martes, 28 de marzo de 2017

Qué hacer cuando tu hijo pequeño rechaza tomar medicinas

Todas las mamás sabemos que cuando nuestra hija o hijo cae enfermo se nos altera la vida completamente por unos días, ya sea que se trate de un simple resfriado, o una bronquitis, o una diarrea. Idas al médico, noches en vela, mucho llanto y fastidio del niño, y si a eso le agregamos que nuestro adorado retoño detesta las medicinas y es un mega problema hacérselas tomar, entonces el cuadro de estrés es total.

Oso de peluche y medicinas - portriplepartida.blogspot.com

Mi hija menor de 3 años y medio no nos daba mucho problema a la hora de tomar medicinas ni siquiera cuando estuvo internada unos días en la clínica el año pasado, Ver: Crónica de la hospitalización de una menor de 3 y Ver: Parte II: Cronica de la hospitalización de una menor de 3  Pero este año cambió. Hace unos días cayó enferma con mocos y tos, y mucha fiebre, y darle los jarabes recetados por el doctor ha sido una batalla constante.

"A ver, mi amor, abre la boquita". "Ese no quiero!, ese nooo!!!". Pero es para que te sientas mejor, para que te baje la fiebre, tienes que tomarlo" - "Noooooo, noooooo, BUAAAAAAAA!!! Y se tapa la boca, o se echa en su cama, tapando su cara con la almohada. Y yo con la cucharita de plástico llena de líquido rojo sigo insistiendo para que acepte tomar la medicina. Pero con cada negativa de mi hija me empiezo a estresar y me empieza a temblar la mano, y, horror!!, empiezo a chorrear el jarabe encima del edredón de su cama.

Alguna vez en el pasado, cuando me rechazó una medicina, le hice abrir la boca y antes que se diera cuenta emboqué la cucharita y terminó tomándosela. Era más fácil porque era más pequeña, pero no todas las veces yo tenía éxito, alguna vez un manotazo de ella me paró en seco y el jarabe terminó volando y cayéndome encima de la ropa. ¡Un desastre!

Hace dos días cuando tuve que administrarle Antalgina para bajarle la fiebre de 39 que tenía, y ella no quiso tomarla, pedí ayuda a mi esposo para hacérsela tomar. El debía sostenerle los brazos para que no vaya a dar de manotazos, pero empezó a chillar como si la estuviéramos despellejando viva. Como tenía la boca abierta, aproveché para darle el jarabe, pero en vez de tomarlo, lo escupió embarrándose todo el pijama con el líquido meloso.

"¡Por Dios, qué hacer??!!!" Medicinas que solía tomar sin problemas, y es más, que hasta quería tomar como si fuera jugo o un postre, como el Doloral (ibuprofeno), ahora las rechaza de plano. Yo, mamá, estaba al borde de un ataque de nervios, la niña volando en fiebre, negándose a tomar la medicina, y bañada en llanto y gritando "Nooo, noooo, noooo".

Entonces, tuve un "deja vu", o un "flashback" en términos cinematográficos. Me ví chiquita, como de unos 5 años, sentada al borde de mi cama, y llorando, llorando mucho, porque no quería tomar la medicina que querían obligarme a tomar.

Lo recuerdo como un momento de mucho estrés para mí, la medicina era fea, horrible, me daba náuseas, tenía ganas de vomitarla, y sin embargo, querían que la tome a como diera lugar. Me hablaban fuerte para que la tome, alababan a mi hermana menor de 3, que sí era dócil y "buena enferma", mientras que yo era la "mala enferma" o la problemática. 

Terminó el recuerdo, y me identifiqué con mi gordita. Pobrecita, qué estresante debe ser para ella que quieran obligarla a tomar algo que no le gusta. Decidí cambiar de técnica, convencerla por las buenas, y ofrecerle alternativas que la ayuden a tolerar mejor la medicina. Pero lo primero, armarme de mucha paciencia.

Entonces, allí estoy 4:30 de la madrugada, hablándole bonito y dulcemente a mi peque para que tome el jarabe contra la fiebre. Le ofrezco mezclarlo con jugo de manzana, que es su favorito, y acepta intentar tomarlo así. No es que de esa manera tenga mucho mejor sabor, pero al menos es más tolerable.

Lo malo es que en vez de hacerle tomar 5 ml del jarabe, tengo que hacer que tome casi medio vaso de jugo, en el que diluí la medicina para disfrazar su sabor, y eso toma tiempo. Y no hay más opción que lo termine todo porque si dejara algo, no estaría recibiendo la dosis correcta. "Falta un poco más, mi amor", "otro poquito más, si?", "esto es lo último!"

