miércoles, 24 de mayo de 2017

Pautas de disciplina positiva para niños de tres y cuatro años

Las que somos mamás de un niño pequeño que nos reta, que estalla en llanto y gritos en el momento menos pensado, que se niega a seguir la rutina de la casa, que se resiste a dormir o a comer, o a vestirse, sabemos lo que es estar sometidas a una fuente de estrés permanente.

niña llorando - portriplepartida.blogspot.com

"Ya va a pasar", nos decimos a manera de consuelo. Son "los terribles dos años", razonamos, pero después se convierten en los "terribles tres", y se prolongan a los "terribles cuatro", y no hay cuando acabe la fase difícil. La buena noticia es que sí hay maneras de que nuestros hijos pequeños mejoren su comportamiento.

¿Qué hacer? Ante todo, armarnos de MUCHA paciencia, toda la que podamos necesitar, y lo segundo importante, comprometernos en mantener una actitud y conducta siempre coherente y firme. Estas fueron las principales conclusiones de una charla sobre disciplina positiva que se dio en el nido de mi hija hace unas semanas para los que somos padres de niños de 3 y 4 años.

Lo primero de lo primero: Los Límites

En toda casa, en toda familia, hay reglas, y los límites son las reglas que se imponen y que no varían, y que contribuirán a la convivencia armónica de los miembros de la familia. Si todos los miembros conocen los límites, los aceptan de mutuo acuerdo, y los cumplen, no tendría por qué haber problemas.

Pero algunos padres creen que poner límites a los niños es malo, o que es el equivalente a castrar a los hijos, pero en realidad establecer límites es mucho más beneficioso de lo que creen, igual que el establecer rutinas. Las rutinas contribuyen a dar seguridad al niño y a darle un orden a nivel interno.

Mónica Llosa, la psicóloga que nos dio la charla a los padres de familia, dijo que los límites dan seguridad al niño de estar haciendo lo correcto, fomentan el reconocimiento de sus propias habilidades para seguir las reglas impuestas, fomentan su capacidad de evaluar las conductas negativas buscando otras alternativas de solución, y desarrollan su flexibilidad, evitando la baja tolerancia a la frustración.

Los niños no nacen con tolerancia a la frustración ni autocontrol, ambos son destrezas que se aprenden. Entonces un niño de 3 o 4 años con baja tolerancia a la frustración y sin autocontrol, va a hacer un berrinche cuando le digan que no puede comer golosinas antes de almorzar, y quizás se tire al suelo a patalear, o tire cosas al piso, o intente pegar a su madre por no darle gusto.

Mi hija tiene 3 años y siete meses, y yo pensé que su etapa de berrinches ya estaba en franca remisión, que había mejorado mucho, y que yo ya podía razonar con ella, y evitar que me hiciera pataletas, pero hace unos días ella se encargó de hacerme aterrizar en la realidad. Hasta me parece que hubieran recrudecido sus pataletas.

El otro día le dije que debía apagar la televisión porque ya había visto suficiente, y que era momento de jugar. Cuando apagué la tele, ella empezó a berrear, y golpearse con sus puños las piernas. Yo me fui para que no me viera sonreirme, porque como es la bebé de la familia, sus arranques de cólera me dan ternura, me hacen gracia. Mis hijas mayores hace tiempo que dejaron de hacer berrinches, entonces la gordita se ve graciosísima cuando patalea, ¿me entienden?

Bueno, ella siguió en su berrinche. Empezó a golpear los cojines del sofá y luego los tiró uno a uno al piso, y como vio que no le hacían caso, se fue a su habitación pateando el piso y con el ceño fruncido. Yo me aguantaba las ganas de correr a ella y cargarla, apachacharla, y besarla, porque se que si lo hubiera hecho en ese momento, me hubiera apartado con furia y hubiera continuado enojada. 

Esperé unos tres minutos y luego fui a buscarla a su habitación, justo en el momento en que ella salía, entonces la abracé, y nos abrazamos con ternura. Su enojo ya se había terminado.

Pero no siempre mi hija hace estos berrinches cuando apago la televisión. En otras ocasiones, lo tolera perfectamente, y se va a buscar algo que hacer sin llorar ni protestar. Por eso creo que está en todo el proceso de aprender el autocontrol y a tolerar la frustración.

Llosa nos aseguró a los padres que el hecho que los niños se frustren no es malo, más bien eso los ayuda a madurar y fortalece su carácter, y que no debemos sentirnos culpables por ocasionarles una frustración, lo que, sin embargo, no quiere decir que nos pasemos la vida frustrándolos a cada momento. Todo debe ser balanceado.

¿Cómo aplicar los límites?

Para empezar a aplicar los límites, primero hay que evaluar si nuestras expectativas como padres sobre el comportamiento que debe tener nuestro hijo van de acuerdo a la edad del niño. A un niño de dos años no vamos a pedirle o esperar que se comporte como uno de 6.

Segundo, acordar con los miembros de la familia cuáles serán las reglas que se impondrán. Por ejemplo, en mi casa, hemos establecido la regla de no mirar celulares cuando estamos en la mesa, y aplica para todos, para mi esposo, para mí, para mi hija de 12 años, y sus hermanas de 9 y 3. Anoche, me sorprendí de lo bien que la menor ha captado esta regla, pues me había pedido ver vídeos en mi teléfono, y cuando le recordé que nadie puede hacerlo en la mesa, lo aceptó y no protestó.

