jueves, 29 de diciembre de 2016

Propósitos para el 2017. ¡Feliz Año Nuevo!

Algunas personas suelen hacer cada fin de año una lista de propósitos para el año que se avecina, pero la verdad yo nunca he tomado esto como una tradición o ritual en mi vida. Lo que sí, cada año que se va, hago una introspección interna de lo vivido para agradecer por lo que recibí, por lo que logré, por lo que disfruté y lo que aprendí.


Definitivamente una de las cosas buenas del año que se va para mí ha sido haber empezado a escribir este blog y alimentarlo semana a semana. Recibí un gran regalo que son las más de 5000 visitas de personas que me han leído y supongo que eso significa haber logrado el interés de un círculo de madres y/o padres interesados en mis historias. De hecho disfruté muchísimo compartir mis vivencias como mamá, y aprendí a no desmayar, aunque algunas veces dudé sobre tener la suficiente constancia para seguir.

Me entusiasma el hecho de acercarme a cumplir un año escribiendo Mamá Por Triple Partida (en febrero), pues eso significaría que no perteneceré a ese grupo mayoritario de bloggers que tira la toalla en el primer año, y es que según las estadísticas, el 95% de blogs no llega al primer año de vida.

Mantener el entusiasmo es la clave, y en ello debo agradecer a todos quienes me leen por tomarse un tiempo para visitar la página, y también a los que me regalan un Me Gusta en Facebook. No hay mejor aliciente que ése para seguir. Sí me gustaría recibir algún tipo de feedback, pero supongo que eso llegará con el tiempo. Mientras tanto seguiré pensando en los temas para escribir, pero eso no debería preocuparme mucho porque realmente los niños son una fuente inagotable de temas.

Y bueno, para este nuevo año les cuento que he decidido hacer una lista de propósitos basándome en las demandas de mis hijas. Lo que piden por lo general es más tiempo de diversión juntas, es decir que dedique más de mi tiempo a jugar con ellas. Yo paso tiempo con las niñas y converso mucho con ellas, pero jugar realmente no es mi fortaleza, debo admitirlo. Entonces ésta es mi lista de propósitos:

1. Leerle más cuentos a mi gorda de 3 años. Casi todas las noches le leo un cuento, pero procuraré también hacer un tiempo a media tarde para sentarme con ella a leer. Es una de las cosas que más les gusta a los niños y es útil para estimularles desde pequeños el amor por la lectura. A mi hija mayor le leía cuentos religiosamente desde pequeñita, y hoy literalmente devora los libros. Con mi hija segunda fui un poco más relajada, y no se si eso tenga algo que ver, pero lo cierto es que le costó encontrarle el gusto a leer.

2. Llevar a mi peque al parque por lo menos 3 veces por semana. Este año, a principios del año escolar en el nido, me dijeron que notaban que debía reforzar su psicomotricidad gruesa, y me aconsejaron que debía jugar en el parque, trepar, bajar, columpiarse, saltar, etc. Para mis hijas mayores, parte de su rutina diaria era ir a los juegos todas las tardes cuando eran pequeñas, pero con la menor de mis hijas, esto ha sido verdaderamente mucho más irregular, y eso tiene que cambiar.

3. Jugar al Monopolio, al Risk o Uno con mis hijas mayores de 11 y 9 años. Les encantan los juegos de mesa y disfrutan mucho cuando su papá y yo entramos al juego. Algunos de mis mejores recuerdos infantiles son los divertidos momentos que pasábamos mi hermana y yo jugando con nuestros papás al Monopolio. Cómo reíamos, bromeábamos, nos retábamos, nos sentíamos fascinadas de que mi papi y mami también lo encontraran divertido.

4. Preparar galletas o brownies o una torta con mis hijas. Si bien en mi juventud hubo una época en que era una apasionada de la repostería, mis hijas no conocen nada de esa parte de mi vida. Les suena a cuento chino que hubo una vez que su mami preparaba pies de limón y de manzana, tortas de alfajor, y diferentes tipos de pasteles. Ha llegado la hora de retomar este antiguo hobbie, además jugar con masitas, amasar, cortar masa de galletas es un buen modo de estimular sus habilidades motoras finas.

5. Montar bicicleta, patinar, pasear al perro. Más juegos y actividad al aire libre es la consigna. Empezaré por desempolvar mi bicicleta que ha estado olvidada por años en la cochera de mi casa, para salir a pasear con mis hijas. Montar bici era una de mis actividades favoritas cuando era niña, y estoy segura que tendrán recuerdos imborrables si organizo paseos en bicicleta para explorar juntas el vecindario.

6. Tirarme de cabeza a la piscina. Ahora que es verano, mis hijas suelen rogarme que me meta a nadar con ellas en las piscinas, a lo que siempre respondo con un "no, se me va a malograr el laciado", o "no quiero mojarme el pelo", es decir toda la familia está chapoteando feliz menos yo, que los miro de lejos. Trataré que me importe menos el laciado del pelo. ¿Cuándo inventarán un producto que nos permita a las mujeres mojarnos el pelo, y que éste no se esponje, y que siempre esté lacio como recién peinado en la peluquería?

7. Dejar el teléfono celular. Este quizás es el propósito más difícil de cumplir. ¿Será que me he vuelto un poco adicta al celular? Se me ocurre, ¿qué tal si declaro "Un día sin celular" una vez al mes? o una vez a la semana?. Lo ideal sería hacerlo un día domingo, bastará con apagarlo y no prenderlo para nada!. Si alguien necesita comunicarse conmigo, que llame al teléfono de casa, nadie se va a morir por no usar un día su teléfono celular. Estoy segura que sorprenderé a mis hijas, realmente van a estar felices!

Bueno, y para terminar este post, y el año, comparto aquí tres vídeos de esos que te dejan un nudo en la garganta o te hacen lagrimear por los mensajes fuertes y directos que llevan. Los protagonistas son niños y sus padres. Advertencia: Tener preparada una caja de Kleenex.

Sin más, me despido, deseándoles a todos un Feliz Año 2017, y muchos momentos de felicidad con sus hijos!! Abrácenlos más, bésenlos más, dedíquen más de su tiempo para jugar con ellos, y no olviden decirles cuánto los aman, y cuán felices les hacen a ustedes!.

LA OTRA CARTA

LA MAMA PERFECTA

SORPRENDENTE, COMO ESTOS NIÑOS VEN A SUS PADRES Y ELLOS SIN SABERLO



jueves, 22 de diciembre de 2016

"Mamá, Papa Noel existe?"

Creo que pocos madres y padres estamos preparados para responder cuando nuestro hijo, que nunca antes se había cuestionado la existencia de Papa Noel, de pronto nos suelta a boca de jarro la pregunta: "¿Papa Noel existe?".
Papa Noel - portriplepartida.blogspot.com


¿Qué haces en ese momento? ¿Le insistes y porfías que sí existe Santa Claus, que viene cargado de regalos en un trineo que surca los cielos, jalado por renos? ¿O decides decirle la verdad porque te da escalofríos solo de pensar que cuando sepa que no existe, te reclame totalmente defraudado"¡Me mentiste!". Pero, y si le dices la verdad, "¡qué pena que pierda la ilusión!!", piensas.


Generalmente los niños empiezan a dudar de la existencia de Papa Noel porque han escuchado a algún amiguito avispado decir que lo de Papa Noel es puro cuento, y que los regalos los compran los papás, o porque, en el caso de niños más grandes, encuentran cada vez más inverosímil la historia: ¿renos que vuelan?, ¿un viejito de barba blanca que puede recorrer todo el mundo dejando regalos a todos los niños en una sola noche?

Pero también están los niños que empiezan a sacar sus propias conclusiones de la no existencia de Santa Claus cuando notan algunas pistas que les dejamos inadvertidamente los papás, por ejemplo, el regalo que les dejó Papa Noel está envuelto con el mismo tipo de papel con el que están envueltos otros regalos, o peor aún, tiene el logo de alguna conocida tienda. Entonces se preguntan: "Papa Noel compra los regalos en Saga? ¿No es que viene del Polo Norte?"

O cuando la letra de la cartita que les dejó Papa Noel es idéntica a la caligrafía de mamá o de papá, o cuando los papis no escondieron bien el regalo, y el niño lo vio de casualidad en el fondo del armario o en lo alto del closet, y resulta que días después, es en apariencia el mismo regalo que Papa Noel le dejó.

Entonces, un día te sorprende con la pregunta: "Mami, Papa Noel de verdad existe? o tú y papá me compras los regalos?". Si tu hijo es pequeño, seguro le sueltas un "Por supuesto que existe mi amor!". Pero si ya tiene 8 o 9 años, tal vez pienses "Ya está grandecito, ¿y si le digo que efectivamente no existe?, ¿algún drama por eso?". O tal vez te digas: "Le insistiré que sí existe, pero me creerá? o pensará que le estoy engañando?.

El mito de Papa Noel y la entrega de regalos a los niños es uno de los más lindas ilusiones que tienen nuestros hijos en Navidad, quién podría negarlo. Y somos muchos los padres que quisiéramos que mantuvieran esa ilusión el mayor tiempo posible. Digo muchos, pero no todos, porque de hecho existen algunos padres y madres a los que no les cuadra sostener ni por un tiempo la historia.

Hace poco leí en un grupo de Facebook, conformado por mujeres que se autoconsideran progresistas y modernas, lo que pensaban de alimentar la mente de sus hijos con historias de Papa Noel. Había una mamá que escribió que a su hijo de dos años le había dicho que no existe el tal Papa Noel, y el niñito lo había repetido en el nido a sus compañeritos. Dijo que los demás papás estuvieron furiosos con ella!

Yo recuerdo mi propia historia alrededor del mito de Papa Noel. Ya desde que tenía 5 años con mis amiguitas nos embarcábamos en unos ardorosos debates infantiles sobre si existe o no existe. Hasta que tuve 7 años los regalos de Papa Noel aparecían en el borde de mi cama. ¡Qué felicidad encontrarlos en la mañana del día 25!

Pero la Navidad en que ya tenía 8 años, mi familia y yo la pasamos en casa de una tía que tenía una familia muy numerosa. Fue la primera vez que pasé la Noche Buena despierta. Después de la medianoche, toda la familia se reunió alrededor del árbol de Navidad para abrir los regalos. Recuerdo que un regalo me deslumbró: era una caja grande donde había una Barbie y un aparato donde la podías poner de pie y hacerla bailar. Además traía una cámara de fotos para hacerle tomas a la Barbie mientras bailaba. Qué feliz fui con mi regalo!

Por la mañana cuando desperté en mi cama, no había regalos de Papa Noel, entonces entendí que los regalos venían de mis papás, y ya los había abierto todos en casa de mi tía. No recuerdo haberme sentido desilusionada, porque lo de la no existencia de Papa Noel era algo que desde hacía un tiempo se me hacía muy probable.

Yo supuse por eso que la propia transición de mis hijas de creer en Papa Noel a no creer que existe, iba a ser así de sencilla y tranquila, sin desilusiones grandes ni dramas. No imaginaba cuán equivocada iba a estar.

El año pasado mi hija mayor tenía 10 años y aún creía en Papa Noel, algo que me parecía un poco raro por su edad, pero escuchaba hablar a algunas de sus amigas del colegio y también aparentemente creían. Alguna de ellas dijo que era mejor creer porque sino no iban a poder pedir lo que quisieran para Navidad. Ajá, pensé, o sea se trataba de una fe bastante pragmática.

