¿Qué haces en ese momento? ¿Le insistes y porfías que sí existe Santa Claus, que viene cargado de regalos en un trineo que surca los cielos, jalado por renos? ¿O decides decirle la verdad porque te da escalofríos solo de pensar que cuando sepa que no existe, te reclame totalmente defraudado"¡Me mentiste!". Pero, y si le dices la verdad, "¡qué pena que pierda la ilusión!!", piensas.
Pero también están los niños que empiezan a sacar sus propias conclusiones de la no existencia de Santa Claus cuando notan algunas pistas que les dejamos inadvertidamente los papás, por ejemplo, el regalo que les dejó Papa Noel está envuelto con el mismo tipo de papel con el que están envueltos otros regalos, o peor aún, tiene el logo de alguna conocida tienda. Entonces se preguntan: "Papa Noel compra los regalos en Saga? ¿No es que viene del Polo Norte?"
O cuando la letra de la cartita que les dejó Papa Noel es idéntica a la caligrafía de mamá o de papá, o cuando los papis no escondieron bien el regalo, y el niño lo vio de casualidad en el fondo del armario o en lo alto del closet, y resulta que días después, es en apariencia el mismo regalo que Papa Noel le dejó.
Entonces, un día te sorprende con la pregunta: "Mami, Papa Noel de verdad existe? o tú y papá me compras los regalos?". Si tu hijo es pequeño, seguro le sueltas un "Por supuesto que existe mi amor!". Pero si ya tiene 8 o 9 años, tal vez pienses "Ya está grandecito, ¿y si le digo que efectivamente no existe?, ¿algún drama por eso?". O tal vez te digas: "Le insistiré que sí existe, pero me creerá? o pensará que le estoy engañando?.
El mito de Papa Noel y la entrega de regalos a los niños es uno de los más lindas ilusiones que tienen nuestros hijos en Navidad, quién podría negarlo. Y somos muchos los padres que quisiéramos que mantuvieran esa ilusión el mayor tiempo posible. Digo muchos, pero no todos, porque de hecho existen algunos padres y madres a los que no les cuadra sostener ni por un tiempo la historia.
Hace poco leí en un grupo de Facebook, conformado por mujeres que se autoconsideran progresistas y modernas, lo que pensaban de alimentar la mente de sus hijos con historias de Papa Noel. Había una mamá que escribió que a su hijo de dos años le había dicho que no existe el tal Papa Noel, y el niñito lo había repetido en el nido a sus compañeritos. Dijo que los demás papás estuvieron furiosos con ella!
Yo recuerdo mi propia historia alrededor del mito de Papa Noel. Ya desde que tenía 5 años con mis amiguitas nos embarcábamos en unos ardorosos debates infantiles sobre si existe o no existe. Hasta que tuve 7 años los regalos de Papa Noel aparecían en el borde de mi cama. ¡Qué felicidad encontrarlos en la mañana del día 25!
Pero la Navidad en que ya tenía 8 años, mi familia y yo la pasamos en casa de una tía que tenía una familia muy numerosa. Fue la primera vez que pasé la Noche Buena despierta. Después de la medianoche, toda la familia se reunió alrededor del árbol de Navidad para abrir los regalos. Recuerdo que un regalo me deslumbró: era una caja grande donde había una Barbie y un aparato donde la podías poner de pie y hacerla bailar. Además traía una cámara de fotos para hacerle tomas a la Barbie mientras bailaba. Qué feliz fui con mi regalo!
Por la mañana cuando desperté en mi cama, no había regalos de Papa Noel, entonces entendí que los regalos venían de mis papás, y ya los había abierto todos en casa de mi tía. No recuerdo haberme sentido desilusionada, porque lo de la no existencia de Papa Noel era algo que desde hacía un tiempo se me hacía muy probable.
Yo supuse por eso que la propia transición de mis hijas de creer en Papa Noel a no creer que existe, iba a ser así de sencilla y tranquila, sin desilusiones grandes ni dramas. No imaginaba cuán equivocada iba a estar.