Dos veces me funcionó el truco, pero para la tercera vez, ella se ha dado cuenta que el jugo/jarabe no sabe realmente bien, y ya no quiere tomarlo todo. Se niega rotundamente a aceptarlo. Y ahora, ¿qué invento para que se lo tome?, me pregunto.

"Mamá, quiero ver Princesa Sofía", me dice. "Ajá!", pienso, "mi oportunidad, cómo no se me había ocurrido antes!". "Tómate todo el jugo, y te pongo Princesa Sofía", le respondo. Ella sin pensarlo dos veces, se fue corriendo a buscar el jugo/jarabe que había dejado sobre la mesa, y se lo terminó todo! Así de fácil.

Si tú también, mamá, padeces cada vez que debes administrarles medicinas a tus pequeños hijos, si rechazan todo, y montan unos escándalos monumentales, aquí te dejo algunas recomendaciones para tener éxito en la tarea.

TIPS PARA QUE NIÑOS PEQUEÑOS TOMEN LAS MEDICINAS

1. Si tu hijo no acepta tomar la medicina de una cucharita como esas que vienen con los frascos de jarabe, trata con una jeringa que te permitirá ponerle la medicina justo dentro de la boca. Yo lo estoy intentando ahora con la jeringa y mi hija acepta la medicina mucho mejor que con la cucharita dosificadora. Eso sí, inmediatamente después le doy agua para que pase el sabor de la medicina.

2. Para que la medicina no entre en contacto con las papilas gustativas, que se encuentran concentradas en la punta y centro de la lengua, coloca la jeringa entre los molares y administra el medicamento, cuidando de no tocar la parte de atrás de la lengua para no causar un reflejo de arcada. Realmente lo estoy haciendo así y está funcionando. Al entrar todo el jarabe en el fondo de la boca, no me lo escupe. En cambio cuando le daba la medicina con la cucharita dosificadora, mi hija abría solo un poco la boca, probaba la medicina con la puntita de la lengua, y de inmediato o me la escupía o se apartaba bruscamente como si le estuviera dando veneno.

3. Se puede opacar el sabor de la medicina haciendo que el niño se tape la nariz cuando se la administres. Esto también lo he probado, y logré hacer que mi gorda se tomara una dosis de su medicina.

4. Se puede también adormecer las papilas gustativas, haciendo que tu hijo chupe un pedazo de hielo o chupete helado. Esto no lo he probado porque como mi enana está con tos, la garganta irritada, y el pecho cerrado, no sería conveniente.

5. A menos que te hayan dado instrucciones precisas de administrar las medicinas con las comidas o después de ellas, puedes dárselas justo antes de las comidas, ya que es más probable que el niño las acepte si está con hambre. Además porque si se diera el caso que vomite la medicina, no perderá los alimentos que había consumido previamente.

6. También puedes mezclar la medicina con una pequeña cantidad de jugo para que pueda terminarlo todo. Cuando se diluye la medicina en una gran cantidad de jugo, se corre el riesgo que el niño no pueda o no quiera terminar la mezcla, y que termine recibiendo una cantidad de medicina menor de la dosis recetada. Este es el truco que estoy usando más frecuentemente con mi peque y hasta ahora nos va bien.

Espero que estos tips te sean de utilidad, gracias por leer, y hasta la próxima.

Un abrazo

Carla

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martes, 21 de marzo de 2017

Las cosas que nos dan nostalgia a las mamás cuando nuestros bebés crecen

Mi hija menor de tres años solía hacer un escándalo en la casa cuando quería ir al baño. "Baño!! bañoo!!, bañoooo!!", empezaba a gritar para alertarnos, entonces quien estaba más cerca de ella tenía la misión de correr y llevarla al baño. En las últimas semanas, sin embargo, empecé a motivarla a que fuera sola cada vez que sintiera la necesidad, y hace dos días finalmente así lo hizo, no llamó a nadie y fue sola al baño.

pies de bebé - portriplepartida.blogspot.com

Yo estaba cerca, y la observé haciendo la tarea solita sin pedirme ayuda. Me quedé sin palabras, "guauu, lo hizo!", pensé, y de inmediato me invadieron sentimientos encontrados. Claro que maravilla, que ya vaya al baño sola y no dependa de mamá ni de nadie para llevarla, pero que pena!, el que necesitara ayuda para ir al baño era la última cosa de bebé que aún le quedaba.