Ya el año anterior, a los 9 años, mi hija me había preguntado un día que estábamos en el auto, si Papa Noel en realidad existía o yo le compraba los regalos. Me tomó por sorpresa y totalmente desprevenida. En milésimas de segundo evalué mis alternativas y finalmente respondí. No recuerdo exactamente qué le contesté, algo de que la fe está en su corazón, en su mente de niña, y si ella cree firmemente en algo entonces ese algo existirá siempre.

Hasta ese entonces, ella, como todos los niños, escribía una cartita a Papa Noel con su lista de deseos, y me la entregaba para que me encargara de enviarla por correo postal al Polo Norte. Así era muy sencillo para mí saber qué deseaba como regalo de Navidad.

La Navidad en que ella tenía 8 años, me puso en un aprieto. Abrí la cartita que había escrito y me encontré con un texto muy bonito y muy sentido, diciendo a Papa Noel que había sido una buena niña ese año, que había sacado buenas notas y se había portado muy bien, y que lo que más quería como regalo esa Navidad era un perrito labrador!

Nosotros ya teníamos una perra labrador desde antes que naciera mi hija, entonces tener dos perros no era una opción para nosotros. Empecé a pensar cómo salir del problema y dí con una buena idea. Escribiendo con una caligrafía distinta a mi letra, respondí con otra carta, supuestamente de Papa Noel. Esa carta la encontró junto con los otros regalos que recibió el día de Navidad.

Papa Noel le decía en ella que sabía muy bien lo bien que se había portado y lo mucho que se había esforzado en el colegio para sacar buenas notas, pero que no podía complacerla regalándole un cachorro, porque el animalito no soportaría el largo viaje desde el Polo Norte a Perú.

Mi hija creyó todo y entendió las razones de Papa Noel para no regalarle un perrito, y recibió contenta los otros regalos que sí le trajo.

Entonces volviendo al comienzo, Navidad del 2015, mi hija ya tiene 10 años, y en el colegio ha aprendido a usar la tecnología, incluso tiene su propia cuenta de gmail, y conoció de aplicaciones que le permitían enviar su lista de deseos a Papa Noel por correo electrónico. Y así lo hizo.

Por supuesto que no me dijo que había pedido, y yo me quedé sin la más remota idea de qué regalarle para Navidad en nombre de Papa Noel.

Como ya tenía 10, y las opciones de juguetes para niñas de esa edad son cada vez menores, y además mostraba interés en la ropa y zapatos, decidí regalarle algo que deseaba, un par de alpargatas Toms, y ese sería el regalo de Papa Noel. Para mi hija de 9, un par de cuyes, porque soñaba con tenerlos de mascotas.

Cuando mi hija mayor abrió la caja y descubrió las alpargatas, la cara de desilusión se reflejó en su rostro, no solo desilusión, sino tristeza. Yo no entendía por qué. Le pregunté, y me dijo que Papa Noel no le había traído un juguete, y además ¿cómo a su hermana sí le había traído dos cuyes?. ¿No que los animales no soportan el viaje tan largo desde el Polo Norte?

Ooops!! El momento de la verdad había llegado. Yo me sentí entre la espada y la pared, no ví ninguna salida más que decirle que los regalos los habíamos comprado su papá y yo. No parecía tan malo, total ya tenía 10 años,  estaba ya grandecita para dejar de creer en la existencia de Papa Noel, pensé.

Su reacción me sacó de cuadro. "¿QUEEEEE? PAPA NOEL NO EXISTE??!!!! O SEA TODO EL TIEMPO USTEDES TRAIAN LOS REGALOS??? POR QUE ME MINTIERON???, ¿POR QUE ME HICIERON CREER ALGO QUE NO ERA VERDAD??". Todo esto acompañado de lamentos y lágrimas, muchas lágrimas.

No sabía cómo consolarla. Nada la hacía sentir mejor, parecía haber sido un shock para ella. Apelar al argumento de que el significado de la Navidad está en el nacimiento de Jesús, y no en Papa Noel, tampoco servía de nada. Mientras tanto, la segunda de mis hijas, de entonces 8 años, estaba siendo testigo involuntaria de todo el alboroto armado por su hermana mayor, y de pronto se vio expuesta a la "verdad".

Pero su reacción fue diametralmente opuesta. Se acercó a mí, y casi susurrando me dijo: "Yo ya sospechaba que no existía". ¿Así, y por qué?, le pregunté. "Porque una vez vi unos regalos que mi papi había comprado y estaban en la maletera del carro, y esos fueron los regalos que nos trajo Papa Noel".

"Además, continuó,  los regalos de Papa Noel estaban envueltos con el mismo papel de regalo de los otros regalos, y las tarjetitas que venían en los regalos tenían la letra de papi". "Ahh, así, no? ¿Y a tí no te da pena que Papa Noel no existe?", le pregunté. "No", me respondió alegremente, y totalmente cool. 

Pues la verdad es que cada hijo es único, un ser irrepetible, y aunque sean criados en el mismo seno familiar, y bajo los mismos parámetros, su sentir, sus emociones, sus percepciones pueden ser muy distintas.

Yo pensé que conocer la verdad no iba a ser chocante para ninguna de mis hijas, como tampoco lo había sido para mí cuando era niña, pero me equivoqué con la mayor. Ese día de Navidad fue un día muy triste para ella y para mí por verla tan afectada. Casi se pasó todo el día echada en su cama llorosa y compungida. 

"O sea que tampoco lo de la Hada de los Dientes, o lo del ratoncito es verdad?, me preguntó ese mismo día. "No, mi amor", le dije, y ella soltó un suspiro de pena, pena por todo ese mundo mágico de ilusión infantil que se le había hecho trizas de un momento a otro. Y el duelo por esa pérdida le duró algunos días.

Le pregunté hace unos días qué pensaba de todo lo que había pasado la Navidad pasada, específicamente le pregunté si hubiera preferido que nunca le hubiera hablado de Papa Noel, o que desde siempre le hubiera dicho que eran solo historias que se les cuenta a los niños. Lo pensó un momento, y me respondió que no, que no hubiera preferido eso, solo que sí hubiera querido que el saber la verdad no fuera tan abrupto.

Pero cómo que abrupto, ¿acaso no hablaba con sus amigas de si existe o no Papa Noel?, acaso con su hermana menor no habían comentado que la letra de las tarjetas que les dejaba Santa era la misma letra de su papá?. Entonces la duda siempre existió.


Creo que su reacción al saber la verdad se debió en parte al dilema que enfrentaba en esa etapa de su vida. Los 10 años son una edad de transición en las niñas, en que se perciben como grandes, y el camino hacia la adolescencia se va acortando mientras que el sendero transitado en la infancia va quedando atrás. 

Entonces se le juntaron las dos cosas a mi hija, su nostalgia por estar creciendo y dejando la niñez, y el rompimiento del mito de Papa Noel. Era como si todo le estuviera diciendo "ya no existe Papa Noel, ya no eres más niña".

He pensado que debí manejar de otro modo este asunto ese día que ella me preguntó a los 9 años sí de verdad existía Papa Noel o era yo la que le compraba los regalos. Debí contestar su pregunta con otra pregunta: "Tú qué crees?". Ella me hubiera enumerado todas las evidencias que tenía hasta el momento que le hacían dudar. Yo hubiera sonreído con misterio, dejando que ella sacara sus propias conclusiones y obtuviera sola la respuesta.

Esta Navidad será la primera en que mis hijas mayores ya no creen en Papa Noel, y la verdad es que se siente diferente. Ha perdido su cuota de ilusión. Mi segunda hija quiso continuar con la tradición de escribir la carta a Papa Noel, solo que esta vez lo hizo con una pizca de ironía. En el sobre escribió: "Dirección: Polo Norte (Calle El.... nuestra dirección de casa)".

Y empezó:


"Querido Papa Noel (Mami),...."






martes, 6 de diciembre de 2016

Darle a cada hijo tiempo de exclusividad

Cuántas veces hemos escuchado lo importante de dar tiempo de calidad a nuestros hijos, pero también lo beneficioso de darles un tiempo exclusivo para cada uno de ellos. Yo lo había escuchado "ene" veces, y leído en un montón de sitios, pero no fue hasta el fin de semana pasado que se dieron todas las circunstancias para poder ponerlo en práctica con cada una de mis tres hijas.

mama e hija jugando - portriplepartida.blogspot.com

Con lo vertiginoso de nuestras vidas, con las múltiples obligaciones y tareas que tenemos que cumplir a lo largo del día, de la semana, de los meses, es difícil sacar un tiempo que le puedas dedicar exclusivamente a cada uno de tus hijos, es decir tú y él, o tú y ella, nadie más en la ecuación. No se vale la hermanita menor, o el hermanito bebé, aunque lo tengas cargado en un fular, y en teoría, solo duerma y no fastidie. No, se trata de exclusividad total.

La verdad no se si el común de los papás y mamás toma esta recomendación como práctica habitual, pero sí recuerdo al papá de unas amiguitas de mis hijas mayores, que llevaba a almorzar a su hijita mayor de entonces 5 o 6 años, como una especie de "cita", solos los dos. Qué lindo me pareció, pero nunca se me ocurrió sugerirle a mi esposo que hiciera igual con nuestras hijas.

También se de algunas mamás que hacen "viajes de chicas" con sus hijas, y se las llevan a cada una de ellas de viaje por separado, lo que se convierte en un lindo e inolvidable tiempo de compartir juntas y dedicarse mutuamente el 100% de atención y exclusividad.

Para los chicos es el mejor regalo poder pasar tiempo exclusivo con su madre o su padre, sin tener que rivalizar por su atención con sus demás hermanos. Algunas veces los hijos mayores pueden sentirse ignorados cuando el menor capta toda la atención de los padres con una rabieta, un berrinche, o tal vez con sus "gracias" o travesuras. O al revés, el hijo menor puede sentirse excluido de las conversaciones "serias" que puedan tener sus padres y el hermano mayor.

Meses atrás, tuve que llevar a mi segunda hija de 9 años a un cumpleaños lejos de mi casa, y para no tener que regresar a mi casa y luego salir de nuevo para recogerla de la fiesta, decidí quedarme en la misma zona del cumpleaños y hacer tiempo yendo al cine con mi hija de 11 que me acompañaba.

Mi hija mayor me dijo que ese día fue muy lindo para ella, que lo recordaba como un momento muy feliz en que nos fuimos solas las dos a ver una película. Entonces caí en la cuenta que siempre que las llevo al cine, me voy con las tres niñas, o si no puedo llevar a la pequeña por el horario, siempre voy con las dos mayores juntas. De verdad, ir al cine esa vez solo con mi hija mayor fue especial.

Entonces un viernes se dio la oportunidad para poner en práctica lo del tiempo de exclusividad. Resulta que mi hija, la segunda, tenía una actividad programada en el colegio desde inicios de año, que consistía en pasar la noche ahí, es decir iban a hacer un campamento en el colegio del viernes para el sábado.

Ese viernes después de clases, mi hija mayor fue a la casa de una amiga a pasar la tarde, entonces me quedé en casa sola con mi hijita de 3. Era el momento perfecto para pasar tiempo con ella, y decidí llevarla al parque, cosa que debo confesar no hacemos muy a menudo.

Esa noche, acosté temprano a la menor, y ya a solas con mi hija mayor le propuse ver una película en la tele juntas y luego dejarla dormir en mi cama, cosa que me ruega hacer cada vez que mi esposo se va de viaje. Esta vez no se iba de viaje, pero igual lo desalojamos.

