir, la curiosidad de tu hijo o hija es lo que determina qué información le vas a dar. Si hace preguntas, hay que contestarlas, dependiendo de su edad, con una explicación sencilla y general. Si se queda satisfecho con la respuesta, bien, pero si sigue preguntando y quiere saber más, hay que satisfacer su deseo de saber.

Así, si nuestros hijos preguntan cómo entran los espermatozoides en el cuerpo de la mujer, quiere decir que están lo suficientemente maduros para conocer la respuesta, sea la edad que tengan.

Hace unos días, me topé con un libro que había comprado cuando mi hija mayor era pequeña, "What to expect the toddler years", que tenía guardado, y que contiene información muy útil sobre el desarrollo de los niños entre 1 y 3 años de edad.

Me puse a hojearlo y llegué a un subcapítulo que no recordaba haber leído, decía: "The Facts of Life (Los hechos de la vida)", y trataba sobre las preguntas que sobre sexualidad pueden hacernos nuestros hijos desde tan pequeños.

La recomendación para los padres era que si tu hijo o hija te pregunta cómo se hacen los bebés, nunca ignores la pregunta o respondas "te lo explicaré cuando seas mayor". Tampoco deberás contarle esos viejos cuentos sobre la cigüeña o las abejitas, porque luego más tarde, cuando sepa la verdad, perderá la confianza en tí.

Será suficiente si le das una respuesta sencilla y concisa de acuerdo a su edad, más que largas y complicadas explicaciones. Si se te hace difícil explicarlo, dile que van a comprar un libro sobre cómo se hacen los bebés para leerlo juntos.

Hay que decirle que el bebé crece en el vientre de mamá. Si pregunta cómo nace, decirle que generalmente salen por la vagina de mamá, si pregunta cómo se forma, decirle que lo hace cuando se unen un óvulo de mamá y una semilla de papá. Explicarle que papá pone su semilla en el cuerpo de mamá. Si pregunta cómo, decirle que por la vagina de mamá.

Ahora si el niño sigue preguntando y quiere saber cómo hace esto papá, decirle con la mayor naturalidad del mundo que papá pone con su pene su semilla en la vagina de mamá. Así, simple y claro.

Parece sencillo, pero no creo que para ningún madre o padre lo sea. Aunque la verdad, ahora pienso que hubiera sido más sencillo decirle estas cosas a mi hija cuando era pequeña si ella me hubiera preguntado, que ahora que es una pre-adolescente.

Como mencioné antes, mi hija jamás me ha preguntado estas cosas. Sí me preguntó cómo nacen los bebés y le dije que por la vagina, y recuerdo que le pareció surreal.

En su imaginación de niñas, mis hijas creen que un bebé se forma por generación espontánea en la barriga de una mujer, cuando ésta vive con un hombre. Incluso mi segunda hija comentó una vez "¿y cómo sabe el cuerpo de la mujer que está viviendo con un hombre?". Esto lo dijo para ella, como diciendo qué cosas raras tiene la naturaleza.

Pero lo que he descubierto hace poco, y me causa extrañeza, es que las niñas de la edad de mi hija mayor no quieren saber de sexualidad. Un día se me ocurrió comentar en el carro a mi hija y sus amigas, que en el colegio iban a darles esa charla en pocos días, y la reacción fue "ayyy nooooo!. Incluso una de las niñas dijo: "yo quiero faltar ese día! Voy a comer muchos helados para que me de dolor de garganta y así no tener que ir!".

Y mi hija piensa igual. Estaba yo decidida un día a iniciar el tema con ella antes de la dichosa charla, y recibí metafóricamente un portazo en la cara: "No, no quiero saber", me dijo tajante.

"¿Por qué no?", le pregunté. "Porque no quiero", me respondió. "Nadie quiere saber", agregó. Y me contó que una profesora también les había comentado a un pequeño grupo de niñas de su clase que iban a recibir esta charla, y todas al oírlo se pusieron incomodísimas, se encogieron de hombros y se alejaron.

Me quedé perpleja. En mi época, cuando nos anunciaron esa charla de sexualidad, la actitud fue otra. Creo que todas mis compañeras estábamos curiosísimas y ansiosas por oír de lo que nos iban a hablar.

Entonces, llegó el día de la charla. Al despedirme de mi hija en la puerta del colegio, le pedí que escuchara bien y que me contara todo de lo que iban a hablarles. Ella solo meneó la cabeza incómoda y se fue.

Por la tarde, cuando regresó del colegio, le pregunté cómo había sido lo de la charla. "Bien", me contestó sin darme detalles. Cuando indagué más, me contó que les habían pasado un vídeo, y luego les dieron un tiempo para hacer preguntas. ¿Y de qué trató el vídeo?, le pregunté. "No se!", respondió.