Entonces mentalmente repasé todas las cosas de bebé ya superadas: ya no usa pañal, ni de día, ni de noche, no toma biberón, el chupón es historia hace tiempo, duerme sola de tirón toda la noche, puede comer sola también, habla y se le entiende todo... en suma ya es una niña grande!! Y no pude dejar de sentir nostalgia de la bebé que fue alguna vez.

Así somos las mamás de contradictorias. Cuando estás cansada de llevar un cargamento de cosas cada vez que sales con tu bebé a la calle, pañales, biberones, mudas de ropa, te preguntas cuándo será más fácil todo, cuando ya no das más de fatiga por falta de sueño, cuándo podrá dormir toda la noche de corrido, cuando estás en el supermercado, viendo que los pañales han subido de precio, cuándo dejará los pañales, pero cuando finalmente tienes todo eso con lo que soñabas, "¡ay qué pena, qué rápido pasó el tiempo, ¡cómo quisiera que siguiera siendo un bebé!".

Me ha sucedido que cuando mis dos hijas mayores eran pequeñas y dejaban atrás la teta, el biberón, el chupón, los pañales, etc, no me invadía la tristeza como lo experimento ahora con la última de mis hijas. Con las mayores el deshacerme de los biberones era bueno, significaba reconquistar espacios en los gabinetes, y el no tener que comprar más pañales, representaba un ahorro significativo al presupuesto familiar.

Con la menor, creo que mi primera reacción es querer alargarle los tiempos. Por ejemplo, a las dos mayores las amamanté hasta los 12 meses cumplidos, pero con la tercera prolongué la lactancia hasta los 13 meses. Creo que el destete me costó más a mí que a ella.

Creo que esto es porque al ser la última de mis hijas, y al ser yo consciente que ya no voy a tener más hijos por decisión propia, me entristece pensar que ya no voy a tener más a una bebé en la casa, y que antes que me de cuenta va a estar del tamaño de sus hermanas de 11 y 9 años.

En estos tres últimos años, ha habido varios momentos que me han dado particular nostalgia y pena de que mi gordita crezca, pero qué le voy hacer, es la ley de la vida, y el tiempo pasa demasiado rápido. Mal haría yo en no dejar que evolucione y crezca, que siguiera dándole la leche en biberón, y siguiera poniéndole pañales y siguiera criándola como una bebé.

Creo que eso perjudicaría a cualquier niño en su autoestima, por ejemplo al ver el niño que sus compañeros del nido ya no usan pañales y no toman biberón. Tampoco contribuiría en nada a un desarrollo de su autonomía. Algunos niños a los 3 años son capaces de señalar y de hacer comentarios directos que pueden incomodar: "¿todavía tomas biberón?", "¿usas pañal?".

A mí los momentos que me generaron una lucha interna entre avanzar y dejar atrás, o más bien prolongar y mantener las cosas tal cual, fueron estos:

1. EL DESTETE. Creo que para algunas mamás el destete nos puede ser tan doloroso como para el niño. Con mis dos hijas mayores hice el plan de destetarlas al año de edad, y así fue, sin sufrimientos. Un día estaban tan distraídas que se olvidaron de la teta y no más la pidieron. Con la tercera de mis hijas planeé hacer lo mismo y a la misma edad, pero llegado el momento, yo no podía! Pensaba en que sería la última vez que gozaría de esa conexión tan íntima y sublime que es el momento de amamantar a tu hija, que no más disfrutaría de ver su mirada tan calma y en paz como cuando tomaba la teta, y que ya no más me sentiría tan en sintonía primitiva con la naturaleza en mi condición de hembra que amamanta a su cría. Al final prolongué la lactancia de mi hija menor casi un mes más de la meta que inicialmente me había puesto, y lo hice aprovechando una gripe que me dio y que me obligó a tomar medicinas.

2. QUITAR EL CHUPON. Deshacerse de los chupones, esos aparatitos que fueron tan indispensables para apaciguar a tu bebé o mantenerlo tranquilo, también nos puede dar tristeza a las mamás, especialmente porque los bebitos se ven tan tiernos con él, sobretodo cuando hacen ese movimiento instintivo de succión "chup, chup, chup". Yo he conservado uno de los chupones de mi gorda como recuerdo. Cuando ella lo encuentra, se emociona "mi chupón!!", pero no se lo mete a la boca, sabe bien que su etapa de bebé ya terminó.

bebé con chupón - portriplepartida.blogspot.com

3. QUITAR EL BIBERON. Deshacerme de los biberones de mi enana y pasar al vaso de entrenamiento también me dio algo de pena igual que con los chupones, y cuando finalmente lo hice, ella se resistió un tiempo a tomar leche en vaso entrenador, era como si tuviera una asociación tan fuerte de la leche con el biberón, que si no había biberón, no quería la leche. Ah, y también me he guardado un biberón de recuerdo, y cada vez que mi hija lo encuentra, lo mira y lo examina con alegría como recordando lindos momentos del pasado.