Al día siguiente, sábado, mi hija mayor tenía una fiesta de cumpleaños en la tarde, y decidí llevar a mi hija segunda al cine, solas las dos, mientras la pequeña se quedó en casa con su papá. Así fue como en un par de días, pude darles tiempo de exclusividad a cada una de mis tres hijas, y tengo que decir que fue increíblemente satisfactorio, y no veo el momento de volver a repetir la experiencia. Se los recomiendo!

Pero antes de contarles la experiencia, acá van tres tips para hacer de ese tiempo de exclusividad un recuerdo memorable para tu hijo o hija.

1. Escoge la actividad que más le gusta hacer a él o ella. Esto es importante, ellos lo disfrutarán y sentirán una gran felicidad de compartir con mamá o papá su actividad favorita.

2. Si te es posible, deja tu celular en casa, o apágalo. No hay nada más desalentador para los niños, que sus padres no estén concentrados en ellos sino en su teléfono.

3. Muestra entusiasmo, que tu hijo vea y sienta que estás emocionada de compartir tiempo exclusivo con él. Si te aburres, sencillamente finge que no lo estás.

Día de parque

Esa tarde me fui con mi enana, la bebé, al parque. "Vamos a los juegos!", le dije, y me respondió con un "Síííííííí!!!!" saltando de alegría. Hasta yo estaba emocionada.

No es algo que haga frecuentemente o que hagamos con ella frecuentemente. Como es la última de mis hijas, nos hemos relajado con ella, es la verdad. Además como tiene hermanas mayores, siempre está metida en la casa jugando con ellas, especialmente con la segunda. Qué diferente era cuando mis hijas mayores eran pequeñas. siempre las llevábamos al parque, era algo habitual y a ellas les encantaba.

Decidí que esa tarde iba a compensar a mi enana, pasaría una hora por lo menos con ella en el parque. Cuando llegamos no había ningún niño, pero vimos a una niña más chiquita acercándose con su nana. Tenía 1 año y 9 meses y no hablaba todavía, pero ella y mi hija encontraron en el lenguaje universal del juego la manera de interactuar.

Mi gorda trepaba, bajaba, se deslizaba, se columpiaba, corría de aquí para allá sin parar. Un tiempo más tarde llegaron al parque dos niñas, de 3 y 4 años con sus nanas, y mi hija fue completamente feliz. Con estas niñas mi hija hablaba, corría con ellas, trepaba con ellas, se perseguían, se escondían y se buscaban, y reían.

Luego llegó al parque con su cuidadora, Noah, un perrazo labrador macho, súper amistoso y juguetón, y mi hija, que adora a los animales, estuvo en la gloria! Se la pasó corriendo detrás del perro, acariciándole el lomo, riendo a carcajadas.

¿Y yo? Me pasé todo el rato observando a mi gorda, deleitándome en su felicidad. Qué suerte que no llevé el celular, porque lo olvidé en casa, que si lo hubiera tenido conmigo, de hecho que no hubiera podido vencer la tentación de entretenerme con él, y me hubiera perdido esos momentos de juego y felicidad total de mi hijita. Lo único que lamenté es no haber podido tomarle fotos para tener el recuerdo de esa tarde tan bonita que pasamos.

Después de una hora y media en el parque, y cuando ya estaba haciendo algo de frío, le dije a mi enana para irnos, pero por supuesto que no quería. Finalmente 15 minutos más tarde aceptó regresar porque también las otras niñas, sus nuevas amigas, ya se iban con sus nanas.

Esa noche, mi peque cayó como una piedra en su cama, y durmió 11 horas de corrido hasta el día siguiente!! Ella siempre duerme 9 horas y media o 10 máximo, pero 11 nunca. En verdad, la tarde de parque fue memorable.

Noche de chicas

Una vez que acosté a la chiquitina, me dije, ahora a dedicarme a la mayor. A ella siempre le ha gustado que yo la acompañe a ver televisión, creo que a todos los niños les gusta eso en realidad. Cuando ella y sus hermanas están mirando la tv, me llaman para que me siente con ellas frente al aparato, y de rato en rato voltean a mirarme, para comprobar que estoy viendo el programa, y que lo estoy disfrutando tanto como ellas.

Entonces decidimos buscar algo en Netflix para ver, encontramos una película de acción, algo sobre un terremoto. La película no era buena, pero qué importaba, a mi hija le gustó. Cuando terminó eran como 10:30pm. A mi hija mayor le gusta la idea de quedarse viendo televisión hasta tarde, y las 10:30 de la noche es tarde para ella, ya que en tiempos de colegio yo la mando a la cama a las 8pm.

Cuando terminó la peli, nos fuimos a dormir. ¿Ya mencioné que desalojamos a mi esposo de la cama, para que mi hija durmiera conmigo? Aunque tenemos una cama tamaño king size, nunca ha sido cómodo para nosotros dormir con hijos en la cama. No podemos descansar bien, por eso mi esposo prefirió dormir en la habitación de mis hijas mayores que estaba vacía.

A la mañana siguiente desperté al lado de mi bebé grande de 11 años. Nos acurrucamos, la llené de besos y mimos. Ella es muy querendona, y adora que la engría así.

Tarde de cine

El sábado recogimos a mi hija del medio de su campamento en el colegio. Cuando ya estuvo en la casa, todo volvió a la normalidad. Todo el viernes que no estuvo con nosotros, la casa estuvo raramente silenciosa. Mi flaquis de 9, es una chispita, muy bulliciosa, alegre, y exhuberante al expresarse. Cuando me habla, lo hace muy fuerte, y gesticula, y abre los ojos como platos, y usa vocabulario inventado por ella. Ahora se le ha dado por llamarme "mamucha".

Así que la tarde del sábado se lo iba a dedicar a ella, llevándola al cine. Ir al cine es para mi flaquis lo que más le gusta hacer. Cuando era pequeñita se emocionaba horrores cada vez que íbamos a ver una película y me abrazaba de felicidad.

Pero antes de ir al cine, teníamos que dejar a mi hija mayor en una fiesta de cumpleaños. Cuando la dejamos con sus amigas, y mi segunda hija y yo nos quedamos solas en el carro, le dije: "Y ahora tú y yo nos vamos al cineeeeee!!!!". Y ella me contestó con un grito de triunfo: "Síííí, y no van a estar las berrinchudas!!!!!"

Me hizo mucha gracia, y me puse a pensar. En verdad para ella, sus hermanas, la menor, y la mayor, son "berrinchudas", porque la menor obviamente está en su época de berrinches y pataletas constantes, y la mayor a veces hace unos dramas, que supongo se explican por la revolución hormonal pre adolescente. Realmente, hoy por hoy, la segunda de mis hijas es la más ecuánime de las tres.

Llegamos al cine, no tuvimos que hacer cola porque yo ya había comprado las entradas por Internet, solo hubo que recoger la canchita y los refrescos. El momento de recoger la canchita es para mi bebé segunda un momento de expectativa y emoción. Veo cómo se le iluminan los ojos,  y creo que hasta saliva su boca, cuando ve a los muchachos que sirven, entregándonos la canchita calientita y salada. La verdad no se qué le gusta más, el hecho de ver una película en sí, o comer la canchita.

Entonces entramos a la sala de cine, disfrutamos de la peli, y nos atragantamos de canchita! Era tanta canchita la que había comprado, que por primera vez nos no nos faltó, sino que sobró!.

Así fueron esos dos días que decidí darles tiempo de exclusividad a cada una de mis hijas. Creo que se cumplió el objetivo, que ellas sintieran en ese momento que solo existían ellas, y que tenían toda la atención de su mamá, nada de hermanos con los cuales competir por atención, nada de celulares que les robaran el protagonismo, nada de obligaciones o trabajo que me distrajera de mi propósito de disfrutar con ellas y sentirnos felices.

martes, 15 de noviembre de 2016

Cinco razones para no darle un teléfono celular a mi hija

En estos tiempos, los smartphones forman parte importante de nuestras vidas, y de qué forma! ¿Acaso no nos sentimos desamparados cuando nos robaron el celular, o lo perdimos, o lo dejamos olvidado en la casa? Es como que sin un teléfono celular no podemos vivir o se nos complica demasiado la vida. Pero, ¿nuestro hijo o hija de 10 años necesita tener un smartphone?

Niña con celular - portriplepartida.blogspot.com


Desde el año pasado, he visto que varias compañeras de colegio de mi hija de quinto grado ya tienen teléfonos celulares de su uso personal. Al parecer, para algunos madres y padres, 10 años es una edad adecuada para regalar a sus hijos un smartphone. Lo que no me queda claro es, si es iniciativa de los padres dárselos, o es que los niños los piden.

En el caso de mi hija, ella no me ha pedido un teléfono celular y dudo que lo vaya a hacer porque desde que era pequeñita vengo machacándole mensajes contra el uso de celulares por parte de los niños. Ella sabe que estoy en contra de ello por varios motivos, y ya lo asimiló y supongo que el día que me pida un celular será porque todos sus compañeros de colegio tendrán uno, y seguro no querrá ir contra la corriente.

Pero por ahora ella es parte de la mayoría que no tiene un celular propio frente a un grupo menor pero cada vez más grande, de los que sí tienen smartphones y chatean en el Whatsapp y comparten fotos, vídeos o hacen planes, o juegan con aplicaciones como Snapchat, esa que te permite alterar o distorsionar tu rostro, o que le agrega a tu cara orejas, hocico y lengua de perro o gato.

Yo creo que algo debe estar mal cuando niñas menores de 11 años que podrían estar corriendo y saltando, o jugando a la chapada o matagente, llegan a una fiesta de cumpleaños, y lo primero que hacen es sentarse en el sofá a ponerse a mirar las pantallas de sus celulares, o se ponen a chatear entre ellas sentadas al costado una de la otra.

Hace poco estuvimos en un almuerzo, donde había una niña de 10 años que tenía un smartphone. Cuando fue la hora de almorzar, la niña se sentó a la mesa con los demás niños sin despegar la vista de su teléfono. Mis hijas la miraban, pero la niña no se enteraba, seguía concentrada en el celular, y no hablaba con nadie.

Más tarde, todos los niños se pusieron de acuerdo para jugar, incluida la niña del smartphone, y mis hijas me comentaron que la chiquita había cambiado completamente cuando dejó de lado su teléfono. No era indiferente ni apática, sino amistosa y divertida.

Eso es lo que causan los teléfonos celulares, que nos aislemos del resto de la gente. Cuando estás concentrada en tu celular, no prestas atención a lo que te está diciendo tu marido, cuando estás contestando esos mensajes de Whatsapp, no estás escuchando que tu hijo está pidiéndote algo. Pero como dije al principio, para los adultos el celular es una herramienta que se ha vuelto indispensable en nuestras vidas, pero obviamente no para un niño.

Entonces, ¿les damos celulares o no?

Yo tengo cinco razones para no querer hacerlo y son éstas:

1. Los menores de 12 años son más vulnerables a las radiaciones emitidas por los teléfonos celulares.

Ya en el 2011 la Organización Mundial de la Salud calificó a los teléfonos celulares y otros dispositivos electrónicos como "posibles carcinógenos". Aunque no está demostrado con certeza que el uso de celulares cause cáncer, el riesgo para los niños sería mayor ya que sus cráneos son más delgados que los de un adulto, por lo que la radiación que emiten estos aparatos penetra con mayor facilidad y fuerza en sus cerebros. No es por nada que los neurólogos recomiendan no pasar mucho tiempo hablando con el celular pegado en el oído. Incluso algunos manuales de uso de teléfonos móviles indican al usuario evitar tener el aparato pegado al oído cuando el teléfono está buscando establecer la llamada, ya que en ese momento es cuando la radiación es más intensa.

