miércoles, 31 de agosto de 2016

Crónica de la hospitalización de una menor de 3 (Parte I)

Todo empezó con una simple tos con mocos y alguna calentura ocasional. En la vida iba yo a imaginar que mi pequeña de 2 años 11 meses terminaría internada en la clínica por tres días.

Vía en mano de niña pequeña. Portriplepartida.blogspot.com

Mi gorda llevaba tosiendo más de una semana, y la habíamos tratado con un jarabe. Aún así, seguía tosiendo, pero yo realmente creí que la tos estaba de salida. Tres días antes había empezado también con mocos, justo después que regresó al nido luego de unos días sin asistir. Lo típico, pensé yo. En el nido los niños suelen contagiarse de todo.

El viernes en la tarde, que yo no estaba en casa, mi hijita despertó después de su siesta llorando inconsolablemente y quejándose de dolor de barriga y de garganta, y además tenía fiebre. Su nana me llamó para avisarme y yo le pedí que le diera Doloral para bajarle la temperatura.

Cuando llegué a la casa encontré a mi hija viendo televisión con su nana, estaba ya normal, sin fiebre, pero una hora después empezó a llorar de nuevo y quejándose de malestar. Un rato después la temperatura empezó a subirle otra vez. Al tomarle la temperatura debajo de la axila, marcaba 39,5. Eso era en realidad 40!

Decidí llevarla de inmediato a emergencia, pero antes de salir de la casa, su nana le frotó vinagre en el cuerpo y cara, porque dijo que el vinagre, el que usamos en la cocina, era buenísimo para bajar la fiebre y que antes lo había probado y que en verdad era efectivo.

Cuando llegamos a emergencia, le tomaron la temperatura y la tenía en 38,7. Wow, pensé en verdad era efectivo el vinagre, y hasta me sentí un poco tonta ante el médico por haberla llevado a emergencia por una fiebre de 38.

El doctor ordenó que le dieran Panadol y un baño. Mi hija lloraba, estaba cansada pues eran como 8:30 de la noche justo su hora de ir a la cama. El baño tenía que durar 20 minutos. Cuando terminaron y le tomaron la temperatura de nuevo, tenía 38 justos de fiebre.

Acostada en la camilla, mi hijita se durmió. El médico la observaba, la auscultaba, escuchaba sus latidos y respiración. Algo no estaba bien para él, y era su respiración acelerada, más rápida de lo normal para su edad. Me dijo que el dolor de barriga del que ella se quejaba podía ser un dolor reflejo que en realidad provendría del pulmón. Por eso ordenó que le sacaran una radiografía del tórax.

En la radiografía salió lo que él sospechaba, tenía sus pulmones comprometidos. En vez de verse los pulmones oscuros, lucían blanquecinos, señal de una aparente neumonía. Y además, uno de sus pulmones tenía una parte colapsada. Cuando me lo dijo me asusté. Me explicó que presentaba una atelectasia, es decir que los bronquios estaban pegoteados con moco y no pasaba aire por ahí.

El doctor me dijo que debía ser internada. ¿Qué?!! No me lo podía creer. Nunca me había pasado que tuviera que internar a alguna de mis hijas. ¿Realmente era necesario? ¿No estaban exagerando? ¿Tomando antibióticos y reposando en casa no sería suficiente? Muchas preguntas me pasaban por la mente.

El médico de turno en emergencia llamó al pediatra de la clínica para examinar juntos el caso y para que auscultara a mi hija. Y el pediatra también opinó igual, que debía ser internada, pero además ordenó que le sacaran exámenes de sangre y que le pusieran una vía en la mano, porque todo indicaba que se trataba de una neumonía.

La cosa se ponía seria. Dios! pobre mi gordita, pensé, por lo que va a tener que pasar! (Continuará)




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