4. CAMBIAR EL COCHE CUNA. Cuando tuve que buscar un coche bastón para mi gorda porque ella ya tenía más de un año, y además porque el coche bastón es más ligero y fácil de transportar, me quedé mirando el coche cuna y pensaba: "¿Esto es todo?", "¿se acabó ya?", ¿ya no lo necesitará realmente? ¿Tan rápido dejó de ser bebé?". Y mientras pensaba qué hacer con el coche cuna, hasta se me ocurrió quedármelo como recuerdo! Finalmente lo vendí, pero con mucha nostalgia de por medio.

5. PASAR A LA CAMA GRANDE. Yo no tenía mucho apuro en cambiar a mi hija menor de la cuna a la cama grande, total pensaba por lo menos hasta los tres años podría caber en la cuna sin problemas, además no había ninguna perspectiva de hermanitos que vinieran después de ella, ¿por qué no?. Ya había decidido que siguiera durmiendo en cuna, ella tenía dos años y medio de edad, pero la psicóloga del nido al que asistía me dijo que ya era tiempo que la cambiara a una cama grande. Entonces decidí hacerle caso, pero cuando la cuna salió de la habitación de mi peque, me dio mucha pena, y me pasé algún tiempo suspirando de nostalgia cada vez que veía cunas en avisos publicitarios.

Cerrar la  etapa de bebé en la vida de nuestros hijos nos puede causar a las mamás mucha nostalgia, en mayor o menor grado. Como lo mencioné antes, lo he sentido mucho con mi hija menor, y eso fue algo nuevo para mí.

Y tú, mamá, ¿qué actitud tienes ante el crecimiento de tu bebé? ¿Te asalta la pena y la nostalgia? O quizás más bien te sientes aliviada de cerrar etapas? Cuéntame.

Un abrazo.

Carla


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domingo, 12 de marzo de 2017

¿Sabías qué es la caries del biberón?

Cuando mi hija menor tenía 10 meses, su pediatra notó algo al examinarla durante su chequeo mensual, que sus dientecitos frontales lucían puntiagudos. Yo como mamá me había percatado de eso, pero no pensé que había algo fuera de lo normal, simplemente pensé que esa era la forma de sus dientes.

Bebe con cepillo de dientes - portriplepartida.blogspot.com

"¿Duerme con el biberón?", me preguntó el doctor. Bueno, sí, le respondí. Yo le daba el biberón antes de acostarla. Ella terminaba de tomarlo ya estando dormida, y luego yo la pasaba a su cuna. Igual hice con sus hermanas cuando fueron bebés.

"Tiene caries del biberón", me dijo su pediatra. "Quééé?", yo estaba totalmente incrédula, si sus hermanas mayores nunca habían tenido eso! El doctor me explicó que obviamente no todos los niños son iguales, unos tienen la saliva más ácida que otros y por eso desarrollan caries con mayor facilidad. Ver: Caries temprana en dientes de leche

Siempre había leído o escuchado que a partir de los 6 meses que les empiezan a brotar los dientes a los bebés, hay que vigilar su limpieza. De hecho yo tenía esos dedos de silicona con cerdas muy suaves para limpiarle los dientecitos, pero el momento en que menos se me ocurría usarlo era después de su último biberón.

Para mí como para otras mamás, el biberón de la noche era indispensable para hacerla dormir! Cuando lo terminaba y yo veía que ya estaba dormida, cantaba victoria, YES!!!! Pero a veces cantaba victoria demasiado rápido, todavía faltaba pasarla a la cuna. Tenía toda una técnica para que el acostarla en la cuna fuera lo más suave del mundo y que no se me despertara.

Pero ahí no terminaba la cosa, todavía tenía que salir de su habitación con pasos sigilosos cual gato, y luego debía cerrar la puerta lo más delicadamente posible. Una vez afuera, suspiraba con alivio, pero, y si por casualidad cometía el más mínimo error -patear un juguete en el suelo, o que la puerta se me cerrara demasiado fuerte- la bebé se despertaba y tenía que hacerla dormir otra vez.