2. Alientas una menor comunicación con tu hijo.

Dar a tu hijo un celular con todos sus servicios, llamadas ilimitadas, Whatsapp, internet, etc, es realmente empezar a poner los ladrillos de la futura pared que habrá entre tú y él. Suena exagerado, pero no lo es. He visto esta escena llegando al colegio de mi hija: Dentro de un carro una mamá concentrada en su celular, y atrás a su hija, una niña de unos 10 años, también con la mirada fija en su teléfono. Cada una en su mundo, cero comunicación. Esto es moneda corriente en chicos y chicas mayores, de 13, 14 años, que como todos los adolescentes encuentran más atractivo chatear con sus amigos que conversar o escuchar a sus padres, pero en un niño de 10? ¿Por qué perder esos años de comunicación en la infancia de tu hijo dándole un aparato que contribuirá a que se aisle de tí?

3. Un celular es una poderosa distracción para los niños.

En vez de estudiar, o leer o hacer las tareas escolares, ¿qué niño no se sentiría tentado de agarrar su celular y ponerse a chatear con sus amigos, o jugar con el Snapchat o sacarse selfies y compartirlos con sus grupos de chat?.

4. Estar pegado al celular contribuye al sedentarismo y obesidad infantil.

El actual estilo de vida o nuestra realidad cotidiana hace que nuestros niños tengan menos actividad física que décadas atrás. En los años 70 y 80 por ejemplo, los niños paraban jugando en la calle con sus amigos del barrio y regresaban a casa sucios, sudorosos y cansados después de haber gastado muchísima energía. Hoy en día, por el tema de la inseguridad ciudadana, esto ya no es posible, entonces nuestros niños hacen menos actividad física y si a esto le agregamos que pasan mucho tiempo prendidos del celular o de los videojuegos u otros dispositivos electrónicos, entonces tendremos chicos sedentarios y con tendencia a subir de peso. Según la Organización Panamericana de la Salud, Perú se ubica en el octavo lugar del mundo en el ránking de obesidad infantil, al igual que países como Chile y México, y esto debido a una dieta rica en grasas y al sedentarismo.

5. Con el uso del celular se puede dar inicio al cyberbulling por parte de los niños.

Con un celular de uso personal y a libre disposición todo el tiempo, los niños pueden verse introducidos en actividades de cyberbulling, basta que a uno del grupo se le ocurra la idea. El año pasado, un grupo de niñas de cuarto grado del colegio de mi hija, que ya disponían de teléfonos celulares, crearon un grupo de chat al que llamaron "Anti XXX", poniendo el nombre de una niña de su promoción con la que no simpatizaban. No solo eso, sino que invitaban a otras niñas con celulares a unirse al chat "anti". ¿Whaaat? Este año, ya en quinto grado, siendo un número mucho mayor de niños con celulares, los chicos han creado un grupo de chat de la promoción, donde intercambian fotos y vídeos de las fiestas de cumpleaños a las que asisten. Incluso he sabido de un vídeo compartido, a manera de chacota, que no fue del agrado del protagonista de la grabación. Lo paradójico es que como se trata de celulares de uso personal de los niños, las mamás no tenemos acceso a lo que comparten o de lo que hablan, pues ya parece que esas cosas pertenecen a la "privacidad" de niños de 11 años y menos.

Estas son mis cinco principales razones para no darle un celular a mi hija, pero por supuesto que hay más, entre ellas, que se pueden generar adicciones a los smartphones, o que tu hijo o hija tenga trastornos de sueño por acostumbrase a revisar su celular antes de dormir. En lo personal, yo me he impuesto como regla nunca revisar mi celular durante la noche, porque me he dado cuenta que simplemente me quita el sueño.

Entonces yo lo decidí así, y creo que por el momento mi hija no se pierde de nada por no tener un teléfono celular. El próximo año, cuando cumpla 12 años, quizás empiece a considerarlo, pero no por convencimiento sino más bien por necesidad, porque tendrá múltiples actividades escolares que le demandarán más independencia, y necesitaremos estar conectadas.

Sin embargo, si me decido a darle un teléfono celular, será uno con el servicio más básico, nada de Internet ilimitado por ejemplo. Son niños, y creo que debemos tenerlos supervisados y controlados aún.

viernes, 4 de noviembre de 2016

¡Ay mamá loca!

Mi chiquitina, la bebé de la familia, cumplió 3 años, es decir oficialmente dejó de ser una infante para pasar a ser una niña pequeña. Si algún rasgo de bebé aún tenía medio año atrás, -ese resistirse a dejar el chupón o los pañales- ahora es tiempo pasado y olvidado. Hoy nos corrige cada vez que nos referimos a ella como "la bebe": "No soy bebé, soy niña!".


Si antes me atacaba la pena y nostalgia porque mi gorda estaba dejando de ser bebé, ahora que tiene 3 años, creo que ya me acostumbré a la idea de que la bebita se fue, y de que hoy tengo ante mí a esta pequeña avasalladora, mandona y con una lengua que no para!.

Y es extraordinario. Hoy mi enana HABLA -no como hace un año en que su lenguaje era muy limitado, o hace año y medio, en que prácticamente era muda- y qué maravilla es descubrir, a través de las cosas que dice, cómo se va perfilando su personalidad, como va definiendo su autonomía, y cómo se expresa su inteligencia.

Ya me ha sacado de cuadro varias veces, especialmente cuando no le damos gusto en algo: "Estoy molesta, me voy a ir a vivir con mis abuelitos". O aquella vez que le apagué la tele porque ya había tenido suficiente de Netflix, y me dijo: "Si no me pones Micky Mouse, me voy al nido solita!"

Ah, pero esta me encanta: cuando no le dejo hacer algo o le doy una orden que no le gusta, me dice: "Ay, mamá loca!!". Y me causa gracia porque ninguna de mis dos hijas mayores me habían adjetivado así cuando tenían su edad!.

Bueno, esos son los momentos en que mi gorda verbaliza sus enojos, pero no todos son así. Hay momentos en que los berrinches y rabietas la toman por asalto y se vuelve un huracán, se tira al suelo, patalea, tira las cosas al piso, o su plato de comida, o la agarra a lapos contra sus hermanas de 9 y 11.

Sí, los "terribles dos años" no quedan ahí, se prolongan a los "terribles tres años", y yo diría que son más terribles, porque los niños de 3 ya pueden expresarse bien, y su pataleta no se limita a llantos sino que ahora le agregan mensajes a gritos bien claros: "No quierooooo!", "no me gustaaa!", "No quiero agua, quiero jugooooo!", "No quiero pollo!, quiero papas fritas, dame papas fritas, quiero papas fritas, no quiero polloooo!!!".

A los 3 años, estos pequeños seres se sienten el centro del universo, no hay nada que pueda ser más importante que sus deseos o necesidades. "Mamá está cansada, amor, espérate un ratito" -"Noo! Quiero ir a jugar!", "Solo un ratito", NOOO!"

Y cuando el sábado a las 5:45 am quiere ir a despertar a sus hermanas para jugar "Quiero ir al cuarto de mis hermanas" -"Están durmiendo todavía, déjalas dormir" - "Nooo, quiero ver a mis hermanas, quiero ir al cuarto de mis hermanas". "Están cansadas, han tenido toda una semana larga de colegio, que duerman más, luego vas" -No! Buuuaaaaaa!

A veces me quedo observando sus actitudes, mi gorda se mueve como una pequeña reina por toda la casa, dando órdenes a diestra y siniestra, a su nana, a sus hermanas, a su papá o a mí. Un día me pasó algo curioso, mientras la observaba tuve una sensación de deja vu, como si me estuviera mirando en un espejo del pasado.

¿Acaso yo era así a esa edad?. ¿Tenía esas actitudes de querer dominarlo todo? Tan intrigada me quedé que a la primera oportunidad que tuve, pregunté a mis papás si yo había sido así a los 3 años de edad. "No, me respondió mi mamá. "Tú eras tranquila".

Bueno, definitivamente yo no fui una niña traviesa, para nada, pero creo que sí tenía unos aires dominantes. Eso explicaría un hecho que me ocurrió justamente cuando tenía tres años.

Un día estaba jugando con los demás niños del barrio en la puerta de mi casa, y ví que habían dos niños montando bicicleta, eran unos años mayores que yo, quizás tendrían 5, 6 o 7 años. Qué se me habría metido en la cabeza a mí, el caso es que decidí que no quería que pasaran por donde yo estaba jugando con mis amiguitas, y me propuse detenerlos.

"Por acá no pasan", se los dije o lo pensé, entonces me paré en medio de su camino, extendiendo los brazos y separando las piernas, formando un aspa con el cuerpo. Tengo la imagen vívida de esos niños a varios metros de distancia y avanzando en su bicicleta, pedaleando fuerte, directo hacia mí. Yo estaba decidida a que no pasarían.

Y pasaron. Lo siguiente que recuerdo es sangre y gritos de mi mamá. Mi mamá hecha una furia por esos chiquillos que habían atropellado con la bicicleta a su hijita de 3 años. El mango del timón de la bicicleta me golpeó en la boca y casi arrancó uno de mis dientes. Mi mamá fue a hacerle un lío al papá de los chicos. Cómo habría terminado todo, no lo se, pero como eran otras épocas, seguro esos niños recibieron una buena tunda.

niña de 3 años - portriplepartida.blogspot.com

Volviendo a mi enana y sus pretensiones de reina, esta actitud suya no la comprenden sus hermanas mayores, y sobretodo no comprenden que no la corrija, que cuando la gorda no quiere prestarles algo, yo no lo reprenda, que cuando quiera salirse con la suya soberanamente, yo no le llame la atención.

Tengo que explicarles que su hermanita menor está en un proceso de evolución totalmente diferente al suyo, que a los 3 años los niños son totalmente egocéntricos, que ellas eran igualitas a la misma edad, que no puedo ser muy dura con ella, que todo toma su tiempo, y que tarde o temprano su mente va a evolucionar hacia una personita más solidaria y generosa, como lo son ellas ahora.

Esto es difícil de entender, sobretodo para mi hija mayor, que quiere tomar la iniciativa y corregir a su hermana, a veces duramente. Tengo que ponerle los puntos sobre las íes: "La mamá soy yo acá, y solo yo voy a corregir a su hermana cuando lo considere".

Y no soy permisiva con mi tercera hija, valga la aclaración. Me cuido de no engreírla o pasarle por alto cosas que no se las pasaba por alto a sus hermanas cuando eran pequeñitas. Mal haría yo en tratarla permisivamente solo por ser menor y luego que se convierta en una niñita malcriada y consentida.

Porque eso se nota. Yo noto cuando ciertos niños y niñas, amigos de mis hijas mayores, han sido criados extremadamente consentidos. Son niños sumamente exigentes, sin maneras ni modales como para agradecer, o pedir algo con un por favor, porque se sienten con derecho a todo o recibir todo, incluso de personas que no son sus propios padres.

Y es que el último hijo tiene todas las condiciones para convertirse en un tirano si lo dejamos. ¿A quien no se le cae la baba por el bebé de la familia? Todo lo que hace nos despierta ternura. Si dice algo medianamente chistoso, se le celebra, si llora porque se cayó, corremos a consolarle, si se molesta y nos mira con el ceño fruncido, nos hace gracia!

Si bien mencioné que no soy permisiva con mi peque, sí creo que soy más paciente que lo que era con sus hermanas. ¿Será que la maternidad con mi tercera hija me agarró con más madurez? O quizás chocheo más con ella porque es la última?