Así que sigo tan en la nebulosa como al comienzo. Está clarísimo que mi hija no quiere hablar de estas cosas, pero ¿debo insistir? Creo que por ahora no. Respetaré su decisión, pero de hecho volveré a plantearle una conversación madre-hija en un tiempo más. Quizás luego se muestre más receptiva o más curiosa.

No quisiera que su primera fuente de información sean amigas que muy probablemente tendrán información errónea o llena de mitos. Además también espero que pueda tener la suficiente confianza para acudir a mí, su mamá, cuando tenga inquietudes y dudas por resolver. 

¿Será demasiado esperar esto? ¿Alguien se ha sentido totalmente cómodo y natural de preguntar a sus padres algo relacionado al sexo y la sexualidad? Todos sabemos que no, y menos un adolescente.

Veremos cómo nos va.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Atentas mamás al ruido excesivo en las fiestas infantiles

Para nadie es novedad que vivimos en un país muy bullicioso, característica que compartimos las sociedades hispanohablantes, donde el ruido fuerte o la música muy alta es sinónimo de alegría y diversión. Eso implica que en todo espectáculo o fiesta que aspire a convertirse en un éxito no puede faltar nunca música al más alto volumen.


Niña tapando sus oidos - Portriplepartida.blogspot.com

Lo vemos en las discotecas, en los bares, en las fiestas privadas, en las salas de cine, en las salas de teatro, y también por supuesto en las fiestas infantiles. Y quiero referirme a éstas últimas. Ocurre siempre en estas fiestas de cumpleaños que las empresas encargadas de hacer el show ponen el sonido excesivamente alto.


Entonces tenemos a las animadoras del show gritando con sus voces agudas, y ya de por sí chillonas, en los micrófonos que llevan pegados a la boca, cuando el equipo de sonido está con el volumen a todo dar, y los parlantes enormes apuntando en dirección hacia el público infantil.


Y no es todo, sino que las animadoras suelen hacen concursos de quién grita más fuerte, "los niños o las niñas, a ver!!", "a la 1, a las 2 y las 3!", y los enanos se desgañitan dando alaridos que llegan hasta la estratósfera. ¿Cuántos decibeles marcaría en esos instantes un sonómetro? Estoy segura que demasiados.


He visto varias veces niños pequeños tapándose los oídos en medio de los shows porque el nivel de sonido ya rayaba en lo doloroso. Yo misma he sentido que los oídos me dolían cuando presenciaba el show en alguna fiesta infantil, y obviamente opté por alejarme y alejar a mi hija de 2 años del ruido.


Pero antes, y lo he hecho varias veces, me he acercado al encargado de manejar el equipo de sonido para pedirle que baje el volumen, pero apenas lo reducen un mínimo y el ruido sigue siendo muy alto. La última vez, la encargada del sonido respondió ante mi pedido, "ya, ya, ya, señora", con un poco de fastidio, lo que me hace pensar que no era la primera vez que alguien se había quejado del ruido excesivo, y probablemente esta señorita pensó "ay, otra mamá que solo busca fastidiar por tonterías".


Y por supuesto que no me hizo caso, la música siguió en volumen altísimo, y no me quedó otra, como siempre hago, de apartar a mi hija y llevarla a jugar a otra área de la fiesta. ¿Era necesario poner la música a tan alto volumen en un espacio cerrado? Por supuesto que no.


Y no solo existe este problema en las fiestas infantiles, también en las salas de cine el volumen es muy alto, y lo mismo en algunas salas de teatro. Recuerdo que cuando mis hijas mayores eran pequeñas, las llevé un par de veces a ver un musical infantil, y el volumen de la música en el teatro era tan insoportablemente alto, que mi esposo y yo apenas pudimos soportarlo. Nunca más volvimos a llevar a mis hijas a ese lugar.


Los bebés y niños pequeños son los más perjudicados cuando se los somete a ruidos intensos por encima de lo saludable. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el límite de ruido aceptable para la salud es 55 decibeles. Niveles mayores de ruido son perjudiciales para nuestros oídos, y aún más para los oídos de los bebés y niños que son más delicados por el poco espesor de su cráneo.


Para que tengas una idea de la intensidad del ruido a la que estamos expuestos, muchas avenidas muy transitadas en nuestra ciudad, exceden los 85 decibeles. Una conversación normal entre dos personas alcanza entre 50 y 60 decibeles, una aspiradora en funcionamiento, 90 decibeles, y el umbral del dolor para nuestros oídos es 120 decibeles.