Es lo peor que puede sucederle a una mamá que está muerta de cansancio, que tenga que repetir la rutina de dormir al bebé dos o más veces. ¿Por qué será que los bebés, o la mayoría de bebés, tienen el sueño tan ligero, que se despiertan al menor ruido?

Entonces, como muchas mamás comprenderán, limpiar sus dientes después de tomar biberón en la noche era algo que, negligentemente a decir verdad, yo pasaba por alto. Hacerle una limpieza bucal, hubiera significado despertarla, y la única forma que conocía para que durmiera era con el biberón. Además pensaba que no había peligro porque así también lo había hecho con sus hermanas mayores y no habían tenido problemas de caries.

El pediatra me recomendó entonces a una odontóloga especializada en bebés y niños pequeños para que me orientara sobre el problema de la caries de mi hijita. Yo saqué una cita con ella y llevé a mi gorda. Recuerdo la técnica que tenía esta doctora para examinar la dentadura de los bebés y evitar que se asustaran y empezaran a llorar.

Me dijo que me sentara frente a ella, sus rodillas chocaban con las mías, y que sentara a mi bebé y la sostuviera en mis piernas mirando hacia mí. Entonces ella me indicó que echara a mi bebé sobre su espaldita de manera que la cabeza de mi gorda quedara en su regazo. En un instante y súper rápido tomó la cabeza de mi bebé abrió su boca, y examinó su dentadura. Listo, me dijo. Todo fue tan rápido y sorpresivo para mi hijita que ni tuvo tiempo de llorar.

Me confirmó que tenía caries del biberón, y la evidencia era que los bordes de sus dos dientecitos frontales lucían erosionados en una curvatura en forma de arco. Me explicó que el tratamiento para evitar que la caries siga avanzando iba a tomar varias sesiones, y me dio el nombre del tratamiento, pero no lo  recuerdo. A mí me sonó muy serio todo y me entraron dudas de si someter a mi bebé a esos procedimientos.

Caries del biberón - portriplepartida.blogspot.com
Caries del biberón
Entonces decidí buscar una segunda opinión. Llevé a mi hijita a la misma clínica dental adonde llevaba a mis hijas mayores y la atendió la misma doctora que veía a sus hermanas. Ella me indicó que era importante evitar que la caries siguiera avanzando porque esos dientes de leche tenían que durarle hasta que le brotaran los dientes permanentes, o sea hasta los 5 o 6 años. Uff me sonó a mucho tiempo, recuerden que ella tenía solo 10 meses. Pero la doctora no mencionó ningún tratamiento raro como la primera odontóloga sino una rutina de limpieza que me iba a explicar cómo hacer.

Consistía en cepillar sus dientecitos con una pasta dental libre de flúor en cantidad mínima, y luego sacar los restos de la pasta dental pasando por sus dientes una gasa especial quirúrgica embebida en una solución de agua hervida fría y agua oxigenada, en proporción de una medida de agua oxigenada por dos de agua hervida. La gasa quirúrgica nunca la conseguí, yo usé un paño de algodón y funcionó bien.

Así limpié sus dientes a partir de entonces, por supuesto que tuve que enseñar a dormir a mi bebé de otra forma que no fuera con el biberón. Cuando terminaba el biberón, procedía a limpiarle los dientes como me habían explicado, y luego la ponía a escuchar música clásica relajante para bebés mientras la sostenía en mi regazo. Luego ya dormida la pasaba a la cuna.

Dos años después, puedo decir que esa rutina de limpieza de dientes fue un éxito. La caries no avanzó más. Hace unas semanas llevé a mi peque a su primera visita al dentista (me pasé un año porque en realidad recomiendan llevar a los niños al dentista a los 2 años) y la misma doctora que la vió bebé, me dijo que no tenía ninguna otra caries.

Yo seguí la rutina de limpieza con el agua oxigenada solo hasta que mi hija aprendió a escupir. Actualmente le lavo los dientes con pastas dentales libres de flúor y orgánicas, como la de la marca Weleda, que la venden aquí, o Tom's que la traemos de Estados Unidos, o encargo que me la traigan de allá.

¿Cómo evitar la caries del biberón?

Aunque no todos los bebés desarrollan la caries del biberón, hay modos cómo las mamás podemos evitar el riesgo:

1. No des al bebé jugos o bebidas azucaradas en el biberón, ni le dejes usarlo como un chupón. Siempre será mejor un biberón con agua, que ayuda a limpiar su boca.

