martes, 15 de noviembre de 2016

Cinco razones para no darle un teléfono celular a mi hija

En estos tiempos, los smartphones forman parte importante de nuestras vidas, y de qué forma! ¿Acaso no nos sentimos desamparados cuando nos robaron el celular, o lo perdimos, o lo dejamos olvidado en la casa? Es como que sin un teléfono celular no podemos vivir o se nos complica demasiado la vida. Pero, ¿nuestro hijo o hija de 10 años necesita tener un smartphone?

Niña con celular - portriplepartida.blogspot.com


Desde el año pasado, he visto que varias compañeras de colegio de mi hija de quinto grado ya tienen teléfonos celulares de su uso personal. Al parecer, para algunos madres y padres, 10 años es una edad adecuada para regalar a sus hijos un smartphone. Lo que no me queda claro es, si es iniciativa de los padres dárselos, o es que los niños los piden.

En el caso de mi hija, ella no me ha pedido un teléfono celular y dudo que lo vaya a hacer porque desde que era pequeñita vengo machacándole mensajes contra el uso de celulares por parte de los niños. Ella sabe que estoy en contra de ello por varios motivos, y ya lo asimiló y supongo que el día que me pida un celular será porque todos sus compañeros de colegio tendrán uno, y seguro no querrá ir contra la corriente.

Pero por ahora ella es parte de la mayoría que no tiene un celular propio frente a un grupo menor pero cada vez más grande, de los que sí tienen smartphones y chatean en el Whatsapp y comparten fotos, vídeos o hacen planes, o juegan con aplicaciones como Snapchat, esa que te permite alterar o distorsionar tu rostro, o que le agrega a tu cara orejas, hocico y lengua de perro o gato.

Yo creo que algo debe estar mal cuando niñas menores de 11 años que podrían estar corriendo y saltando, o jugando a la chapada o matagente, llegan a una fiesta de cumpleaños, y lo primero que hacen es sentarse en el sofá a ponerse a mirar las pantallas de sus celulares, o se ponen a chatear entre ellas sentadas al costado una de la otra.

Hace poco estuvimos en un almuerzo, donde había una niña de 10 años que tenía un smartphone. Cuando fue la hora de almorzar, la niña se sentó a la mesa con los demás niños sin despegar la vista de su teléfono. Mis hijas la miraban, pero la niña no se enteraba, seguía concentrada en el celular, y no hablaba con nadie.

Más tarde, todos los niños se pusieron de acuerdo para jugar, incluida la niña del smartphone, y mis hijas me comentaron que la chiquita había cambiado completamente cuando dejó de lado su teléfono. No era indiferente ni apática, sino amistosa y divertida.

Eso es lo que causan los teléfonos celulares, que nos aislemos del resto de la gente. Cuando estás concentrada en tu celular, no prestas atención a lo que te está diciendo tu marido, cuando estás contestando esos mensajes de Whatsapp, no estás escuchando que tu hijo está pidiéndote algo. Pero como dije al principio, para los adultos el celular es una herramienta que se ha vuelto indispensable en nuestras vidas, pero obviamente no para un niño.

Entonces, ¿les damos celulares o no?

Yo tengo cinco razones para no querer hacerlo y son éstas:

1. Los menores de 12 años son más vulnerables a las radiaciones emitidas por los teléfonos celulares.

Ya en el 2011 la Organización Mundial de la Salud calificó a los teléfonos celulares y otros dispositivos electrónicos como "posibles carcinógenos". Aunque no está demostrado con certeza que el uso de celulares cause cáncer, el riesgo para los niños sería mayor ya que sus cráneos son más delgados que los de un adulto, por lo que la radiación que emiten estos aparatos penetra con mayor facilidad y fuerza en sus cerebros. No es por nada que los neurólogos recomiendan no pasar mucho tiempo hablando con el celular pegado en el oído. Incluso algunos manuales de uso de teléfonos móviles indican al usuario evitar tener el aparato pegado al oído cuando el teléfono está buscando establecer la llamada, ya que en ese momento es cuando la radiación es más intensa.

2. Alientas una menor comunicación con tu hijo.

Dar a tu hijo un celular con todos sus servicios, llamadas ilimitadas, Whatsapp, internet, etc, es realmente empezar a poner los ladrillos de la futura pared que habrá entre tú y él. Suena exagerado, pero no lo es. He visto esta escena llegando al colegio de mi hija: Dentro de un carro una mamá concentrada en su celular, y atrás a su hija, una niña de unos 10 años, también con la mirada fija en su teléfono. Cada una en su mundo, cero comunicación. Esto es moneda corriente en chicos y chicas mayores, de 13, 14 años, que como todos los adolescentes encuentran más atractivo chatear con sus amigos que conversar o escuchar a sus padres, pero en un niño de 10? ¿Por qué perder esos años de comunicación en la infancia de tu hijo dándole un aparato que contribuirá a que se aisle de tí?