El Centro de Control de Enfermedades y Prevención de Estados Unidos estima que alrededor de 5,2 millones de niños estadounidenses expuestos repetidamente a ruido alto presentan ya cierto grado de pérdida del oído, por eso ha exhortado a los padres a tomar medidas para prevenir esto, como: bajar el volumen del televisor, del equipo de música o la computadora, y limitar la asistencia de bebés y niños a sitios donde haya volumen extremadamente alto y por tiempo prolongado.


Incluso recomienda a los padres y madres probar, antes de comprar, los juguetes que emiten sonidos altos y agudos. Algunos juguetes musicales, carros con sirenas, muñecas que hablan, etc, emiten sonidos de incluso 90 decibeles. Si el sonido que emiten estos juguetes te parece incómodo o hiere tus oídos, entonces también herirá los oídos de tu bebé.


Lo grave en el caso de los bebés es que ellos no pueden protegerse de un ruido que les resulta incómodo, como sí lo puede hacer un adulto alejándose de la fuente de ruido, por eso ellos son más vulnerables.


¿Cómo se produce el daño auditivo? 


Este daño se produce cuando las células ciliadas, que existen en un órgano llamado cóclea que se encuentra en el oído interno, se deterioran por la exposición a un ruido sumamente fuerte como un disparo, una bombarda, o por exposiciones prolongadas a ruidos intensos. Estas células ciliadas son las que reciben las vibraciones del sonido, lo amplifican y lo traducen en impulsos eléctricos que llegan al nervio auditivo. Lamentablemente el deterioro de las células ciliadas es irreversible.


¿Cuáles son los límites de exposición a sonidos fuertes?


El Instituto Nacional de Seguridad y Salud Ocupacional de Estados Unidos ha establecido cuáles son los límites de exposición al ruido según sea su intensidad para prevenir daños en el oído. Por ejemplo, el ruido en avenidas muy transitadas o en una cafetería escolar llega a 85 decibeles, y el máximo tiempo de exposición en ese caso debe ser 8 horas.


Un ambiente donde el ruido alcance los 100 decibeles, como un taller donde se usen motores y máquinas, es solo seguro por 15 minutos, un dispositivo portátil personal, que emite 105 decibeles, lo es solo por 5 minutos, y un concierto de rock donde el ruido llega a 110 decibeles, solo es tolerable sin causar daño 1,5 minutos.


Así que sabiendo todo esto mamás, y a riesgo de que me tilden de aguafiestas, yo seguiré insistiendo con los encargados de los shows infantiles en las fiestas de cumpleaños para que reduzcan el volumen de sus equipos de sonido. Si no protegemos a nuestros bebés y niños ¿quién más lo va a hacer?.

miércoles, 3 de agosto de 2016

¿Saben tus hijos colaborar en las tareas del hogar?

Estas vacaciones fueron diferentes para mis hijas. Aparte de un viaje familiar que hicimos por una semana fuera del país,  las dos semanas restantes de vacaciones han sido bastante simples. Nada de salidas todos los días a ver algún espectáculo, o salidas a algún centro de diversiones, o visitas a museos, o paseos por la ciudad. Esta vez me empeñé en hacer que mis hijas mayores de 11 y 9 años ayuden en la casa.

Niño haciendo tareas dométicas - Portriplepartida.blogspot.com

Pues resulta que mandé de vacaciones a la nana de mi hija pequeña, aprovechando que nosotros íbamos a estar de viaje, y esa fue la justificación perfecta para pedir a mis hijas grandes que colaboren con las tareas del hogar, y también con el cuidado de su hermanita.

Creo que en países como el nuestro, donde se puede disponer de ayuda doméstica en casa, es fácil que las mamás caigamos en el facilismo de no pedir a nuestros hijos que ayuden en algunos quehaceres, y menos se los exigimos.

¿Es que los vemos demasiado pequeños como para ocuparse de tareas domésticas? ¿O creemos que más que ayudar van a hacer mal las cosas y encima se van a demorar mucho? Bueno, no tenemos que esperar la perfección, pero la sola idea de que lo intenten y que sean reconocidos por su esfuerzo, es más que suficiente.

Los especialistas coinciden en que es positivo enseñar a los niños a colaborar en las tareas de la casa ya que eso los hace más responsables, más autónomos, y el hecho de que se les reconozca su aporte al funcionamiento del hogar también mejora su autoestima.

Hace un tiempo leí un artículo que se planteaba cómo en la cultura occidental tendemos cada vez más a ver a los niños como seres incapaces de cumplir tareas, mientras que en culturas nativas o indígenas, los niños son perfectamente capaces desde temprana edad de asumir responsabilidades y lo hacen con madurez y diligencia.