2. No impregnar de cosas dulces el chupón, como almíbares o miel.

3. No dejar dormir al bebé con un biberón con leche maternizada, o jugo. Cuando duermen, no tragan la saliva con la misma frecuencia que cuando están despiertos, entonces cualquier bebida dulce que haya tomado estará en su boca por más tiempo.

4. Limpiar la boca y dientes del bebé con un paño húmedo después de administrarle una medicina en jarabe, esto porque la mayoría de jarabes para niños son muy dulces y si permanecen en su boca especialmente después de caer dormido, favorecerá la aparición de caries.

5. Cuando ya sea mayor de un año, introduce a tu bebé las tazas o vasitos de entrenamiento.

6. Desde que brotan los primeros dientes, haz la limpieza bucal de tu bebé con unos dedos de silicona o cepillos suaves para bebés sin usar pasta dental porque se la tragan. A partir de los dos años puedes usar pasta dental que no contenga flúor, esto porque como no dominan el acto de escupir se tragan la pasta dental, y si esta tuviera flúor en su composición, puede ocasionar a la larga fluorosis, que se manifiesta con manchas en los dientes.

En épocas pasadas, no se prestaba mucha importancia al cuidado de los llamados dientes de leche porque se consideraba que siendo temporales no había problema de que terminaran con caries pues de todas maneras iban a caer para dar paso a los dientes definitivos.

Yo misma recuerdo que a los cinco años aproximadamente me llevaron al dentista por primera vez y ya para entonces tenía una cantidad increíble de dientes con caries. Me los hicieron curar todos y para mí fue una experiencia espantosa. A raíz de eso, por años le tuve horror a la fresa o torno del dentista.

Hoy se sabe que un diente de leche con caries puede contaminar la pulpa dental de los dientes definitivos, por eso es importante cuidarlos por la salud bucal futura. De otro lado, una caries profunda en un diente de leche podría causar molestias y dolor, y la curación de un diente con caries en un niño pequeño supone muchas dificultades.

Una vez leí un reportaje sobre el uso de anestesia general para curar las caries en niños menores de 3 años. Me pareció de locos. Obviamente por ser niños tan pequeños tienen miedo, lloran mucho, y no están dispuestos a tolerar tranquilos un procedimiento semejante (uso de la fresa, mantener la boca abierta, etc) entonces el único modo posible de curarles los dientes era dormirlos.

Así que mamás estemos atentas, cuidemos los dientes de nuestros pequeños para evitar caries a muy temprana edad o problemas mayores. Muchas gracias por leer!

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domingo, 5 de marzo de 2017

¿Indecisa de a qué edad llevar a tu hijo al nido?

Antes de ser mamá, me parecía una barbaridad que los niños entraran al nido poco después de cumplir un año de edad. Me parecía una tendencia loca esa de inscribir a los niños cada vez más temprano en los nidos y yo me dije que nunca metería a un hijo mío al nido antes de los 3 años.


Niños en guarderia - portriplepartida@blogspot.com

 Pero, nunca debemos decir nunca, al final terminé haciendo todo lo contrario. Mi gorda de 3 años iniciará su tercer año de nido, lo que significa que es ya toda una veterana de los nidos. Y lo mismo fue con mis dos hijas mayores, o sea mis tres hijas entraron al nido antes de cumplir los 2 años de edad.

Entonces, yo diría que cada mamá que se hace la pregunta de a qué edad llevar a su bebé al nido, tiene que evaluar su caso en particular. Les cuento mi experiencia y el por qué cambié de opinión y decidí llevar a mis hijas muy pequeñas al nido.

Un día recibí en casa la visita de una colega y amiga, mamá de un niño de 5 años y de un bebé de poco más de un año, que tenía entonces la misma edad de mi hija mayor. Los dos hermanitos visitantes se pusieron a jugar de inmediato en el jardín, y mi hijita se limitó a mirarlos de lejos.

Mi gorda no se unía al juego, ni siquiera se ponía a jugar sola, no corría ni reía, estaba en plan de observación nada más. Mientras, los otros niños lucían relajados y dueños del espacio de juego, ella parecía inhibida.

“Algo está verdaderamente mal aquí”, me dije. Después de ese día, me puse a pensar en la explicación para el comportamiento de mi peque. Claro, mi pobre hija se la pasaba todo el día con su nana mientras su papá y yo trabajábamos. La nana era una buena chica, pero no precisamente comunicativa o de personalidad alegre y juguetona que estimulara a mi bebé.