3. Un celular es una poderosa distracción para los niños.

En vez de estudiar, o leer o hacer las tareas escolares, ¿qué niño no se sentiría tentado de agarrar su celular y ponerse a chatear con sus amigos, o jugar con el Snapchat o sacarse selfies y compartirlos con sus grupos de chat?.

4. Estar pegado al celular contribuye al sedentarismo y obesidad infantil.

El actual estilo de vida o nuestra realidad cotidiana hace que nuestros niños tengan menos actividad física que décadas atrás. En los años 70 y 80 por ejemplo, los niños paraban jugando en la calle con sus amigos del barrio y regresaban a casa sucios, sudorosos y cansados después de haber gastado muchísima energía. Hoy en día, por el tema de la inseguridad ciudadana, esto ya no es posible, entonces nuestros niños hacen menos actividad física y si a esto le agregamos que pasan mucho tiempo prendidos del celular o de los videojuegos u otros dispositivos electrónicos, entonces tendremos chicos sedentarios y con tendencia a subir de peso. Según la Organización Panamericana de la Salud, Perú se ubica en el octavo lugar del mundo en el ránking de obesidad infantil, al igual que países como Chile y México, y esto debido a una dieta rica en grasas y al sedentarismo.

5. Con el uso del celular se puede dar inicio al cyberbulling por parte de los niños.

Con un celular de uso personal y a libre disposición todo el tiempo, los niños pueden verse introducidos en actividades de cyberbulling, basta que a uno del grupo se le ocurra la idea. El año pasado, un grupo de niñas de cuarto grado del colegio de mi hija, que ya disponían de teléfonos celulares, crearon un grupo de chat al que llamaron "Anti XXX", poniendo el nombre de una niña de su promoción con la que no simpatizaban. No solo eso, sino que invitaban a otras niñas con celulares a unirse al chat "anti". ¿Whaaat? Este año, ya en quinto grado, siendo un número mucho mayor de niños con celulares, los chicos han creado un grupo de chat de la promoción, donde intercambian fotos y vídeos de las fiestas de cumpleaños a las que asisten. Incluso he sabido de un vídeo compartido, a manera de chacota, que no fue del agrado del protagonista de la grabación. Lo paradójico es que como se trata de celulares de uso personal de los niños, las mamás no tenemos acceso a lo que comparten o de lo que hablan, pues ya parece que esas cosas pertenecen a la "privacidad" de niños de 11 años y menos.

Estas son mis cinco principales razones para no darle un celular a mi hija, pero por supuesto que hay más, entre ellas, que se pueden generar adicciones a los smartphones, o que tu hijo o hija tenga trastornos de sueño por acostumbrase a revisar su celular antes de dormir. En lo personal, yo me he impuesto como regla nunca revisar mi celular durante la noche, porque me he dado cuenta que simplemente me quita el sueño.

Entonces yo lo decidí así, y creo que por el momento mi hija no se pierde de nada por no tener un teléfono celular. El próximo año, cuando cumpla 12 años, quizás empiece a considerarlo, pero no por convencimiento sino más bien por necesidad, porque tendrá múltiples actividades escolares que le demandarán más independencia, y necesitaremos estar conectadas.

Sin embargo, si me decido a darle un teléfono celular, será uno con el servicio más básico, nada de Internet ilimitado por ejemplo. Son niños, y creo que debemos tenerlos supervisados y controlados aún.

viernes, 4 de noviembre de 2016

¡Ay mamá loca!

Mi chiquitina, la bebé de la familia, cumplió 3 años, es decir oficialmente dejó de ser una infante para pasar a ser una niña pequeña. Si algún rasgo de bebé aún tenía medio año atrás, -ese resistirse a dejar el chupón o los pañales- ahora es tiempo pasado y olvidado. Hoy nos corrige cada vez que nos referimos a ella como "la bebe": "No soy bebé, soy niña!".


Si antes me atacaba la pena y nostalgia porque mi gorda estaba dejando de ser bebé, ahora que tiene 3 años, creo que ya me acostumbré a la idea de que la bebita se fue, y de que hoy tengo ante mí a esta pequeña avasalladora, mandona y con una lengua que no para!.

Y es extraordinario. Hoy mi enana HABLA -no como hace un año en que su lenguaje era muy limitado, o hace año y medio, en que prácticamente era muda- y qué maravilla es descubrir, a través de las cosas que dice, cómo se va perfilando su personalidad, como va definiendo su autonomía, y cómo se expresa su inteligencia.

