Si antes me atacaba la pena y nostalgia porque mi gorda estaba dejando de ser bebé, ahora que tiene 3 años, creo que ya me acostumbré a la idea de que la bebita se fue, y de que hoy tengo ante mí a esta pequeña avasalladora, mandona y con una lengua que no para!.
Y es extraordinario. Hoy mi enana HABLA -no como hace un año en que su lenguaje era muy limitado, o hace año y medio, en que prácticamente era muda- y qué maravilla es descubrir, a través de las cosas que dice, cómo se va perfilando su personalidad, como va definiendo su autonomía, y cómo se expresa su inteligencia.
Ya me ha sacado de cuadro varias veces, especialmente cuando no le damos gusto en algo: "Estoy molesta, me voy a ir a vivir con mis abuelitos". O aquella vez que le apagué la tele porque ya había tenido suficiente de Netflix, y me dijo: "Si no me pones Micky Mouse, me voy al nido solita!"
Ah, pero esta me encanta: cuando no le dejo hacer algo o le doy una orden que no le gusta, me dice: "Ay, mamá loca!!". Y me causa gracia porque ninguna de mis dos hijas mayores me habían adjetivado así cuando tenían su edad!.
Bueno, esos son los momentos en que mi gorda verbaliza sus enojos, pero no todos son así. Hay momentos en que los berrinches y rabietas la toman por asalto y se vuelve un huracán, se tira al suelo, patalea, tira las cosas al piso, o su plato de comida, o la agarra a lapos contra sus hermanas de 9 y 11.
Sí, los "terribles dos años" no quedan ahí, se prolongan a los "terribles tres años", y yo diría que son más terribles, porque los niños de 3 ya pueden expresarse bien, y su pataleta no se limita a llantos sino que ahora le agregan mensajes a gritos bien claros: "No quierooooo!", "no me gustaaa!", "No quiero agua, quiero jugooooo!", "No quiero pollo!, quiero papas fritas, dame papas fritas, quiero papas fritas, no quiero polloooo!!!".
A los 3 años, estos pequeños seres se sienten el centro del universo, no hay nada que pueda ser más importante que sus deseos o necesidades. "Mamá está cansada, amor, espérate un ratito" -"Noo! Quiero ir a jugar!", "Solo un ratito", NOOO!"
Y cuando el sábado a las 5:45 am quiere ir a despertar a sus hermanas para jugar "Quiero ir al cuarto de mis hermanas" -"Están durmiendo todavía, déjalas dormir" - "Nooo, quiero ver a mis hermanas, quiero ir al cuarto de mis hermanas". "Están cansadas, han tenido toda una semana larga de colegio, que duerman más, luego vas" -No! Buuuaaaaaa!
A veces me quedo observando sus actitudes, mi gorda se mueve como una pequeña reina por toda la casa, dando órdenes a diestra y siniestra, a su nana, a sus hermanas, a su papá o a mí. Un día me pasó algo curioso, mientras la observaba tuve una sensación de deja vu, como si me estuviera mirando en un espejo del pasado.
¿Acaso yo era así a esa edad?. ¿Tenía esas actitudes de querer dominarlo todo? Tan intrigada me quedé que a la primera oportunidad que tuve, pregunté a mis papás si yo había sido así a los 3 años de edad. "No, me respondió mi mamá. "Tú eras tranquila".
Bueno, definitivamente yo no fui una niña traviesa, para nada, pero creo que sí tenía unos aires dominantes. Eso explicaría un hecho que me ocurrió justamente cuando tenía tres años.
Un día estaba jugando con los demás niños del barrio en la puerta de mi casa, y ví que habían dos niños montando bicicleta, eran unos años mayores que yo, quizás tendrían 5, 6 o 7 años. Qué se me habría metido en la cabeza a mí, el caso es que decidí que no quería que pasaran por donde yo estaba jugando con mis amiguitas, y me propuse detenerlos.
"Por acá no pasan", se los dije o lo pensé, entonces me paré en medio de su camino, extendiendo los brazos y separando las piernas, formando un aspa con el cuerpo. Tengo la imagen vívida de esos niños a varios metros de distancia y avanzando en su bicicleta, pedaleando fuerte, directo hacia mí. Yo estaba decidida a que no pasarían.
Y pasaron. Lo siguiente que recuerdo es sangre y gritos de mi mamá. Mi mamá hecha una furia por esos chiquillos que habían atropellado con la bicicleta a su hijita de 3 años. El mango del timón de la bicicleta me golpeó en la boca y casi arrancó uno de mis dientes. Mi mamá fue a hacerle un lío al papá de los chicos. Cómo habría terminado todo, no lo se, pero como eran otras épocas, seguro esos niños recibieron una buena tunda.
