jueves, 27 de julio de 2017

Ocho cosas no tan "divertidas" de viajar con los niños

Hace una semana nos fuimos de viaje de vacaciones a Cusco para visitar la famosa Machu Picchu, y como las niñas nunca habían estado allí, tenían muchas expectativas por conocer la imponente ciudadela inca. Todo transcurrió sin mayores inconvenientes con nuestras hijas de 12, 10 y 3 años, pero tras cinco días de viaje, mi esposo y yo terminamos totalmente agotados.

familia de vacaciones - portriplepartida.blogspot.com

Sería por la altura -3.400 metros sobre el nivel del mar- o por el intenso trajín, avión, tren, autobús, taxi, caminatas de horas por los sitios arqueológicos, o por tener que movernos con tres niñas, lo cual incrementa la logística de cualquier familia, el caso es que al quinto día, mi esposo y yo ya necesitábamos regresar a Lima.

Sin contar con que mi esposo confundió fechas, y perdimos nuestro tren a Machu Picchu Pueblo! Un momento de pánico, que afortunadamente tuvo solución por la amable intervención de un agente de InkaRail, que nos ubicó en el tren del día siguiente, sin cobrarnos la penalidad por cambio de fecha, que estipula la empresa.

Siempre durante los viajes con niños, hay momentos algo complicados, que se convierten finalmente en anecdóticos, pero que en el momento mismo no te resultan "divertidos". Acá les cuento los que viví en este viaje de vacaciones.

1. La altura y los viajes largos en auto marean. Cuando yo era niña, recuerdo el horrible malestar de estar con náuseas y mareos cada vez que viajaba a la sierra, tanto así que el primer día yo estaba completamente anulada para cualquier cosa, por eso madre prevenida vale por dos, llamé al pediatra de mis hijas para preguntarle qué les podía dar para que la altura no les afecte y nos arruine el viaje. El me recetó Gravol para las dos mayores, pero para la pequeña de 3, me dijo que no era necesario porque la altura no les afecta a los más pequeñitos. Así que cumplí al pie de la letra la recomendación del médico y para fortuna nuestra, mis 3 hijas estuvieron bastante bien. Al día siguiente de nuestra llegada, ya todos estábamos un poco más aclimatados y con mucha energía, y tomamos un taxi para ir a Ollantaytambo. A medio camino, quisimos parar para almorzar en la localidad de Urubamba, y mientras buscábamos el restaurante, mi hija pequeña, la que no había consumido Gravol, y que muy pocas veces en su corta vida, ha vomitado, sin mayores preámbulos ni aviso previo, arrojó su contenido estomacal en el auto, y se embarró toda la ropa. El taxista paró y me dio unos pañales de tela humedecidos (se notaba que ya tenía experiencia en casos de vómito de infantes y estaba bien preparado, además todo el piso de su carro no era de alfombra sino de un material plástico fácilmente lavable). Mis hijas mayores y mi esposo salieron del carro huyendo del mal olor, y me dejaron a mí con la enana, a la que tuve que limpiar con pañitos húmedos y cambiarle de ropa. Luego la mandé afuera con sus hermanas, y me puse a limpiar el vómito, una tarea horrible, porque por momentos creí que yo también iba a vomitar y es que luchaba contra las arcadas que me producía el olor y la visión del vómito!!

2. Cuando te olvidas de uno de tus hijos. La noche que pasamos en la localidad de Aguas Calientes, luego de haber hecho nuestro recorrido de cuatro horas por la ciudadela de Machu Picchu, salimos a las calles a buscar un restaurante para cenar. Ibamos mi esposo, mis tres hijas, mis padres, y yo. Estábamos súper cansados así que no quisimos demorar mucho en la elección de un lugar para comer, así que aceptamos la sugerencia de una señorita anfitriona que le hacía promoción a un restaurante. Pero luego de sentarnos en la mesa y ver el menú, nos entraron dudas de si era la mejor opción, además no había otros comensales en el sitio (señal de que no era bueno?), así que nos arrepentimos, pedimos las disculpas del caso, y salimos del local. Ya en la calle, empezamos a preguntarnos y adónde vamos ahora? Cuando en eso, pregunto "y la peque?" pensando en quién la tendría agarrada de la mano, pero nadie la tenía. "¿Dónde está la peque?!!" Corrimos adentro del restaurante, y allí estaba ella aún seriecita sentada en la mesa. Estaría tan cansada la pobre, que ni se le ocurrió levantarse cuando vio que todos nos fuimos, y nadie atinó a agarrarla para salir. Creo que teníamos la cabeza en otra parte por el cansancio. Es el típico caso que se da cuando tu marido asume que tú tienes al niño, y tú a la vez asumes que él lo tiene.