Mi hija no tenía hermanos, ni primos de su edad ni vecinitos con quienes compartir y jugar. En suma, no tenía ocasiones de socializar con otros niños. Entonces me quedó claro que necesitaba ir a un nido. Así que después de las vacaciones de medio año, visité el nido que estaba más cerca de mi casa y hablé con la directora. Justo se había abierto un nuevo salón para niños de año y medio a dos años.

La directora, una señora mayor, era simpatiquísima, un amor de persona, y me dio toda la confianza y seguridad para probar de llevar a mi gorda a su nido. Obviamente pregunté lo que a todas las mamás les preocupa, de cómo es el proceso de adaptación, y si iba a poder quedarme con mi hija hasta que estuviera suficientemente confiada para quedarse sola.

Sí, fue la respuesta, yo iba a poder quedarme dos semanas con ella. Perfecto, me dije, y sin más dudas la inscribí en el nido cuando tenía un año y cinco meses.

Antes de las dos semanas, mi hija estuvo totalmente adaptada. Al comienzo, claro, ella no quería separarse de mamá. Luego, cuando empezó a concentrarse en el juego y a olvidarse de mí, yo me alejaba, y la observaba de lejos. Pero a veces se percataba de que yo no estaba cerca, y se ponía a llorar, entonces yo regresaba a consolarla. Y así hasta que ya no necesitó más cerciorarse de que yo estaba con ella, y ya se quedó tranquila y feliz.

El cambio que dio mi hija fue muy notorio, de mostrarse tímida, como asustadiza, pasó a jugar alegremente con otros niños y a divertirse. Y no solo eso, sino que cuando regresaba del nido a la casa lo hacía feliz, cantando o tarareando las canciones que le habían enseñado.

Con mi segunda hija, pensé que no sería necesario que la metiera al nido muy pequeña porque compañía y estimulación no le faltaban ya que tenía a su hermanita dos años mayor, y todo aprendía de ella. Pero al final sí la inscribí en el nido porque quería ir con su hermana. Cada mañana cuando veía a su hermanita mayor salir de la casa con su lonchera y una pequeña mochila para ir al nido, ella moría por ir también!.

La segunda entró al nido con un año y 7 meses y su adaptación fue instantánea, solo la acompañé en el aula todo el tiempo el primer día. Al segundo día, la dejé en el salón, pero permanecí en el nido mirándola de lejos y ocultándome por indicación de la profesora, y al tercer día ya no fue necesario que me quedara. Mi gorda estaba totalmente adaptada.

Con mi tercera hija, se repitió lo mismo que con la primera. Como sus dos hermanas mayores ya estudiaban la primaria en el colegio, ella se quedaba conmigo toda la mañana en casa. Sin hermanitos para jugar, consideré que lo mejor sería que fuera al nido para que aprendiera a socializar con niños de su edad.

Ella tenía un año y 5 meses cuando inició el nido. Recuerdo de ese primer día que cuando llegamos al aula, la mayoría de niños ya estaba ahí con sus mamás. También estaba la profesora y tres ayudantes, porque tratándose de bebés, (el más chiquito tenía un año y 3 meses), es clave que la profesora tenga suficiente ayuda para vigilar bien a todos.

Apenas entramos al salón mi gorda empezó a llorar. Era la única de todos los niños que lloraba, los demás jugaban con sus mamás y los juguetes que tenían a su disposición, y lucían tranquilos y relajados. La mía en cambio estaba prendida de mí, y no quería soltarme. Cada vez que se acercaba una ayudante de la profe y le hablaba, mi hija lloraba más fuerte, y rechazaba todos los juguetes que le ofrecían para entretenerla.

Esto sí que era nuevo para mí. Mis dos hijas mayores nunca hicieron escenas así en el nido. No pude evitarlo pero me sentí avergonzada. Todo el tiempo que duró esa primera sesión introductoria del nido, ella estuvo llorosa y aferrada a mí, y no quería que nadie extraño se acercara a ella ni que le hablara.

Ahora rememorando ese primer día, creo que lo que la estresó fue que hubiera mucha gente en el salón y mucho ruido. Al día siguiente, hubo más tranquilidad y ella ya no lloró, yo la acompañé todo el tiempo. Al tercer día ya empecé a alejarme y ella no se asustaba, se entretenía con los juguetes y se olvidaba de mí. Al cabo de una semana, ya estaba totalmente adaptada.

Lo curioso fue que ella fue de los niños que más rápido se adaptó, pese a ese primer día un poco accidentado que tuvo. Al siguiente año regresó al nido con dos años ya, y no tuvo ningún problema de adaptación.