Tengo que explicarles que su hermanita menor está en un proceso de evolución totalmente diferente al suyo, que a los 3 años los niños son totalmente egocéntricos, que ellas eran igualitas a la misma edad, que no puedo ser muy dura con ella, que todo toma su tiempo, y que tarde o temprano su mente va a evolucionar hacia una personita más solidaria y generosa, como lo son ellas ahora.
Esto es difícil de entender, sobretodo para mi hija mayor, que quiere tomar la iniciativa y corregir a su hermana, a veces duramente. Tengo que ponerle los puntos sobre las íes: "La mamá soy yo acá, y solo yo voy a corregir a su hermana cuando lo considere".
Y no soy permisiva con mi tercera hija, valga la aclaración. Me cuido de no engreírla o pasarle por alto cosas que no se las pasaba por alto a sus hermanas cuando eran pequeñitas. Mal haría yo en tratarla permisivamente solo por ser menor y luego que se convierta en una niñita malcriada y consentida.
Porque eso se nota. Yo noto cuando ciertos niños y niñas, amigos de mis hijas mayores, han sido criados extremadamente consentidos. Son niños sumamente exigentes, sin maneras ni modales como para agradecer, o pedir algo con un por favor, porque se sienten con derecho a todo o recibir todo, incluso de personas que no son sus propios padres.
Y es que el último hijo tiene todas las condiciones para convertirse en un tirano si lo dejamos. ¿A quien no se le cae la baba por el bebé de la familia? Todo lo que hace nos despierta ternura. Si dice algo medianamente chistoso, se le celebra, si llora porque se cayó, corremos a consolarle, si se molesta y nos mira con el ceño fruncido, nos hace gracia!
Si bien mencioné que no soy permisiva con mi peque, sí creo que soy más paciente que lo que era con sus hermanas. ¿Será que la maternidad con mi tercera hija me agarró con más madurez? O quizás chocheo más con ella porque es la última?
Solo se que a veces siento que me hace derretir y me la como a besos cuando estamos solitas (para no despertar los celos de las hermanas), o a veces me quedó observándola cuando va por toda la casa disfrazada de su princesa favorita, o me enternezco cuando, ataviada con un tutú, quiere imitar pasos de ballet.
Entonces recuerdo que sus hermanas hacían lo mismo. Lo había olvidado! ¿En qué momento dejaron de disfrazarse de princesas en la casa? ¿En qué momento dejaron de ponerse tutús y alas de mariposa para salir a retozar en el jardín jugando a ser haditas? Qué pena!, no me di cuenta cuando dejaron de hacerlo. El tiempo pasó y no me percaté, y recién cuando veo a su hermana de 3 años haciendo las mismas cosas, lo recuerdo y lo añoro.
Fue una época hermosa cuando mis dos hijas mayores, entonces unas piojitas de 5 y 3 años jugaban todo el tiempo juntas, correteaban, se perseguían, bailaban y cantaban y reían a carcajadas. Y lo triste es que no se repetirá más, pues ahora solo tengo a una piojita de 3 años. El ser la última y haber nacido después de varios años con respecto a su hermana del medio, la ha hecho muy independiente pues es capaz de entretenerse jugando sola por largos ratos sin molestar a nadie.
Pero cuando sus hermanas regresan del colegio, no hay nada que la emocione más que estar con ellas, y jugar en el cuarto de sus hermanas grandes. Después de su propio dormitorio, el cuarto de sus hermanas es su lugar preferido.
Y sus hermanas no la botan de su dormitorio como podrían hacer otras hermanas mayores, todo lo contrario, la integran y se convierten en un trío, y no hay nada que me ponga más contenta que ver a mis tres hijas pasando el tiempo juntas.
Como ya soy una mamá de dos niñas mayores y ya he vivido la mayor parte de su infancia, se que la etapa de los tres a los cinco años es una época bella en la vida de un niño. Por lo menos para mí es la mejor, sin ninguna duda. Es el momento en que se abre la comunicación verbal con tu peque, en que puedes conocer cómo razona, cómo evoluciona su pensamiento, cómo es su curiosidad por el mundo y las cosas que le rodean.
Cuando mi hija mayor era bebé, recuerdo que esperaba con ansias el momento en que hablara, en que pudiéramos mantener una conversación. Qué maravillosa se me hacía la perspectiva de poder conversar con mi hija!
Y ahora vuelvo a estar en esta etapa tan deliciosa con mi última hijita. Tiempo de cuentos de hadas y de princesas, de brujas y duendes, tiempo de volantines, de columpios y toboganes, tiempo de jugar a la chapada y a las escondidas, y pienso gozarla al máximo!.
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