El año pasado mi hija mayor tenía 10 años y aún creía en Papa Noel, algo que me parecía un poco raro por su edad, pero escuchaba hablar a algunas de sus amigas del colegio y también aparentemente creían. Alguna de ellas dijo que era mejor creer porque sino no iban a poder pedir lo que quisieran para Navidad. Ajá, pensé, o sea se trataba de una fe bastante pragmática.
Ya el año anterior, a los 9 años, mi hija me había preguntado un día que estábamos en el auto, si Papa Noel en realidad existía o yo le compraba los regalos. Me tomó por sorpresa y totalmente desprevenida. En milésimas de segundo evalué mis alternativas y finalmente respondí. No recuerdo exactamente qué le contesté, algo de que la fe está en su corazón, en su mente de niña, y si ella cree firmemente en algo entonces ese algo existirá siempre.
Hasta ese entonces, ella, como todos los niños, escribía una cartita a Papa Noel con su lista de deseos, y me la entregaba para que me encargara de enviarla por correo postal al Polo Norte. Así era muy sencillo para mí saber qué deseaba como regalo de Navidad.
La Navidad en que ella tenía 8 años, me puso en un aprieto. Abrí la cartita que había escrito y me encontré con un texto muy bonito y muy sentido, diciendo a Papa Noel que había sido una buena niña ese año, que había sacado buenas notas y se había portado muy bien, y que lo que más quería como regalo esa Navidad era un perrito labrador!
Nosotros ya teníamos una perra labrador desde antes que naciera mi hija, entonces tener dos perros no era una opción para nosotros. Empecé a pensar cómo salir del problema y dí con una buena idea. Escribiendo con una caligrafía distinta a mi letra, respondí con otra carta, supuestamente de Papa Noel. Esa carta la encontró junto con los otros regalos que recibió el día de Navidad.
Papa Noel le decía en ella que sabía muy bien lo bien que se había portado y lo mucho que se había esforzado en el colegio para sacar buenas notas, pero que no podía complacerla regalándole un cachorro, porque el animalito no soportaría el largo viaje desde el Polo Norte a Perú.
Mi hija creyó todo y entendió las razones de Papa Noel para no regalarle un perrito, y recibió contenta los otros regalos que sí le trajo.
Entonces volviendo al comienzo, Navidad del 2015, mi hija ya tiene 10 años, y en el colegio ha aprendido a usar la tecnología, incluso tiene su propia cuenta de gmail, y conoció de aplicaciones que le permitían enviar su lista de deseos a Papa Noel por correo electrónico. Y así lo hizo.
Por supuesto que no me dijo que había pedido, y yo me quedé sin la más remota idea de qué regalarle para Navidad en nombre de Papa Noel.
Como ya tenía 10, y las opciones de juguetes para niñas de esa edad son cada vez menores, y además mostraba interés en la ropa y zapatos, decidí regalarle algo que deseaba, un par de alpargatas Toms, y ese sería el regalo de Papa Noel. Para mi hija de 9, un par de cuyes, porque soñaba con tenerlos de mascotas.
Cuando mi hija mayor abrió la caja y descubrió las alpargatas, la cara de desilusión se reflejó en su rostro, no solo desilusión, sino tristeza. Yo no entendía por qué. Le pregunté, y me dijo que Papa Noel no le había traído un juguete, y además ¿cómo a su hermana sí le había traído dos cuyes?. ¿No que los animales no soportan el viaje tan largo desde el Polo Norte?
Ooops!! El momento de la verdad había llegado. Yo me sentí entre la espada y la pared, no ví ninguna salida más que decirle que los regalos los habíamos comprado su papá y yo. No parecía tan malo, total ya tenía 10 años, estaba ya grandecita para dejar de creer en la existencia de Papa Noel, pensé.
Su reacción me sacó de cuadro. "¿QUEEEEE? PAPA NOEL NO EXISTE??!!!! O SEA TODO EL TIEMPO USTEDES TRAIAN LOS REGALOS??? POR QUE ME MINTIERON???, ¿POR QUE ME HICIERON CREER ALGO QUE NO ERA VERDAD??". Todo esto acompañado de lamentos y lágrimas, muchas lágrimas.