Ya me ha sacado de cuadro varias veces, especialmente cuando no le damos gusto en algo: "Estoy molesta, me voy a ir a vivir con mis abuelitos". O aquella vez que le apagué la tele porque ya había tenido suficiente de Netflix, y me dijo: "Si no me pones Micky Mouse, me voy al nido solita!"

Ah, pero esta me encanta: cuando no le dejo hacer algo o le doy una orden que no le gusta, me dice: "Ay, mamá loca!!". Y me causa gracia porque ninguna de mis dos hijas mayores me habían adjetivado así cuando tenían su edad!.

Bueno, esos son los momentos en que mi gorda verbaliza sus enojos, pero no todos son así. Hay momentos en que los berrinches y rabietas la toman por asalto y se vuelve un huracán, se tira al suelo, patalea, tira las cosas al piso, o su plato de comida, o la agarra a lapos contra sus hermanas de 9 y 11.

Sí, los "terribles dos años" no quedan ahí, se prolongan a los "terribles tres años", y yo diría que son más terribles, porque los niños de 3 ya pueden expresarse bien, y su pataleta no se limita a llantos sino que ahora le agregan mensajes a gritos bien claros: "No quierooooo!", "no me gustaaa!", "No quiero agua, quiero jugooooo!", "No quiero pollo!, quiero papas fritas, dame papas fritas, quiero papas fritas, no quiero polloooo!!!".

A los 3 años, estos pequeños seres se sienten el centro del universo, no hay nada que pueda ser más importante que sus deseos o necesidades. "Mamá está cansada, amor, espérate un ratito" -"Noo! Quiero ir a jugar!", "Solo un ratito", NOOO!"

Y cuando el sábado a las 5:45 am quiere ir a despertar a sus hermanas para jugar "Quiero ir al cuarto de mis hermanas" -"Están durmiendo todavía, déjalas dormir" - "Nooo, quiero ver a mis hermanas, quiero ir al cuarto de mis hermanas". "Están cansadas, han tenido toda una semana larga de colegio, que duerman más, luego vas" -No! Buuuaaaaaa!

A veces me quedo observando sus actitudes, mi gorda se mueve como una pequeña reina por toda la casa, dando órdenes a diestra y siniestra, a su nana, a sus hermanas, a su papá o a mí. Un día me pasó algo curioso, mientras la observaba tuve una sensación de deja vu, como si me estuviera mirando en un espejo del pasado.

¿Acaso yo era así a esa edad?. ¿Tenía esas actitudes de querer dominarlo todo? Tan intrigada me quedé que a la primera oportunidad que tuve, pregunté a mis papás si yo había sido así a los 3 años de edad. "No, me respondió mi mamá. "Tú eras tranquila".

Bueno, definitivamente yo no fui una niña traviesa, para nada, pero creo que sí tenía unos aires dominantes. Eso explicaría un hecho que me ocurrió justamente cuando tenía tres años.

Un día estaba jugando con los demás niños del barrio en la puerta de mi casa, y ví que habían dos niños montando bicicleta, eran unos años mayores que yo, quizás tendrían 5, 6 o 7 años. Qué se me habría metido en la cabeza a mí, el caso es que decidí que no quería que pasaran por donde yo estaba jugando con mis amiguitas, y me propuse detenerlos.

"Por acá no pasan", se los dije o lo pensé, entonces me paré en medio de su camino, extendiendo los brazos y separando las piernas, formando un aspa con el cuerpo. Tengo la imagen vívida de esos niños a varios metros de distancia y avanzando en su bicicleta, pedaleando fuerte, directo hacia mí. Yo estaba decidida a que no pasarían.

Y pasaron. Lo siguiente que recuerdo es sangre y gritos de mi mamá. Mi mamá hecha una furia por esos chiquillos que habían atropellado con la bicicleta a su hijita de 3 años. El mango del timón de la bicicleta me golpeó en la boca y casi arrancó uno de mis dientes. Mi mamá fue a hacerle un lío al papá de los chicos. Cómo habría terminado todo, no lo se, pero como eran otras épocas, seguro esos niños recibieron una buena tunda.

niña de 3 años - portriplepartida.blogspot.com

Volviendo a mi enana y sus pretensiones de reina, esta actitud suya no la comprenden sus hermanas mayores, y sobretodo no comprenden que no la corrija, que cuando la gorda no quiere prestarles algo, yo no lo reprenda, que cuando quiera salirse con la suya soberanamente, yo no le llame la atención.