Tercero, identificar las conductas negativas y las respuestas que se tendrán frente a ellas, es decir que los niños sepan cuáles son las conductas no se pueden tolerar, por ejemplo, golpear a sus hermanos, destruir cosas, querer correr en la calle o en sitios públicos alejándose de una, y cuáles serán las consecuencias de hacerlo. Por ejemplo, se le dice si insistes en correr y esconderte de mí en el centro comercial, ya no podré llevarte más conmigo.

Cuarto, hay que ser consecuentes con lo que se imponga. Por ejemplo, las reglas deben valer para todos los hijos, no dejarle a uno no cumplirla, y exigirle que la cumpla el otro. O un día permites a tu hijo ver televisión toda la tarde, pero al siguiente día se lo prohíbes.

Quinto, es importante no ceder. En el proceso de aprender a respetar las reglas y los límites de los niños, los padres no deben ceder por un berrinche o una pataleta, o una cara larga que nos ponga nuestro hijo, ya que si lo hacemos enviamos el mensaje de que las reglas se pueden romper, y eso resta autoridad.

Pautas para aplicar una disciplina positiva

El establecimiento de límites debe ir acompañado de un entorno de afecto a nuestro hijo. No podemos poner límites sin antes asegurarnos de que las necesidades de amor y afecto de nuestros hijos están cubiertas.

Debemos preocuparnos de darle un tiempo especial a nuestro hijo, en el que realmente nos dediquemos a él, en el que él tenga toda nuestra atención, por ejemplo, jugar con él, y jugar a lo que él quiera y decida.

También debemos preocuparnos de darle seguridad y confianza a nuestro hijo, por ejemplo, cumpliendo lo que le prometemos. No hay cosa más descorazonadora para un niño que su madre o su padre le prometan algo y después no lo cumplan. También les damos confianza cuando en los momentos de enojo, no reaccionamos con la cabeza caliente, sino cuando ya nos hemos calmado.

Cuando queremos poner disciplina, debemos asegurarnos de tener un estado de ánimo constante. La disciplina no debe estar influenciada por nuestro estado de ánimo, por ejemplo, cuando llegamos a la casa estresadas después de trabajar, nos ponemos a regañar a nuestros hijos por haber hecho esto o aquello, y otro día que estamos relajadas y tranquilas no le damos importancia a lo que hayan hecho.

Validar sus sentimientos de enojo y frustración también ayuda porque el niño se siente comprendido y ello lo pondrá en disposición más abierta a escuchar las razones por las que no se le permite algo. Por ejemplo se le dice: "Estás enojado porque quisieras jugar más tiempo, no? Este es tu juego favorito, lo se, pero es hora de almorzar, y después podemos seguir jugando".

A mí me funcionaba esto cuando mi hija era más pequeña, cuando tenía dos años y no sabía aún expresarse muy bien, pero he notado que ahora que tiene tres, y que sí sabe comunicar perfectamente lo que quiere o no quiere, ya no me sirve de mucho. Valido sus sentimientos, le explico razones, y no quiere oir nada, es como si se enfureciera más. Ahora encuentro que lo más efectivo es dejar que se calme sola, y cuando ya está más tranquila, la abrazo y hablamos.

Cuando nuestro hijo ha tenido un mal comportamiento o una rabieta, sirve aplicar el "Time In", que es diferente al "Time Out" del pasado. El objetivo es darle un tiempo al niño para que se disipe su enojo, para que enfríe la emoción, y pueda pensar y reflexionar sobre lo que ha hecho.

La psicóloga nos sugirió acondicionar para este propósito un rincón de la casa en donde el niño pueda estar mientras se le pasa el enojo. En ese sitio se le puede poner algunos cojines bonitos o sus peluches y muñecos favoritos,

Otro aspecto importante es hablar en positivo, tratando de eliminar el No. En vez de decir "No agarres los adornos de la sala", transformarlo en una indicación positiva como "Los adornos de la sala se cuidan". O en vez de ordenar "No camines sin zapatos", decir "Ponte los zapatos, hace frío".

Otra pauta es perseverar en las decisiones que hemos tomado a pesar de las dificultades que ello suponga. Por ejemplo, cada vez que tus hijos hacen pataletas en casa, te mantienes firme, pero si te hacen un berrinche en un lugar público, cedes porque te avergüenza que te estén observando.

También es importante dar el ejemplo. Si quieres que tu hijo coma regularmente frutas y verduras, él estará más llano a consumirlas si ve que sus padres también lo hacen.

Asimismo es aconsejable dar recompensas al niño cuando ha logrado corregir un comportamiento negativo, pero más que recompensas materiales, como juguetes o dulces, debemos dar recompensas afectivas, como momentos de juego con tu hijo, una salida al cine juntos, o ir a comer helados.

Y por último hay que procurar que nuestros hijos terminen las actividades o tareas que empiecen a hacer. Si tu hijo empieza a armar un rompecabezas, pero en medio de la tarea se aburre, y quiere dejarlo, hay que motivarle a seguir y terminarlo.

Hay una y mil situaciones que pasamos como mamás que pueden sobrepasarnos y hacernos perder la paciencia y soltar un grito del que después nos arrepentimos. Todas quisiéramos la fórmula para que nuestros hijos no hicieran berrinches, para que siguieran las rutinas de la casa, sin una lucha de por medio para comer, para bañarse, para vestirse, etc., la clave está en mantener una coherencia, y corregir siempre con firmeza y amor.

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