Ahora en este nuevo año que iniciará no debería tampoco haber ningún problema, salvo que me sorprenda, pero realmente lo dudo, pues ya tiene 3 años y la que lloró todo el primer día de nido, ha resultado ser muy sociable. Desde hace días me repite que quiere ir al nido, que quiere ver a sus amigas y amigos.

Entonces si me preguntan a mí por mi experiencia con mis hijas en el nido, yo les diría que ha sido genial. Lo recomiendo. Creo que el nido ayuda mucho a nuestros hijos en el tema de la socialización y en el tema del juego que es importantísimo para estimular el desarrollo cognitivo.

Los niños entre 0 y 3 años son verdaderas esponjas, y toda la estimulación a través del juego que se les pueda brindar va a redundar en un desarrollo más pleno de sus capacidades. Pero muchas veces las mamás no tenemos el tiempo necesario para dedicarlo a jugar con nuestros hijos, y es ahí cuando el nido nos puede ayudar.

En los nidos hacen experimentar a los niños con sus manos, jugando con plastelinas, con arcilla, o cerámica en frío, les hacen jugar con témperas, ejercitan su motricidad fina, haciéndoles rasgar papel, o haciéndoles hacer bolitas de papel, trazos con lápices o crayolas. También les enseñan canciones, rimas, que bailen, etc.

En los nidos además aprenden sus primeras habilidades sociales, a esperar su turno, a compartir los juguetes, o a compartir algunos alimentos de la lonchera.

Si estás buscando un nido para tu hijo o hija, estos son los aspectos que en mi opinión son los más importantes a la hora de escoger uno.

1.      Que la profesora sea experimentada. Esto es importante sobretodo cuando se trata de los niños más chiquitos que por primera vez entran al nido. Una miss con experiencia no solo tiene un manejo excelente para hacer sentir a los niños a gusto y seguros, sino también va a saber contener a las mamás. Sí, las mamás también necesitan contención. Una mamá nerviosa o insegura de separarse de su bebé, le trasmite toda esa inseguridad al niño. ¿Cómo el niño se va a quedar tranquilo en el salón, si ve en los ojos de su mamá que ella está insegura y temerosa de dejarlo? Ahí es cuando entran a tallar las misses experimentadas, ellas saben cómo trasmitirle a la mamá angustiada que su niño va a estar bien y lo mismo al niño. Ellas cumplen en ese momento el rol de “despegar” al hijo de la madre. He tenido experiencia con misses experimentadas y otra que no lo era, y he visto que los procesos de adaptación de los niños fueron mucho más cortos cuando la miss tenía mucha experiencia.

2.   Que el nido tenga previsto un tiempo de adaptación para los niños. En este tiempo a las mamás se les permite acompañarlos en el salón mientras van ganando confianza, y luego progresivamente van dejándolos por momentos hasta que están completamente adaptados y listos para quedarse solos.

3.      Que el nido tenga aulas amplias con buena luz natural y ventilación. Para que tu bebé esté a gusto en un nuevo lugar que no es su hogar, al menos debe encontrar agradable su salón de clases donde pasará toda la mañana.

4.      Que el patio de juegos sea atractivo con equipos en buen estado y buen mantenimiento, así como que tenga lugares con sombra para proteger a los niños del intenso sol y calor.

5.      Que puedas contar con asesoría de una psicóloga en el caso que necesites consultar algunos temas como por ejemplo, dificultades de adaptación, o agresividad, o excesiva timidez, etc.

6.      Que sean flexibles en cuanto a horarios. Ya que se trata de niños pequeños, siempre existen imprevistos que pueden impedirte llegar a la hora indicada, como que se despertó más tarde, que hizo una rabieta justo cuando iban a salir con rumbo al nido, que se hizo pis en el pantalón, o caca en el pañal, etc.

7.      Que el nido quede cerca de tu casa. En estos tiempos que el tráfico es una locura y que ir al trabajo o algún otro sitio es un estrés total, es una gran cosa que el nido de tu pequeño quede a solo unas cuadras de tu casa o a pocos minutos de trayecto en auto. Así nuestros hijos llegan contentos al nido sin tiempo para aburrirse en el carro o ponerse de malhumor, y lo mismo cuando regresan a casa.

Espero que mi experiencia les sirva al momento de tomar una decisión, y a todas las mamás que ya tienen hijos en el nido, les deseo un súper y divertido año. Yo trataré de gozarlo al máximo porque este será el último año de nido de mi gorda, y me da nostalgia pensar que cerraremos una etapa tan tierna e inolvidable de la vida como son los años en el nido.