Solo se que a veces siento que me hace derretir y me la como a besos cuando estamos solitas (para no despertar los celos de las hermanas), o a veces me quedó observándola cuando va por toda la casa disfrazada de su princesa favorita, o me enternezco cuando, ataviada con un tutú, quiere imitar pasos de ballet.

Entonces recuerdo que sus hermanas hacían lo mismo. Lo había olvidado! ¿En qué momento dejaron de disfrazarse de princesas en la casa? ¿En qué momento dejaron de ponerse tutús y alas de mariposa para salir a retozar en el jardín jugando a ser haditas? Qué pena!, no me di cuenta cuando dejaron de hacerlo. El tiempo pasó y no me percaté, y recién cuando veo a su hermana de 3 años haciendo las mismas cosas, lo recuerdo y lo añoro.

Fue una época hermosa cuando mis dos hijas mayores, entonces unas piojitas de 5 y 3 años jugaban todo el tiempo juntas, correteaban, se perseguían, bailaban y cantaban y reían a carcajadas. Y lo triste es que no se repetirá más, pues ahora solo tengo a una piojita de 3 años. El ser la última y haber nacido después de varios años con respecto a su hermana del medio, la ha hecho muy independiente pues es capaz de entretenerse jugando sola por largos ratos sin molestar a nadie.

Pero cuando sus hermanas regresan del colegio, no hay nada que la emocione más que estar con ellas, y jugar en el cuarto de sus hermanas grandes. Después de su propio dormitorio, el cuarto de sus hermanas es su lugar preferido.

Y sus hermanas no la botan de su dormitorio como podrían hacer otras hermanas mayores, todo lo contrario, la integran y se convierten en un trío, y no hay nada que me ponga más contenta que ver a mis tres hijas pasando el tiempo juntas.

Como ya soy una mamá de dos niñas mayores y ya he vivido la mayor parte de su infancia, se que la etapa de los tres a los cinco años es una época bella en la vida de un niño. Por lo menos para mí es la mejor, sin ninguna duda. Es el momento en que se abre la comunicación verbal con tu peque, en que puedes conocer cómo razona, cómo evoluciona su pensamiento, cómo es su curiosidad por el mundo y las cosas que le rodean.

Cuando mi hija mayor era bebé, recuerdo que esperaba con ansias el momento en que hablara, en que pudiéramos mantener una conversación. Qué maravillosa se me hacía la perspectiva de poder conversar con mi hija!

Y ahora vuelvo a estar en esta etapa tan deliciosa con mi última hijita. Tiempo de cuentos de hadas y de princesas, de brujas y duendes, tiempo de volantines, de columpios y toboganes, tiempo de jugar a la chapada y a las escondidas, y pienso gozarla al máximo!.

jueves, 27 de octubre de 2016

El Primer Tono (Baile) de tu Peque

Hace unos días, mi hija mayor asistió a su primer tono: música, baile, penumbra, luces psicodélicas. Pero contrario a lo que pudiera imaginarse, no se trata de chicos adolescentes, sino de niños y niñas de 10 y 11 años edad de quinto grado de primaria.

baile de niños - portriplepartida.blogspot.com

Para quienes no lo saben, ésa es la tendencia y yo también acabo de enterarme. En estos días, los niños empiezan a ir a fiestas de solo música y baile en quinto grado, fiestas que comienzan a las 5:30 de la tarde y terminan a las 10 de la noche.

Así tenemos que niños y niñas, que hasta hace poco eran totalmente indiferentes unos con otros, ahora se toman de las manos y bailan frente a frente. Fue muy curioso para mí, por no decir surreal, verlos, porque por lo menos desde kinder o primer grado, mi hija no iba a fiestas de cumpleaños mixtas, los niños celebraban sus cumples con niños, y las niñas con niñas.

Así que todo parece indicar que empieza a terminar la época de los toboganes inflables y las camas elásticas en los cumpleaños, lo que me da un poco de nostalgia. Sí, es la ley de la vida, entraremos a esa fase en que nuestros planes de fin de semana estarán supeditados a la agenda social de nuestros retoñitos.

Bueno, volviendo al tono al que fue mi hija. La expectativa era grande, grandísima. No solo de los chicos, sino de las mamás, sobretodo de nosotras! Te imaginas ver a tu bebé, quien le hacía fuchi a las niñas hasta hace poco, tomado de las manos con una niñita y bailando?? ¿De dónde sacaría tu enano de pronto las agallas para invitar a una niña a bailar?

Y tu hijita, la niña de tus ojos, se atreverá a aceptar la invitación de un chiquito para entrar a la pista de baile?? ¿O lo rechazará muerta de vergüenza? ¿Preferirá quedarse sentada viendo a los demás bailar?

El día del tono, las mamás llegamos con nuestros hijos, hombres y mujeres, a la casa de la fiesta. Todavía son niños y no les importaba llegar acompañados de sus mamás. Los dejamos en la puerta y nos quedamos unos minutos a curiosear cada vez que se abría la puerta y entraba un nuevo invitado.

¡Qué ganas teníamos de estar adentro a mirar de qué se trataba todo!, pero la consigna era no mamás, porque los chicos iban a estar avergonzados y no se iban a atrever a empezar el baile.

Para mi hija era su primera fiesta. Al comienzo no mostró mucho interés en ir. Cada vez que le preguntaba si querría ir, me respondía sin ganas "no se", pero luego cambió a "si mis amigas van, sí". Y sus amigas iban a ir, así que decidió que ella también iría.

Pero ella no quería llegar a la fiesta sola, sino con sus amigas, por eso invitó a dos niñas de su clase a venir a nuestra casa para prepararse y llegar juntas a la fiesta. Para las amiguitas de mi hija también era su primer tono, así que estaban con toda la ansiedad encima, aunque entre tres, la cosa era más llevadera y divertida.

Días antes de la fiesta, le dije a mi hija que si iba a ir al tono, que actuara natural, que si la sacaba a bailar un niño, aceptara y bailara, que no hiciera como yo, que a esa edad era súper tímida y vergonzosa, y le conté una anécdota de cuando tenía su edad.

Tenía 11 años y me habían invitado al cumpleaños de una compañera del colegio. Yo estudiaba en colegio de niñas y no tenía hermanos varones, así que los chicos para mí a esa edad eran poco menos que marcianos.

En el cumpleaños de mi compañera también había niños. Las niñas estábamos en la sala sentadas conversando, algunas habíamos tomado los libros que formaban parte de la decoración y los hojeábamos. En eso, un grupo de niños entró al salón, y de pronto escuché un "¿quieres bailar?". Alcé la vista, y ví a un niño rubio con pecas y carita de ángel, que me miraba.

Fue como si hubiera visto al diablo en persona, o como si hubiera recibido un bocanada de aire calientísimo en el rostro, o como si me echaran un balde de agua helada que me quitara la respiración. Me ruboricé horrible, quité la vista en el acto, y enterré la mirada en el libro que tenía abierto, al tiempo que meneaba la cabeza en señal de "No".

¡Cuanta vergüenza sentí después por ese incidente por los comentarios de mis amigas sobre mi negativa de bailar! Quizás por eso la recomendación a mi hija que no se intimidara y que bailara. Además, una reacción como la mía creo que no hubiera tenido justificación en ella, ya que estudia en un colegio mixto.

Faltando una hora para ir al tono, mi hija y sus amigas se bañaron y se vistieron, jeans y blusas fue el atuendo que escogieron para la ocasión. A esta edad todavía no se les ocurre ponerse vestidos cortos o minifaldas. Ya llegará el día en que querrán arreglarse, laciarse el pelo, maquillarse, pero ahora solo tienen 11 años.

Dejé a las niñas en la puerta, ví brevemente que entraban y saludaban a algunos niños. Luego se cerró la puerta y yo regresé a mi casa.

A las 9 de la noche regresé para recoger a mi hija. Entré al jardín de la casa y me topé con un toldo muy alto, pista de baile, luces psicodélicas, y muchos niños y niñas bailando. Algunos bailaban en pareja, algunas niñas bailaban entre niñas. Otros niños solo conversaban y miraban de cerca a los que bailaban.

Otro grupo de niñas estaba en la terraza, algunas conversaban un poco, otras miraban sus teléfonos. Sinceramente, ví en algunas caritas aburrimiento. Otros sí que la pasaban bien bailando. Ví a un par de niñas muy alegres dando saltos y moviéndose al ritmo de la música. Pero la gran mayoría apenas bailaba, en realidad aún no saben bailar, recién están aprendiendo.

Era gracioso ver a los mocosos meneando el cuerpo, muchos sin ningún ritmo, otros apenas se movían, y otros lo hacían muy exageradamente. Es la edad en que los chicos ya buscan definir su estilo y personalidad en el baile.

Y las niñas ya los identifican y se divierten imitándolos entre risas: "éste que baila así...", "y el otro que te aprieta mucho las manos", y "fulanito que no sabe bailar y solo te da vueltas y vueltas, y tienes que ir a sentarte porque terminas mareada".

Hasta aprenden algo de "ética de baile". Mi hija y sus amigas dicen que los chicos son los que las sacan a bailar a ellas, y jamás al revés. "Una niña no saca a bailar a un niño, no le va a decir '¿quieres bailar?'. Sonaría desesperada!", me comentó mi hija, y me reí en mi interior. No sabe que las mujeres hace tiempo ya toman la iniciativa.

¿Y si los niños no las sacan a bailar porque están cansados? (suena familiar?), ellas no se hacen problemas y bailan solas, es decir en grupo de niñas, me dijo.

Al regresar con mi hija a la casa, le pregunté qué le había parecido el tono, y me dijo "bien" sin mayor entusiasmo. "Volverías a repetir la experiencia?, repregunté. Y me respondió: "hmmmm, no se".

Me contó que sí bailó con los niños que la sacaron a bailar, y que al comienzo se había sentido un poco ansiosa, pero después se soltó, y no le pareció nada difícil. Yo quise indagar más sobre por qué aparentemente el tono no había sido la cosa más divertida jamás experimentada por ella hasta ahora.

Mi hija me dijo que hubo momentos de la fiesta muy divertidos, pero también hubo algunos momentos aburridos.

Y es que la fiesta duró más de cuatro horas. ¿Qué hace un niño o niña que no sabe bailar o que no disfruta tanto de bailar? Mira a los demás bailando, se acerca a la mesa de dulces, come un poco, toma gaseosa o agua, da vueltas mirando, se sienta un rato, y todo podría parecer eterno!!

Me pregunto si este tipo de fiestas a la edad de 10 y 11 años es más idea de los padres que de los niños. Tal vez no, tal vez sí haya niños que disfruten estos tonos. Recuerdo que me contaron que una mamá de familia del colegio comentó que su hija, de la misma edad de la mía, le había pedido "una fiesta igual a las que tú haces para festejar tus cumpleaños".

Pero de hecho, estas niñas o niños no son la mayoría. No creo que a su edad, el común de los niños se aloque por este tipo de diversión.

Lo que me queda claro es que mi hija no es de las más adelantadas a su edad, entonces ¿por qué tendría que llevarla a fiestas en las que no se va a divertir al 100%? Si conserva su mente de niña y sus intereses de niña en buena hora. Creo que lo mejor que podemos hacer los padres es conservar la infancia de nuestros hijos el mayor tiempo posible, pero tal parece que hacerlos crecer cada vez más rápido es la tendencia de estos tiempos.

Ya llegará el momento en que mi hija me ruegue por ir a un tono, en que su papá y yo tengamos que hacer tiempo en algún sitio de la ciudad para esperar la hora de ir a recogerla, hora que empezará a extenderse cada vez más. Ya llegará el momento en que quiera vestir sexy y arreglarse para salir, ya llegará el tiempo en que los chicos empiecen a buscarla e invitarla a salir.