No sabía cómo consolarla. Nada la hacía sentir mejor, parecía haber sido un shock para ella. Apelar al argumento de que el significado de la Navidad está en el nacimiento de Jesús, y no en Papa Noel, tampoco servía de nada. Mientras tanto, la segunda de mis hijas, de entonces 8 años, estaba siendo testigo involuntaria de todo el alboroto armado por su hermana mayor, y de pronto se vio expuesta a la "verdad".
Pero su reacción fue diametralmente opuesta. Se acercó a mí, y casi susurrando me dijo: "Yo ya sospechaba que no existía". ¿Así, y por qué?, le pregunté. "Porque una vez vi unos regalos que mi papi había comprado y estaban en la maletera del carro, y esos fueron los regalos que nos trajo Papa Noel".
"Además, continuó, los regalos de Papa Noel estaban envueltos con el mismo papel de regalo de los otros regalos, y las tarjetitas que venían en los regalos tenían la letra de papi". "Ahh, así, no? ¿Y a tí no te da pena que Papa Noel no existe?", le pregunté. "No", me respondió alegremente, y totalmente cool.
Pues la verdad es que cada hijo es único, un ser irrepetible, y aunque sean criados en el mismo seno familiar, y bajo los mismos parámetros, su sentir, sus emociones, sus percepciones pueden ser muy distintas.
Yo pensé que conocer la verdad no iba a ser chocante para ninguna de mis hijas, como tampoco lo había sido para mí cuando era niña, pero me equivoqué con la mayor. Ese día de Navidad fue un día muy triste para ella y para mí por verla tan afectada. Casi se pasó todo el día echada en su cama llorosa y compungida.
"O sea que tampoco lo de la Hada de los Dientes, o lo del ratoncito es verdad?, me preguntó ese mismo día. "No, mi amor", le dije, y ella soltó un suspiro de pena, pena por todo ese mundo mágico de ilusión infantil que se le había hecho trizas de un momento a otro. Y el duelo por esa pérdida le duró algunos días.
Le pregunté hace unos días qué pensaba de todo lo que había pasado la Navidad pasada, específicamente le pregunté si hubiera preferido que nunca le hubiera hablado de Papa Noel, o que desde siempre le hubiera dicho que eran solo historias que se les cuenta a los niños. Lo pensó un momento, y me respondió que no, que no hubiera preferido eso, solo que sí hubiera querido que el saber la verdad no fuera tan abrupto.
Pero cómo que abrupto, ¿acaso no hablaba con sus amigas de si existe o no Papa Noel?, acaso con su hermana menor no habían comentado que la letra de las tarjetas que les dejaba Santa era la misma letra de su papá?. Entonces la duda siempre existió.
Creo que su reacción al saber la verdad se debió en parte al dilema que enfrentaba en esa etapa de su vida. Los 10 años son una edad de transición en las niñas, en que se perciben como grandes, y el camino hacia la adolescencia se va acortando mientras que el sendero transitado en la infancia va quedando atrás.
Entonces se le juntaron las dos cosas a mi hija, su nostalgia por estar creciendo y dejando la niñez, y el rompimiento del mito de Papa Noel. Era como si todo le estuviera diciendo "ya no existe Papa Noel, ya no eres más niña".
He pensado que debí manejar de otro modo este asunto ese día que ella me preguntó a los 9 años sí de verdad existía Papa Noel o era yo la que le compraba los regalos. Debí contestar su pregunta con otra pregunta: "Tú qué crees?". Ella me hubiera enumerado todas las evidencias que tenía hasta el momento que le hacían dudar. Yo hubiera sonreído con misterio, dejando que ella sacara sus propias conclusiones y obtuviera sola la respuesta.
Esta Navidad será la primera en que mis hijas mayores ya no creen en Papa Noel, y la verdad es que se siente diferente. Ha perdido su cuota de ilusión. Mi segunda hija quiso continuar con la tradición de escribir la carta a Papa Noel, solo que esta vez lo hizo con una pizca de ironía. En el sobre escribió: "Dirección: Polo Norte (Calle El.... nuestra dirección de casa)".
Y empezó:
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