Tengo que explicarles que su hermanita menor está en un proceso de evolución totalmente diferente al suyo, que a los 3 años los niños son totalmente egocéntricos, que ellas eran igualitas a la misma edad, que no puedo ser muy dura con ella, que todo toma su tiempo, y que tarde o temprano su mente va a evolucionar hacia una personita más solidaria y generosa, como lo son ellas ahora.

Esto es difícil de entender, sobretodo para mi hija mayor, que quiere tomar la iniciativa y corregir a su hermana, a veces duramente. Tengo que ponerle los puntos sobre las íes: "La mamá soy yo acá, y solo yo voy a corregir a su hermana cuando lo considere".

Y no soy permisiva con mi tercera hija, valga la aclaración. Me cuido de no engreírla o pasarle por alto cosas que no se las pasaba por alto a sus hermanas cuando eran pequeñitas. Mal haría yo en tratarla permisivamente solo por ser menor y luego que se convierta en una niñita malcriada y consentida.

Porque eso se nota. Yo noto cuando ciertos niños y niñas, amigos de mis hijas mayores, han sido criados extremadamente consentidos. Son niños sumamente exigentes, sin maneras ni modales como para agradecer, o pedir algo con un por favor, porque se sienten con derecho a todo o recibir todo, incluso de personas que no son sus propios padres.

Y es que el último hijo tiene todas las condiciones para convertirse en un tirano si lo dejamos. ¿A quien no se le cae la baba por el bebé de la familia? Todo lo que hace nos despierta ternura. Si dice algo medianamente chistoso, se le celebra, si llora porque se cayó, corremos a consolarle, si se molesta y nos mira con el ceño fruncido, nos hace gracia!

Si bien mencioné que no soy permisiva con mi peque, sí creo que soy más paciente que lo que era con sus hermanas. ¿Será que la maternidad con mi tercera hija me agarró con más madurez? O quizás chocheo más con ella porque es la última?

Solo se que a veces siento que me hace derretir y me la como a besos cuando estamos solitas (para no despertar los celos de las hermanas), o a veces me quedó observándola cuando va por toda la casa disfrazada de su princesa favorita, o me enternezco cuando, ataviada con un tutú, quiere imitar pasos de ballet.

Entonces recuerdo que sus hermanas hacían lo mismo. Lo había olvidado! ¿En qué momento dejaron de disfrazarse de princesas en la casa? ¿En qué momento dejaron de ponerse tutús y alas de mariposa para salir a retozar en el jardín jugando a ser haditas? Qué pena!, no me di cuenta cuando dejaron de hacerlo. El tiempo pasó y no me percaté, y recién cuando veo a su hermana de 3 años haciendo las mismas cosas, lo recuerdo y lo añoro.

Fue una época hermosa cuando mis dos hijas mayores, entonces unas piojitas de 5 y 3 años jugaban todo el tiempo juntas, correteaban, se perseguían, bailaban y cantaban y reían a carcajadas. Y lo triste es que no se repetirá más, pues ahora solo tengo a una piojita de 3 años. El ser la última y haber nacido después de varios años con respecto a su hermana del medio, la ha hecho muy independiente pues es capaz de entretenerse jugando sola por largos ratos sin molestar a nadie.

Pero cuando sus hermanas regresan del colegio, no hay nada que la emocione más que estar con ellas, y jugar en el cuarto de sus hermanas grandes. Después de su propio dormitorio, el cuarto de sus hermanas es su lugar preferido.

Y sus hermanas no la botan de su dormitorio como podrían hacer otras hermanas mayores, todo lo contrario, la integran y se convierten en un trío, y no hay nada que me ponga más contenta que ver a mis tres hijas pasando el tiempo juntas.

Como ya soy una mamá de dos niñas mayores y ya he vivido la mayor parte de su infancia, se que la etapa de los tres a los cinco años es una época bella en la vida de un niño. Por lo menos para mí es la mejor, sin ninguna duda. Es el momento en que se abre la comunicación verbal con tu peque, en que puedes conocer cómo razona, cómo evoluciona su pensamiento, cómo es su curiosidad por el mundo y las cosas que le rodean.

Cuando mi hija mayor era bebé, recuerdo que esperaba con ansias el momento en que hablara, en que pudiéramos mantener una conversación. Qué maravillosa se me hacía la perspectiva de poder conversar con mi hija!

Y ahora vuelvo a estar en esta etapa tan deliciosa con mi última hijita. Tiempo de cuentos de hadas y de princesas, de brujas y duendes, tiempo de volantines, de columpios y toboganes, tiempo de jugar a la chapada y a las escondidas, y pienso gozarla al máximo!.