Todo es cuestión de enseñanza entonces. La idea es asignarles tareas desde pequeños de acuerdo a su edad y nivel de madurez. Y la verdad es que hay una ventana de oportunidad cuando son pequeños en que se despierta en ellos unas ansias de imitar a mamá o papá. ¿O no te ha sucedido que alguno de tus hijos, cuando ha sido pequeño, ha querido ayudarte a barrer alguna vez?

Ahora si nunca se te ocurrió pedir a tu hijo o hija que ayude en las labores del hogar, ¿qué cara te va a poner a los 13 ó 14 años cuando le pidas que tienda su cama y limpie su cuarto? Uno, te mandará a rodar, o dos, protestará, o tres, ignorará tu pedido.

Hace un tiempo, una mamá me contaba que cuando pedía a su hija de 15 años que le ayude a cuidar a su hermanito menor de 3, la adolescente se negaba rotundamente y le decía: "Si no puedes cuidarlo tú, ¿por qué tuviste otro hijo?"

Recuerdo cuando yo era adolescente, tendía mi cama los fines de semana refunfuñando. Cumplía la orden, pero odiaba tener que hacerlo! ¿Hubiera sido diferente si desde muy niña me hubieran acostumbrado a hacerlo? Yo creo que sí.

Mis hijas no suelen hacer tareas domésticas, pero tampoco ha sido ésta la primera vez que las pongo a ayudar en los quehaceres de la casa. Anteriormente ya habían hecho tareas sencillas como tender sus camas o poner la mesa, especialmente en días feriados o algún día que no tuvimos ayuda doméstica.

El truco para ponerlas a ayudar fue apelar a su sentido de solidaridad y empatía: "Chicas, Rosa (la señora que nos ayuda en la casa) ha tenido mucho trabajo esta semana, y está cansada, ayúdenle ok?, tiendan su cama y barran su cuarto. Pobre Rosa, ha trabajado mucho, ayúdenla".

Y así lo hicieron, sin poner mala cara ni quejarse. Y el día feriado de fiestas patrias me sorprendieron levantándose temprano, haciendo sus camas, barriendo su cuarto, poniendo la mesa del desayuno, y lavando los platos sucios!! ¡Qué éxito!! Por supuesto que las felicité, y les dí un gran abrazo y beso de agradecimiento a cada una.

Con su hermana menor también me ayudaron. Se turnaron para bañarla y vestirla. Y la chiquitina va feliz a bañarse cuando una de sus hermanas se hace cargo, es que ellas lo toman no solo como una obligación sino como un momento de diversión.

Si aún no sabes qué tareas podrías asignar a tus hijos, acá va una lista, según sus edades.

De 2 a 3 años

- Guardar sus juguetes.
- Poner la ropa que usó en el cesto de ropa sucia.
- Retirar su plato de la mesa y llevarlo al fregadero.

De 4 a 5 años

- Poner y retirar la mesa.
- Regar las plantas.
- Alimentar mascotas.
- Ayudar a quitar el polvo.

De 6 a 7 años

- Tender su cama con alguna dificultad.
- Preparar su ropa del día siguiente.
- Reunir la basura y reciclar.
- Recoger las hojas del jardín.
- Doblar toallas.
- Regar el pasto.

De 8 a 9 años

- Barrer o ayudar a pasar la aspiradora.
- Recoger y limpiar la mesa.
- Guardar la ropa limpia.
- Sacar la basura.
- Limpiar sus zapatos luego de regresar del colegio.
- Preparar su mochila para el día siguiente.
- Sacudir los muebles.
- Pasear al perro.

De 10 a 11

- Usar la lavadora o secadora.
- Dar de comer a un hermano pequeño.
- Aspirar alfombras.
- Limpiar baños.
- Lavar platos.
- Limpiar la cocina.
- Mantener su armario y cajones ordenados.
- Cambiar las toallas sucia por limpias.
- Llevar su propia agenda, cita con el dentista, prácticas de fútbol, clases de natación, etc.
- Ayudar en la preparación de los alimentos.

De 12 a más

- Hacer la cama perfectamente.
- Trapear pisos.
- Servir la comida a la familia.
- Vestir y desvestir a un hermano pequeño.
- Bañar a un hermano menor.
- Lavar y aspirar el auto.
- Tender la ropa o sacar la ropa de la secadora y doblar la que no se necesita planchar.
- Planchar ropa.
- Hacer recados para sus padres.
- Ayudar en pequeñas reparaciones de la casa.
- Lavar ventanas.
- Podar arbustos.

Y si te parece demasiado, o "pedir peras al olmo", mira esto:

Crédito: Educación emocional

Gracias por leer. Hasta la próxima!