Mientras tanto, aún es mi niñita, aún disfruta de pasarla conmigo, y mucho. Aún disfruta de ver películas con sus hermanas comiendo canchita los viernes y sábados, o de ir al cine en familia, o de jugar matagente en el jardín. Y quiero que por el momento las cosas sigan así.

Felizmente solo tiene 11 años!.

viernes, 21 de octubre de 2016

Feliz Ganadora

Hola a todos!

Hace unas semanas, dí a conocer el nombre de la mami ganadora de una bata para niña que sorteé a través de #MamáPorTriplePartida. Marlene tuvo la gentileza de enviarme una foto de su pequeña luciendo la batita.



Esta linda niña se llama Iara Camila y tiene solo cuatro añitos, y según su mami, quedó encantada con su nueva bata! Demás decir que me alegra sobremanera haber conocido a la pequeña usuaria de la batita, y saber que tanto mamá como hija quedaron muy contentas con el premio.

Bendiciones a ambas!

miércoles, 12 de octubre de 2016

Anécdotas de la Primera Comunión de mi hija

Ha empezado la temporada de Primeras Comuniones en Lima, y a mi segunda hija le tocó recibir el sacramento hace dos semanas junto con su promoción de tercer grado de primaria. Fue un evento inolvidable para todas las madres y padres. Y de hecho para mí no solo inolvidable sino también anecdótico.

torta de primera comunión - portriplepartida.blogspot.com

Qué ternura daba el ver a las niñas y niños vestidos de blanco, con las manos juntas sobre el pecho, algunos con cara de circunstancia (los nervios?) caminando hacia el altar donde el sacerdote les esperaba para darles por primera vez la comunión.

¿Qué pasaba por sus mentes en esos momentos? Algunos pensarían: "¿Y si me atoro con la hostia?", "¿Y si se me pega al paladar y no la puedo despegar?" "¿Si no me gusta el sabor?".

Yo conversaba con mi hija sobre esto, y sí, todo era tan nuevo, lleno de misterio e incertidumbre para ellos, que llegaban a la ceremonia con un poquito de nervios o ansiedad.

Incluso circulaban historias entre los compañeros de mi hija sobre una niña de la promoción anterior, a la que, al momento de recibir la comunión, le dieron varias arcadas de náusea. ¡Horror! ¿Qué niño querría que le pase lo mismo?

El día de la primera confesión también fue otro día de nervios para todos los niños!. Acompañé a mi hija ese día como todas las mamás, y la miraba mientras esperaba su turno. No dejó de balancear una de sus piernas todo el tiempo de espera, y movía y agitaba la hoja que sostenía en su mano, donde tenía sus pecados apuntados para no olvidarse de decirlos al padre.

"¿Estás nerviosa?, le pregunté mientras la grababa en un vídeo para la posteridad. "Sí", me respondió tranquila, pero sin dejar de balancear su pierna.

Miré a los niños a su lado. Uno estaba serio con cara de miedo, otro estaba serio con cara de "qué hago aquí, me aburro", otro estaba risueño, pero al igual que mi hija se movía nerviosamente en la silla. Dos niñas reían relajadas, y una de ellas incluso hacía gracias. Se paraba y se sentaba, se le caía el papel, lo levantaba en medio de aspavientos, ¿nervios también?.

La fila avanzó y le tocó el turno de confesarse a mi hija. La esperé mirándola a la distancia, y cuando terminó la confesión, vino a mí sonriente, y su comentario fue: "Pensé que iba a ser más difícil!". Luego al salir de la iglesia, me dijo: "Me siento libre y feliz". Y yo también me sentí feliz por ella.

No puedo dejar de recordar mi propia preparación para la Primera Comunión. Yo estudié en un colegio de monjas y mis hijas estudian en un colegio laico. Las diferencias son notables, empezando por el tiempo que dura la preparación. Yo recuerdo todo un año intenso de catequesis en mi colegio, a cargo de una monjita muy carismática y con gran llegada a las niñas.

Recuerdo vívidamente cuando nos presentó en clase una cruz dibujada en un pliego de cartulina. La cruz tenía círculos, óvalos y hexágonos que representaban piedras preciosas. Por cada buena acción que nosotras haríamos, le pondríamos color a las piedras preciosas dibujadas en la cruz hasta que toda ella estuviera cubierta de gemas. Una linda manera de motivarnos a ser mejores.

En el caso de mi hija, les programaron para todo el año ocho sesiones de catequesis a cargo de dos jóvenes monjas. Estas sesiones de catequesis, dadas los sábados, implicaban para las catequistas controlar y mantener enfocados y concentrados a 150 niños! Por supuesto que no era una tarea fácil.

Cuando terminó mi preparación para la Primera Comunión, yo sabía los 10 mandamientos, los 7 sacramentos, las principales oraciones, las diferentes partes de la misa, la diferencia entre un pecado mortal y uno venial y otras muchas cosas.

Estoy segura que muchos niños que hicieron la Primera Comunión con mi hija, difícilmente podrán enumerar los 10 mandamientos, con suerte recordarán los tres primeros. Yo misma puse a prueba a la mía y le pedí que me diga cuáles son los tres primeros mandamientos, y recordó solo dos.

O sea en la realidad, las catequesis difícilmente pudieron hacer que los niños memoricen bien los conceptos del dogma católico, pero lo que sí consiguieron es implantar en ellos una conciencia moral, es decir que sean conscientes de cuando están haciendo mal o cuando están haciendo bien.

Después de su primera confesión, mi hija se confesó una segunda vez antes de hacer la Primera Comunión, y al día siguiente de la ceremonia, el domingo, volvió a confesarse en la misa. Con la curiosidad encima, le pregunté qué había sido lo que había hecho para tener que confesarse, y me respondió, con toda la inocencia de sus 9 años, que cuando su hermanita de 3 le había pedido que jugaran juntas, ella, que no tenía ganas de jugar en ese momento, le había dicho que no tenía tiempo.

Y el pecado que la llevó a confesarse después de su Primera Comunión fue que no había obedecido a su papá cuando le dijo que se abrigara porque hacía frío, sino que había seguido jugando, y recién la tercera vez que le dio la orden, lo hizo.

Ese es el nivel de pecadillos de los niños de 9 años, pensé riéndome en mi interior.

-“Ay mi amor, pero ése era un pecado venial, no necesitabas confesarte por eso”, le dije.
-"¿Qué es un pecado venial mami? 
-"¿Qué? ¿No sabes qué es un pecado venial?. 
-"No".
-“Es un pecado leve, cuando cometes un pecado leve, no necesitas confesarte, basta que reces un acto de contrición, y se te perdona”.
-“¿Un acto de que?? Qué es eso?.. 
-"¿Me estás bromeando? Has hecho la Primera Comunión y no sabes lo que es el Acto de Contrición?? Esa oración que empieza con “Jesús mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero…”- -“Ahhhhhh, sí la se!”.
-"Bueno, si cometes un pecado leve o venial solo lo rezas y queda perdonado. 
-“¡Ay de haberlo sabido antes!!”.

Como parte de la preparación para la Primera Comunión de mi hija, nosotros como familia también hicimos algunos cambios, por ejemplo, no olvidar de ir a escuchar misa todos los domingos. Fue una recomendación que nos dieron en las charlas para padres programadas en el colegio.

Otra de las recomendaciones también fue que nos confesáramos para comulgar en la ceremonia de Primera Comunión de nuestros hijos, lo que sería una bonita de manera en que la familia completa y unida acompañara al niño que recibe a Jesús por primera vez en la comunión.

Como yo, muchas mamás y papás escuchamos el consejo, y en los días previos o el mismo día anterior a la ceremonia nos lanzamos en la búsqueda de una iglesia para confesarnos.

El viernes en la tarde, después de haber estado en mil ajetreos por los preparativos para la celebración que tendríamos en casa, corrí a una iglesia donde suele haber un horario diario de confesiones. Mi esposo también iba a ir más tarde a la misma parroquia para confesarse.

Llegué temprano, unos minutos antes del inicio de confesiones. Solo había una persona antes que yo, y me encontré también con una mamá del colegio y sus dos hijas, una de ellas compañerita de mi hija.

Me tocó el turno y entré al confesionario, una especie de cuarto de medio metro cuadrado bien cerrado con puerta como para aislarlo del exterior. A través de una rejilla escuché al padre decir "Ave María Purísima", "sin pecado concebida", respondí. Me preguntó mi edad y hace cuánto tiempo que no me confesaba. Le dije que hace dos años, cuando mi hija mayor hizo la Primera Comunión, y creo que mencioné que mi segunda hija la haría y que por eso deseaba confesarme.

"Has hecho el examen de conciencia?", me preguntó. Le respondí que sí. "¿Cuándo?", me volvió a preguntar. Me pareció raro que me preguntara eso, y le respondí que la noche anterior, y que también en el trayecto a la iglesia media hora antes.

“Media hora antes”, repitió el padre acompañándolo de un suspiro de condescendencia, como diciendo “media hora antes, no puedo creerlo”. En mi mente había un signo de interrogación gigante. ¿Estaba mal? ¿Había un tiempo ideal o un tiempo mínimo que debía durar un examen de conciencia, y media hora era muy poco?

"Bueno", me dijo, "me vas a decir tus pecados solo desde hace dos años a la fecha". Entonces empecé. No había ni empezado a hablar casi, y me interrumpió. “¿Eso es pecadooo??, otra vez usando un tono condescendiente. “Hmm, creo que necesitas ayuda, yo voy a ayudarte, te voy a preguntar y tú me vas a decir si o no”.

Otro signo de interrogación en mi mente. Parecía que había vuelto a tercer grado de primaria.

Empezó a enumerar los pecados referidos a los mandamientos, "¿has jurado en vano?, ¿has robado?, ¿has mentido?", y yo contestaba. “¿Has levantado injurias contra alguien?” No, le dije. "¿Sabes lo que es injuriar?", me preguntó. –"Sí, calumniar, difamar…", respondí. “Eso no es injuriar”, me espetó. “Injuriar es levantar falsos testimonios contra otros. Lo has hecho?” -"No, padre, le contesté.

En ese momento, yo estaba empezando a dudar si estaba realmente con un sacerdote, o un extraño se había metido al confesionario a tomar su lugar y me estaba tomando el pelo. ¿O quizás era un actor que estaba haciendo un experimento social?, ¿o tal vez yo era la víctima de una cámara indiscreta?. Miré de reojo las esquinas del confesionario y hasta tuve la tentación de, en plena confesión, revisar los rincones para cerciorarme que no hubiera alguna cámara o micrófono.

Pero rápidamente quité de mi mente esas dudas, porque el padre hablaba muy bien, se notaba su cultura y su conocimiento de los temas religiosos.

A estas alturas de la confesión, yo llevaba no se cuántos minutos ahí adentro, y notaba que afuera había gente impaciente por el ruido que hacían. Pero yo todavía tenía para largo ahí, aunque ni me lo imaginaba.

Le dije al padre que me cuidaba para no tener más hijos con métodos que no eran aceptados por la iglesia, pues como todos saben el único método admitido por la iglesia es el natural. Ajá!, ahí empezó una larga, larguísima conversación, tan larga que me empezaron a doler las rodillas por la posición arrodillada en la que estaba. En realidad no era una conversación, era una catequesis completa. El padre me estaba catequizando!!

