lunes, 12 de junio de 2017

Cuatro cosas de la crianza a la antigua que deberíamos rescatar

Hace unas semanas asistí a una charla para padres de familia en el nido de mi hija menor en la que se habló de límites, pataletas, disciplina, rutinas, y una cosa que me llamó la atención fue la acotación que hizo la psicóloga a cargo de la charla: debemos de educar "más a la antigua".

Niños jugando - portriplepartida.blogspot.com

Y ¿por qué? Porque al parecer hemos pasado de un extremo al otro. De la crianza a la antigua en la que primaban el autoritarismo paterno, los castigos y hasta los golpes, hemos pasado actualmente a un exceso de permisivismo, observado por los psicólogos y pedagogos, que no está siendo positivo para la formación de los niños.

En otros tiempos, los hijos obedecíamos sin chistar con una sola mirada severa de nuestro padre. No tenían que repetirnos una orden más de dos veces, y nos ponían en vereda con la sola amenaza o el gesto de sacar la correa.

Los niños de hoy no escuchan a la primera, hay que repetirles las cosas mil veces antes que se dignen a hacerlas, son niños con poca tolerancia a la frustración, muy impacientes, muy exigentes y demandantes, y a los que se les hace todo, es decir no tienen responsabilidades que cumplir, papá o mamá se encargan o sino su nana. Y no estamos hablando de niños pequeños sino de chicos en edad escolar.

Entonces qué quiso decir la psicológa cuando dijo que había que criar un poco "más a la antigua"?

Obviamente no se refería a aplicar castigos físicos ni a amenazar con hacerlo. Creo que todos ya sabemos que éstos deben estar desterrados como forma de crianza porque daña emocionalmente, afecta la relación entre padres e hijos, y lo peor es que aquel al que se le aplicó castigo físico de niño tenderá a hacer lo mismo con sus propios hijos.

Pero sí hay algunos aspectos que se podrían rescatar de la crianza que nos dieron nuestros padres cuando fuimos niños y éstos fueron los que la psicóloga mencionó:

1. Que se coma lo que se sirve en la mesa. Actualmente cuando un niño no quiere comer lo que hay de almuerzo, muchas veces la mamá le ofrece otra cosa, u otra, y otra, hasta que coma. O en otros casos puede ofrecer un plato diferente a cada hijo, según sean sus gustos. ¿Si o no?. En mi época si nos quejábamos de la comida y sugeríamos otra cosa, nos respondían, "No estás es un hotel, se come lo que hay", y no nos quedaba otra.

2. No dar excesiva atención al niño. Un poco de indiferencia es buena, dijo la psicóloga. Actualmente a veces los padres ponemos a nuestros hijos en un pedestal, todas nuestras vidas giran alrededor de nuestros hijos. Eso hace sentir al niño que es una especie de dios, al que hay complacer todo el tiempo y que lo merece todo en el momento que lo pide. Pero esto podrá ser en su casa, dentro de su familia, pues en el mundo externo y para el resto de la gente, el niño es uno más, y es ahí cuando podrá irse de bruces y sufrir su autoestima al darse cuenta que no es "especial" como creyó todo el tiempo. La atención constante de los padres hacia sus hijos se manifiesta por ejemplo cuando organizan todos los días actividades para los chicos, salida al parque, cine, un cumpleaños infantil, talleres, clases de fútbol, etc., es decir no hay un solo día que el niño no tenga nada que hacer. Pero es bueno que los niños también tengan algunas tardes libres, y que se aburran. Bien dicen que el aburrimiento propicia la creatividad. Otros padres suelen festejar a lo grande cada cumpleaños de sus pequeños con megafiestas en las que tiran la casa por la ventana, pero todo esto no es necesario, el niño debería poder también disfrutar de celebrar su cumpleaños con un sencillo lonche en casa con un grupo pequeño de amiguitos. Este exceso de atención es lo que en inglés llaman "overparenting" y que se refiere al involucramiento excesivo de los padres en las vidas de sus hijos, de manera que siempre están encima de ellos tratando de ayudar o de controlar todo lo que viven, todo lo que les sucede y lo que experimentan.

3. Menos juegos electrónicos. Lo bueno de nuestra época es que jugábamos hasta cansarnos todo el tiempo, era juego libre, juego en la calle, con los amiguitos del barrio, juegos en los aprendíamos a socializar, a respetar reglas y turnos, a resolver diferencias y disputas. De todo eso se privan los niños de ahora que juegan todo el día con sus Ipads, tablets, smartphones, vídeojuegos. La psicóloga dijo que el uso excesivo de estos aparatos genera cuadros de ansiedad en los niños. Mientras menos dependan de esos aparatos para divertirse es mejor para ellos.

4. Enseñar valores. Esto no lo mencionó la psicóloga pero es algo que me parece importante, y veo que falta en la educación de los niños de hoy. Recuerdo que cuando era niña mis padres hacían mucho hincapié en los modales, y además usaban refranes para acentuar el aprendizaje de valores, refranes como "Haz el bien sin mirar a quien" (solidaridad), "No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy" (responsabilidad), "A quien madruga Dios le ayuda" (diligencia), etc. Sin embargo, todo eso quedó en desuso lamentablemente, y digo que es lamentable, porque más bien veo todo lo contrario, niños con falta de empatía, sin idea de lo que es responsabilidad, y que no tienen modales básicos. Por ejemplo siempre que llevo a mi hija de cuarto grado al colegio con otros niños que viven cerca de casa, los saludo y me despido de ellos, pero de cinco, solo uno me responde. Y ni qué decir que den las gracias, eso no pasa nunca.

Hace un tiempo atrás leí los libros de la serie Little House escritos por la escritora Laura Ingalls Wilder, en los que se basó la serie de televisión "La Familia Ingalls", y hubo una cosa que me llamó la atención. La autora, que narraba su niñez a finales de los años 1800, dijo que uno de los principales dichos de la época era "Los niños se ven, no se oyen", y así era cómo enseñaban los padres a sus hijos que debían estar quietos y callados durante las comidas especialmente cuando se tenían invitados.

¿Alguien puede imaginar a su hijo cenando tranquilo y sin moverse de su sitio hasta terminar? Yo hasta ahora sigo tratando de enseñar a mis dos hijas menores, la de 9 y 3, a no moverse constantemente de la mesa cuando están comiendo, o no ponerse a cantar, o no empezar a jugar.

Esto solo fue un ejemplo de cómo los tiempos y la manera de educar cambian. Ni la rigidez en la educación ni la permisividad son buenas. Como madres y padres debemos buscar un equilibrio. Mientras en tiempos pasados, había indiferencia hacia los niños, hoy hemos pasado a un exceso de contemplación, lo importante es encontrar un punto medio, el balance.


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