La pubertad, esa etapa en que los chicos dejan poco a poco
de ser niños y empiezan a transitar hacia la adolescencia, no debe ser una
etapa que esperen con ansias las madres. ¿Qué mamá no quisiera tener siempre a
sus hijos pequeñitos, dependientes de ella, que la sigan mirando con admiración
y sigan reclamándole sus brazos amorosos?.
Pero como el tiempo no perdona, la infancia es corta y tiene
plazo de vencimiento. Por eso el consejo de las mamás que tienen hijos ya jóvenes
sigue tan vigente como siempre: “¡Disfrútalos al máximo porque crecen demasiado
rápido!”, “Apapáchatelos lo más que puedas porque después ya no te dejarán
hacerlo”.
De un tiempo a esta parte, he notado que mi hija de 11 años
se “desconecta”. Parece ensimismada, o más interesada en el libro que está
leyendo que en conversar conmigo. Hasta me parece que su mirada ha cambiado! ¿O
Estoy alucinando? No es siempre, pero hay algunos momentos en que se convierte
en una púber total.
¿Dónde va quedando la niña a la que se le iluminaba la
carita, y venía corriendo feliz hacia mí cuando iba a recogerla a la salida del
cole? Ahora me mira sin ninguna emoción, y ya no corre hacia mí, termina de
hablar con sus amigas, y camina tranquilamente hasta donde yo estoy.
¿Dónde está la niñita curiosa y preguntona que me pedía
insistentemente que le cuente algo de mi infancia, alguna anécdota de mi niñez
o de mi vida, o alguna noticia del día, o algo interesante que estuviera
circulando en la red? Hace un tiempo que ya no me lo pide, ahora prefiere
sumergirse en la lectura de su libro favorito, que es por hoy “Los Juegos del
Hambre”.
Hace unas semanas escribía sobre la nostalgia que sentía
porque mi hijita, la última, estaba dejando de ser bebé. Ver: La bebé que se va Y ahora me doy
cuenta que también tengo que lidiar con la pena de observar que mi hijita mayor
está dejando de ser niña.
Pero si el crecimiento de la pequeñita me da nostalgia, el crecimiento de la mayor me da temor. ¿A qué le temo? Sobretodo a que mi relación con ella cambie, a perder la conexión con mi hija, ésa que hemos gozado en estos 11 años, a pasar de ser la mamá a la que ella busca y necesita, a ser la "vieja loca" que quiere entrometerse todo el tiempo en su vida.
¿Cómo será su adolescencia? Es algo a lo que le doy vueltas desde hace un tiempo. Ver: Los años de transición a la adolescencia. Grandes cambios se avecinan en los próximos dos años de su vida. Me alcanzará en estatura
o me superará, empezará a alocarse por ir a reuniones mixtas con chicos, va a vivir pegada a su celular, y sus amigas van a ser más importantes que su papá y yo. Doloroso, ¿verdad?
Pero, la pubertad no despierta en todas
las niñas las mismas emociones. Algunas niñas esperan con ansias crecer,
hacerse mayores, más independientes, y otras no. Otras pueden sentir nostalgia
por la infancia que se va perdiendo, y otras pueden sentir hasta angustia de
crecer, de que sus padres no las vean igual que antes, que las engrían menos que cuando eran pequeñas.
Recuerdo que cuando yo tenía 10 años, me encantaba mi edad,
y le decía a mi mejor amiga de entonces que quería quedarme con 10 años y no
crecer más. Pero ella me decía “Ah no, yo sí quisiera ser grande para tener
enamorado”. Y es así, alrededor de la pubertad, se empiezan a notar las
diferencias de desarrollo entre las niñas. Algunas quieren crecer más rápido, y otras no tienen ninguna prisa.
Si tienes una hija púber, habrás notado que ha empezado a
crecer mucho, la ves más alta y piernilarga, y de seguro estará desarrollando
los llamados caracteres sexuales secundarios, crecimiento de las mamas,
aparición del vello púbico y del olor corporal. Otras niñas ya habrán tenido su primera menstruación. Todo ello supone el inicio de una revolución hormonal que impacta en la mente y estado de ánimo de las niñas púberes.
Y la verdad es que nunca estarás preparada para la pubertad de tu hija, porque llega de golpe y sin avisar. Es más, tu sigues viendo a tu princesa como una niñita, pero si prestas atención, notarás ciertos sutiles cambios en su comportamiento que te anuncian que empieza a dejar la infancia.
Aquí va una lista de algunos de los cambios emocionales que podrás estar notando en tu hija púber:
1. Está más consciente de su físico. De un tiempo a
esta parte, has notado que se mira mucho en el espejo, que se observa, que se
toma más tiempo peinándose o preparándose para ir al colegio. Además empieza a
ver sus “defectos” físicos, sus ojos muy juntos o muy separados, las orejas muy
grandes o muy a lo “Dumbo”, los dientes chuecos o muy salidos, etc, etc, etc.
2. Cambios de humor. Unos días está rebosante de
alegría, de ganas de reír fuerte y a carcajadas, con la “chispa” para hacer
comentarios graciosos y divertidos, y otros días está malhumorada, fastidiada o
tristona y la escucharás decir cosas como: “¡Nadie me quiere!”, “¡Nadie me
entiende!”, “¡Todo me sale mal!”, “¡Este es el día más horrible de mi vida!”.
3. De pronto su velocidad para hacer las cosas
sufre un proceso de desaceleramiento, que va proporcionalmente a la inversa de
tu necesidad de que actúe con rapidez. Si ya es tarde para algo y la urges con
un “¡apúrate!”, ella hace todo con absoluta calma, y hasta diría yo en
cááámaaaaraaa leeeeeentaaaaaaaa.
4. Está más impaciente. Se exaspera rápido con sus
hermanos, o contigo. “Ay mamaaaá!!” Hasta empieza a "regañarte".
5. Habla menos que antes contigo. Si le gusta leer, llevará
el libro a todas partes, a la mesa del desayuno, al auto, a la sala de espera
de la clínica, y se zambullirá en su lectura en vez de preguntarte algo o
iniciar una conversación contigo como solía hacer cuando era más pequeña. O
sino estará entretenida y concentrada en su nuevo Smartphone si es que ya le
has comprado uno.
6. Surge la necesidad en ella de contradecirte, de
pensar diferente a lo que tú piensas. Es normal, la hija adolescente tiene que
retar la imagen de la madre para formar su propia identidad, pero sí que duele.
Ouch!!.
7. Despierta
un renovado interés por su papá, por pasar tiempo con él, por conversar con él,
por compartir cosas papá-hija.
8. Empieza
a mirar con interés a los chicos. Cuando tenían entre 7 y 9 años, los niños y
las niñas eran como el agua y el aceite, no se juntaban para nada, pero ahora
es cuando empiezan a interactuar de nuevo.
9. A veces pasa por crisis de inseguridad. Si se sentía orgullosa de algún
talento o habilidad que tenía, de pronto empieza a cuestionarse si en verdad es
buena en tal o cual actividad.
10. No
importa lo grande que esté, o lo muy jovencita que ya se vea, sigue siendo una
niña con las mismas necesidades emocionales de una niña. Sigue prestándole la misma atención y brindándole el mismo cariño de siempre, lo necesita más que nunca! Así que
abrázala, bésala, engríela, ¡sigue siendo tu bebé!
Acá les dejo un vídeo interesante relacionado a la pubertad de las niñas.
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