Me dijo que había todo un tratado de la iglesia sobre la manera como cuidarse para no tener hijos, pero que los métodos artificiales estaban totalmente vedados. Hasta mencionó que había tenido que negar la absolución a una señora por llevar un dispositivo intrauterino. Y también me dijo que había un lugar donde impartían clases a los esposos sobre cómo planificar la familia siguiendo los métodos de la iglesia.

El momento inesperado y amargo llegó cuando me dijo que no podía darme la absolución, que entendía que yo quería comulgar en la ceremonia de Primera Comunión de mi hija, y que aunque ése era un buen motivo, no cumplía con el objetivo de toda buena confesión, que es tener arrepentimiento y propósito de enmienda.

Porque, me dijo, para tener propósito de enmienda, yo tenía sinceramente estar decidida a adoptar los métodos aceptados por la iglesia, pero ¿acaso podía hacerlo unilateralmente sin consultar a mi esposo? No, entonces me dijo que debíamos conversar primero los dos sobre qué hacer, y mientras tanto no podría ser absuelta.

Me sentí muy decepcionada cuando escuché eso, pero no había nada que hacer. Me despedí, y salí del confesionario tambaleándome porque tenía las rodillas agarrotadas por haber estado arrodillada tanto tiempo.

La cola de gente que esperaba su turno para confesarse ya era larga. Por lo menos había estado yo media hora en el confesionario! Sentí vergüenza pensando en lo que la gente estaría pensando, qué clase de pecados tendrá esta señora para tomar tanto tiempo para confesarse!.

En la cola distinguí a mi esposo. Me acerqué y le pedí que me siguiera. Afuera de la iglesia le conté todo lo de mi confesión, y le dije que no había caso, que nos fuéramos porque a él tampoco lo iban a absolver. Pero él se negó. "No", me dijo, “yo me quedo, yo me voy a confesar y voy a comulgar mañana”.

No entendí qué buscaba, pero, bueno, lo dejé y me fui a la casa a seguir con mis preparativos. Cuando él regresó, le pregunté que cómo le había ido, y para mi sorpresa me dijo: “Bien, ya me confesé!”. “Te dieron la absolución???”. “Sí”, me respondió.

¡¿Quéeeeeee??!!!! Y por qué a ti sí, y a mi no??!!!!”, yo estaba indignada!. 
“Ah, es la manera cómo lo dijiste”, me dijo mi esposo.
“¿Y cómo lo dijiste tú?” 
“Intimidad sin fines reproductivos”. 
-PLOP!!

Y así fue como mi esposo sí comulgó el día de la Primera Comunión de nuestra hija, y yo no. No se si mi hijita se dio cuenta, tal vez no, porque no me preguntó nada. Y felizmente no lo hizo, porque no hubiera sabido bien qué contestarle.

Ya para entonces se me había pasado la decepción, y solo me quedó la alegría y emoción de ver a mi pequeña, inocente y angelical, recibiendo su Primera Comunión.



martes, 11 de octubre de 2016

RESULTADO DEL SORTEO

Antes de dar a conocer el nombre del ganador(a) del sorteo organizado por este blog, deseo agradecer sinceramente a las personas que compartieron la publicación, dieron Me Gusta y/o escribieron a mamaportriplepartida@gmail.com.

Y ahora sí, sin más trámite de por medio, les anuncio que Marlene Angélica García Cuba, con DNI 40862083, es la ganadora de una bata para niña Sweet Angels!

¡Mil gracias Marlene por participar y por tus sugerencias de temas para este blog!

Y a todas las personas que me leen, o me han leído alguna vez, les agradezco su interés y espero poder tenerlos regularmente por aquí.

GRACIAS!!!

Carla

martes, 20 de septiembre de 2016

SORTEO de Mamá por Triple Partida: A participar! (Ampliación de fecha)

Han pasado ya siete meses desde que empecé a escribir regularmente en mi blog, y es que aunque el primer post lo colgué en el 2014, no fue hasta febrero de este año que me decidí a bloguear firme y parejo.

Como lo señalo en mi perfil, soy una periodista que dejó de trabajar para quedarse en casa a raíz de la llegada de su tercera hija en septiembre de 2013, asumiendo un cambio de vida y de rutina que no había experimentado antes.

Mi nostalgia por escribir me llevó a la idea de abrir este blog, y que mejor que contando mis experiencias y compartiendo mis vivencias de mamá de tres niñas en diferentes etapas de desarrollo.

Ya llevo 25 posts y más de 3,300 visitas, y aunque aún Mamá Por Triple Partida es un blog literalmente en pañales, quiero celebrar, con las personas que me leen, estos siete meses de blogueo materno.

Y lo haré organizando un sorteo! Se trata de una bata para niña, fabricada en fino polar y de un lindo color rosado. El ganador o ganadora escogerá entre las tres tallas disponibles, 8 (de 6 a 8 años), 10 (de 8 a 10 años) y 14 (de 12 a 14 años).

SORTEO DE MAMA POR TRIPLE PARTIDA


El UNICO e Indispensable requisito para participar es:

1. Escribir un correo a mamaportriplepartida@gmail.com con el título de SORTEO, indicando su nombre, DNI, lugar de residencia, y señalar el tema que les gustaría sea tratado en el blog.

He reducido los requisitos únicamente a éste porque algunas personas dieron compartir al blog pero no escribieron el correo, de modo que me es imposible conocer quiénes son. Es importante que envíen el correo para poder participar en el sorteo.

Por otro lado, he ampliado la fecha de vigencia para participar. El sorteo se realizará el día 10 de Octubre. Mucha suerte a todos!!

Participa en el sorteo de esta bata para niña - Portriplepartida.blogspot.com

lunes, 12 de septiembre de 2016

Parte II: Crónica de la hospitalización de una menor de 3

Creo que a todas las mamás, la sola idea de que nuestros hijos sufran dolor físico nos aterra, y sino recordemos las primeras vacunas. El pinchazo en la piernita o bracito de nuestro bebé nos podía doler tanto o más a nosotras.

Niña con vía - Portriplepartida.blogspot.com

Y ése era un pinchazo de dos segundos, pero una aguja clavada en el dorso de la mano de tu hijita por quién sabe cuánto tiempo, eso eran palabras mayores. Por eso cuando el doctor me dijo que tendrían que tomarle muestras de sangre y además ponerle una vía a mi pequeña hija, se me estrujó el corazón. "¿Pero es tan grave así?", pensaba. "¿Es necesario hacerle pasar por todo eso?".

Yo había ido a la clínica con la nana de mi hija. Ella y yo nos mirábamos desconcertadas anticipando el mal rato que mi hijita iba a pasar. En eso, llegó la enfermera encargada de sacar la muestra de sangre y me pidió que agarre el brazo de mi hija para que no lo moviera. Ella dormía en la camilla inocente de todo. Tragué saliva.

Cuando la enfermera la pinchó, mi enana despertó de golpe, y empezó a llorar, y como se movió, la enfermera no pudo completar la extracción de sangre. Me dijo que ojalá que la cantidad que tenía sirviera, porque de lo contrario iba a tener que pincharla una vez más.

Al rato que se fue, llegó otra enfermera encargada de ponerle una vía a mi hija. Con mucha solemnidad me explicó lo que tenía que hacer y pidió refuerzos para iniciar el procedimiento. Mi esposo justo llegó para ese momento.

Aparecieron dos enfermeras más y me dijeron 'señora usted va a agarrar a la bebé para que no se mueva', y yo pensaba "¿por qué siempre me tienen que pedir que yo la sujete? ¿Por qué tengo que ser la mala de la película que tiene que sujetarla para que personas extrañas le causen dolor?".

Miré a la nana de mi hijita, y la ví con los ojos húmedos y enrojecidos. Miré a mi esposo, y me dijo con la cara pálida: "yo no puedo ver, voy a salir" y abandonó la habitación.

Respiré hondo, solo quedaba yo para asumir la responsabilidad del momento. No tenía otra alternativa que ser fuerte, tenía que trasmitirle fuerza a mi pequeña, tenía que ayudarle a soportar el dolor, pero ¿cómo lo haría?.

Una de las enfermeras me dijo entonces que la primera muestra de sangre que le habían sacado era insuficiente, y que necesitaban sacarle más, que aprovecharían que iban a ponerle la vía para extraerle de ese mismo pinchazo más sangre, pero que sí no se podía hacer las dos cosas a la vez, entonces tendrían que pincharla otra vez más para obtener la sangre que necesitaban.

Las enfermeras le amarraron una liga en el brazo para que se le hinchen las venas, y mi hijita se puso a llorar. Yo me acomodé encima de su cuerpecito para que no me moviera, como me habían pedido las enfermeras. Una de ellas le agarraba fuerte el bracito, y la otra medía, examinaba, calculaba y se tomaba su tiempo antes de introducirle la aguja.

En ese momento, mientras pensaba cómo ayudar a mi enana a pasar por el trance, tuve una idea. Me acordé de nuestros juegos sobre la arañita, que consisten en hacerle cosquillas simulando que mi mano es una arañita que le sube por la espalda.

Entonces le dije: "mi amor, te acuerdas de la arañita?. La arañita traviesa está subiendo por tu mano y te va a picar. Es la arañita, mi amor, piensa en la arañita, es solo una pinchadita rápida, es la arañita que está picando".

Ella lloraba con los ojos cerrados y decía "auu!, auu!, auu!, duele! duele!", mi pobrecita hija!!. Yo seguía hablándole de la arañita, y sufriendo con ella. No se si lo de la arañita sirvió de algo, pero creo que sí. En ningún momento dio de alaridos o chillidos histéricos, ni tampoco se agitó para librarse de las manos que la sujetaban. Creo que lo toleró muy bien, como toda una valiente!.

Pero para su mala suerte, las enfermeras no pudieron sacarle más sangre, solamente sirvió el pinchazo para ponerle la vía, entonces tuvieron que pincharla otra vez más, ahora en el otro brazo.

Nuevamente repetí la estrategia de la arañita para ayudarla con el tercer pinchazo. Ahora que lo pienso tal vez lo que estaba haciendo, sin ser consciente de ello, era una técnica de visualización, esas que consisten en visualizar en la mente cosas agradables para relajarse.

Recuerdo que cuando estaba embarazada y asistí a las clases de preparación para el parto, nos instruían sobre esas técnicas para tolerar el dolor de las contracciones. Entonces, ¿visualizar una arañita amistosa y traviesa que le pinchaba la manito a mi hija, hizo quizás el dolor más tolerable que pensar en una aguja larga y fría que le perforaba la vena?

Cuando terminó todo, me quedé tan aliviada. Finalmente luego de todo eso, dejaron dormir a mi hijita en la camilla con su vía puesta en la mano y una férula para impedir que se mueva la aguja. Lucía tan inocente, tan indefensa y pequeñita, es así como la capté en la foto que ilustra este post.

Eran ya como las 10:30 de la noche. Le pedí a mi esposo que mejor regresara a la casa a descansar. Lo único que quedaba por hacer era esperar a la ambulancia que iba a trasladar a nuestra hijita a la clínica donde iba a quedar internada, y yo iba a ir con ella obviamente.

La ambulancia llegó a la 1am! En el tiempo de espera, yo no pude descansar, me la pasé conversando con el médico de turno que vio a mi hija primero, y con el pediatra, y también gestionando la posibilidad de que trasladaran a mi gorda a una clínica cercana a mi casa. Sin embargo, no tuvimos suerte, no había disponibilidad de camas en las clínicas más cercanas.

Cuando llegó la ambulancia, subieron a mi hija en su camilla, y yo subí con ella y una paramédico. La noche era fría y garuaba. Mientras íbamos en camino a la clínica pensaba que era la primera vez en mi vida que me encontraba dentro de una ambulancia trasladando a un familiar.

Al llegar a la clínica, instalaron a mi hija en una habitación, y vinieron enfermeras y doctores asistentes para tomarle sus signos vitales. Recién media hora después, a las 2 de la mañana, finalmente la dejaron descansar.

Día 1

A las 6 de la mañana, desperté de improviso cuando una enfermera llegó a la habitación para nebulizar a mi hija y tomarle la temperatura. Tenía 38,7. Con tan pocas horas de sueño que ella había tenido, no le gustó para nada que la despertaran y empezó a llorar. Menos quiso tener la mascarilla que usan para la nebulización pegada a su cara, luchaba por sacársela y lloraba. Además también le molestaba la vía y tuve que detenerla para impedir que se la sacara.

La enfermera y yo no sabíamos qué hacer para que se dejara nebulizar. Entonces me percaté del televisor. "Quieres ver tele mi amor?", le pregunté. -"Sí", me dijo. "Peppa". Y ohh maravilla! A las 6 am, estaban dando Peppa Pig en la televisión!! ¡Qué suerte! Se quedó tranquilita el resto de la nebulización y concentradísima mirando sus dibujos animados.

Cuando terminó, apagué la tele y las luces para que siguiera durmiendo. La acomodé en la cama, la arropé, y la dejé ahí con los ojos entrecerrados, hasta que le viniera nuevamente el sueño. Ella estaba tranquila y quieta, no se movía, no hacía ningún ruido. Yo estaba sentada al costado de su cama en un sillón reclinable en el que había dormido, estaba revisando mi teléfono, cuando en eso escuché la vocecita de mi hija diciendo: "Ya me saqué".

Yo salté del sillón para mirarla, y ví que ya no tenía la vía en la mano. ¡Se la había arrancado!! Toqué como loca el timbre de llamada para las enfermeras: "La bebé se ha arrancado la vía!", le dije a la que me contestó, y escuché que dio un grito ahogado "¡Se ha arrancado la vía!", les repitió a sus compañeras.

Vinieron rapidísimo, y constataron que la vía ya no estaba en la mano de mi hija. Una de las enfermeras me regañó: "Señora, tenía que haber estado mirando que no se la sacara". No contesté nada, pero pensé: ¿en qué momento alguien me previno de que eso podía pasar y que debía estar atenta para impedirlo?". "Es la primera vez que tengo una hija así de pequeña internada en la clínica con vía en la mano. ¿Cómo iba a saber que iba a quitársela?"

Ahí entendí que las enfermeras le temen al momento de tener que pinchar a una criatura tan pequeña, que deben odiar tener que hacerlo, porque es muy penoso y hasta traumatizante. ¿A quién no le van a conmover los gritos de un bebé que llora por miedo o dolor?

Así que ni modo, otra vez iban a tener que ponerle la vía, porque era necesario administrarle los antibióticos y medicamentos por vía intravenosa. Un momento después, llegó mi esposo con mis hijas mayores a quedarse con la enfermita. Quedamos en que yo regresaría a la casa a bañarme, a dormir un poco y almorzar. Me sentía como una zombie. En el trayecto manejando a casa, los párpados se me cerraban de sueño, tenía miedo de dormirme, qué peligroso!

Durante el tiempo que no estuve en la clínica, le pusieron nuevamente la vía a mi hija pero en la otra mano. Mi esposo presenció el momento. Afuera en el pasillo, estaban mis papás y mis hijas mayores, y escuchaban sus gritos, pobrecita!. Dicen que llamaba "mamá". Cuando terminaron de ponérsela, sus hermanas entraron al cuarto y se encargaron de consolarla y hacerla reír.

Luego vino el neumólogo para examinarla y notó que otra vez tenía fiebre. Ordenó que le hicieran a mi hija una terapia respiratoria consistente en masajes en pecho y espalda para ayudar a movilizar las flemas atrapadas en sus bronquios. Además continuaban con las nebulizaciones cada cuatro horas.

Todos estos procedimientos la mortificaban tremendamente y se ponía a llorar. La única manera que se tranquilizara era ponerle la televisión, así que la TV estuvo prendida prácticamente durante todo el día todo el tiempo que estuvo internada.

Día 2

El domingo el pediatra vino temprano para evaluar a mi hijita y la vio de mejor semblante. Ya no tenía fiebre, pero me dijo que tendría que pasar en la clínica por lo menos unas 48 horas sin fiebre antes de poder darle de alta.

A la hora del almuerzo, dejamos a la nana con mi hija en la clínica, y nos fuimos a almorzar con mis papás y mis hijas mayores a un restaurante cercano porque era el cumpleaños de mi mamá. Luego regresamos a la clínica. Todo estaba tranquilo.

A las 5 aproximadamente mi esposo y mis hijas mayores regresaron a la casa, tenían que preparar sus cosas para el colegio, bañarse y cenar. Nuevamente me quedé yo sola con mi gordita. Los cuentos que sus hermanas le habían llevado para que estuviera entretenida no le interesaban más que cinco minutos. Todo lo que quería hacer era ver la televisión.

Al anochecer empezó a quejarse de la vía, parecía que le molestaba. Se lo informé a una enfermera y vino a examinarle la mano. Vio que la piel alrededor de la vía no estaba enrojecida ni hinchada. Me explicó que cuando la vena ya no da más, la piel enrojece y se hincha la zona de la vía, entonces hay que colocar la aguja en otra zona. En el caso de mi hija, todo estaba bien, me dijo.

Pero hacia las 9 de la noche, mi hija decía que le dolía la mano y lloraba. Yo no sabía qué hacer. Solo me quedó echarme a su lado y tratar de consolarla. Yo le acariciaba la cabeza y le hablaba bajito y rogaba en mi mente para que se durmiera. Felizmente, eso ocurrió una media hora después.

A las 10pm hubo que nebulizarla nuevamente y para eso había que despertarla, pero afortunadamente recibió la nebulización durmiendo. Estaba muy cansada. Y yo también. A las 10:30 pm caí privada de cansancio.

Día 3

A las 02:00 de la mañana, una enfermera entró al cuarto para nebulizar otra vez a mi hija. Yo pensé que podría seguir durmiendo mientras lo hacía, ya que el cuerpo me pesaba horrores, pero mi hija empezó a llorar y llamarme, entonces no tuve más opción que levantarme y estar a su lado. Eran 20 minutos de nebulización y de ahí a seguir durmiendo. Yo caí como piedra nuevamente, cruzando los dedos mentalmente para que la enfermera de la siguiente nebulización no nos despertara sino hasta las 6:30.

Pero a las 5:40am el llanto de mi hija me despertó. Me levanté para consolarla como siempre hacía, y ví a una enfermera que pensé era la que iba a nebulizarla, pero no. Estaba tratando de tomar sus signos vitales, pero como mi hija se puso a llorar fuerte, dijo: "mejor vuelvo en otro momento", y se fue.

Entonces miré mi reloj y ví que eran las 5:40am. ¡Casi asesiné mentalmente a la enfermera!! Cómo se le ocurría entrar a despertarnos a esa hora, para tomarle los signos vitales, si a las 6am le tocaba nebulización?, acaso no podía esperar 20 minutos??!!. Además mi hija ya iba a ser dada de alta ese día, o sea no era que estuviera grave y que fuera tan necesario examinarla e interrumpir su sueño para hacerlo.

Cuando se fue la enfermera, me recosté nuevamente y me quedé dormida, estaba tan cansada. Habrían transcurrido 20 minutos o más, cuando escuché que mi hija se levantaba buscando agua en la mesita al costado de su cama. Yo me incorporé para verla, y en la penumbra ví que la vía, la férula, los espadadrapos que la sujetaban a su mano, todo!, ya no estaba estaba en su lugar. Se había arrancado la vía otra vez!.

Y cómo lo habría hecho! Tenía una mancha de sangre en su bata de la clínica, en la mano, en la mejilla! Llamé a la enfermera a cargo, y ésta me regañó otra vez: "señora, cómo le deja quitarse la vía!". Pero yo estaba durmiendo!, ambas estábamos durmiendo, cómo se suponía que iba a impedir que se la arrancara?!

La enfermera me dijo que quizás ya no iba a ser necesario ponérsela de nuevo, que afortunadamente había cumplido la noche anterior con todas las dosis de antibióticos que tenía que administrarle, y que iba a llamar al doctor para pedir instrucciones.

Y gracias a Dios, el doctor dijo que ya no era necesario que se la pongan de nuevo, pues ese día ya iba a ser dada de alta. Lo que sí ordenó es que le tomaran una radiografía de tórax para ver cómo estaban los pulmones de mi pequeña y si ya había desaparecido la atelectasia con la que había llegado a la clínica.

Vinieron las enfermeras al cuarto para llevarla en silla de ruedas a la sala de rayos X. Sentada en una silla de ruedas de tamaño normal, y tapada con una manta, mi gorda lucía tan pequeñita, tan diminuta, tan pulguita, que algunas señoras se quedaron enternecidas mirándola cuando la llevaban.

Y felizmente, el pulmón salió limpio en la radiografía. Luego el doctor vino a conversar conmigo, y me dijo que mi hija estaba lista para salir de alta. Recibimos la noticia realmente con alivio y gran alegría porque tres días en la clínica habían sido más que suficientes.

Mientras esperábamos que la clínica preparara los papeles para el alta, mi enana pedía salir al corredor a jugar, y se ponía a saltar en su cama!. ¡Estaba llena de energía! Qué diferencia con el primer día de internamiento.

Dejamos la clínica al mediodía. Yo súper agradecida de que el internamiento de mi hijita no se hubiera prolongado mucho, y es que a raíz de esta experiencia, me contaron de otros casos de bebés de dos años hospitalizados por neumonía por 11 días. ¡Qué difícil! ¡No puedo imaginar cómo sería eso!

Y bueno, así termina esta crónica del internamiento de mi pequeña. Demás decir que deseo con todo el corazón jamás volver a pasar por una experiencia similar. Fue muy duro y hasta diría yo traumático para mí ver a mi gorda pasar por cosas que una niñita de su edad no debería pasar. Probablemente ella se olvide de todo rápidamente, pero a mí, su mamá, me quedan muchos recuerdos e imágenes fuertes de esta experiencia que no creo serán fáciles de olvidar.

Corolario

Dos días después de ser dada de alta, llevé a mi hija para su control post-internamiento. El doctor la encontró bastante bien, y me dijo que en realidad le quedaban dudas de si lo que tuvo mi gorda fue en verdad una neumonía como había sido su diagnóstico.

Le pregunté por qué. Me respondió que las neumonías suelen ser rebeldes y no suelen curarse tan rápido como pasó con mi hija. Pero de lo que sí no hay dudas, me dijo, es que se trató de una infección bacteriana en el pulmón con presencia de una atelectasia. Ver: Crónica de la hospitalización de una menor de 3

La verdad es que a dos semanas del internamiento de mi hija, aún seguimos batallando contra la tos, pero una más de tipo viral. Desde entonces ha dejado de ir al nido y la mantengo en la casa con tratamiento de inhalador.

Glosario

- Neumonía: Es una infección en los pulmones de origen bacteriano o viral, que ocasiona la inflamación de los alveolos pulmonares. Sus síntomas son fiebre alta, escalofríos, respiración entrecortada, tos, dolor en el tórax.

-Atelectasia: Es un colapso parcial o total del pulmón o de un lóbulo del pulmón que ocurre cuando los alveolos se desinflan. Puede ser causada por la obstrucción de los bronquios por flemas o por presión en la parte externa del pulmón. En bebés o niños pequeños es muy peligrosa.