3. Peleas de tus hijos por tí. Cuando mis hijas eran pequeñas, siempre había conflictos entre ellas por tener la opción de sentarse a mi lado en el avión, o en el autobús, o en el tren. Si a la ida la menor se había sentado conmigo y la mayor se había sentado con su papá, en el viaje de vuelta, la mayor exigía hacer el cambio para ella poder sentarse conmigo. Ahora que son mayores, ya no hay problemas porque adoran sentarse juntas ellas solas. Pero aún pueden darse algunos pequeños conflictos por mamá. En este viaje, por ejemplo, como caminar los 5 en paralelo por las calles es imposible, la mayoría de las veces mi hija mayor iba con su papá, y yo con las dos menores. Pero a veces esto cambiaba y yo iba con la mayor y la peque, mientras que la mediana iba con su papá. Un día escuché esta conversación entre las dos mayores mientras caminábamos por la calle: "Hey!, yo estaba aquí con mami!", "No, yo estaba con ella y tú te metiste", "No, tú me empujaste para ponerte con ella!".

4. Peleas por las camas en el cuarto del hotel. Esto siempre sucede, ya sea porque quieren estar en la cama cerca de la ventana o en la que parece más cómoda o más grande. Una noche de este viaje, tuve un caso difícil de resolver. Acomodamos a mis tres hijas en una habitación, pero como la peque puede caerse de la cama en la noche, junté la cama de mi hija mediana a la de la peque, para que no hubiera este peligro. Esto hacía que la cama donde dormía la mayor, que era una cama de dos plazas, quedara muy alejada de la de sus hermanas, y esto no le gustaba. Pidió a su hermana mediana que se cambie y que duerma con ella. Pero la peque quería, exigía, que la mediana esté cerca de ella. Yo le dije a la mediana "espera que la peque se duerma, y te cambias de cama", así quedamos que lo hiciera. Pero al rato la mayor va a buscarme a quejarse de que la mediana ya no quería cambiarse de cama, porque estaba cansada y solo quería dormir, y no quería tener que esperar que la peque se durmiera para después tener que levantarse y cambiar de cama. La mayor insistía "yo no quiero dormir sola!" (tiene miedo a la oscuridad) ¿Qué hacer? Tuve una idea, que la mediana durmiera en la cama grande que estaba alejada, y que la mayor durmiera en la cama pegada a la de su hermana menor. Ellas estuvieron de acuerdo, y yo pensé "asunto solucionado", cantando victoria en mi mente. Pero entonces, cuando mis hijas cambiaron de camas, la peque empezó a llorar "Nooooo, yo no quiero dormir con A! yo quiero dormir con M!! Buaaaaa". No había forma de tenerlas contentas!, yo quería jalarme los pelos de la frustración!!. Quise gritar: SE ACABO!! SE DUERMEN COMO ESTAN Y PUNTO!!!!!! Pero, respiré hondo, y con voz firme (de no negociar) le dije a la peque: "Dormir al lado de A, es lo mismo que dormir al lado de M, tú tienes tu propia cama". Y felizmente para mí -que estaba muerta de cansancio y solo quería irme a dormir- ella aceptó el nuevo orden y se quedó tranquila. ¿Entendieron todo?

5. Buscar un baño. Cuando tienes a una infante a la que tienes que ayudar a ir al baño, y asegurarte de que no vaya a tener accidentes en medio del viaje, cada vez que dice "¡pila!" te pones frenética en la búsqueda de un baño. Por eso cuando tocó el momento de subir a Machu Picchu, entramos todos a los servicios higiénicos, y animé a la peque a hacer la pila, porque el recorrido de la ciudadela dura horas, y no había forma que interrumpiera la visita para bajar por tener que llevarla al baño. Ella dijo "no tengo ganas", yo le insistí, y expliqué que tenía que hacer pila sí o sí en ese MISMO INSTANTE, y para mi buena suerte, se dejó convencer y lo hizo sin pataleta de por medio.

6. Los benditos berrinches. Cuando vas de viaje con un niño de 12 meses en adelante, prepárate para enfrentar los más inoportunos berrinches. Cuando mi hija mayor tenía un año y cinco meses, recuerdo el berrinche que me hizo en la cúspide de la pirámide de Tenochtitlán durante un viaje en México. Tuve que bajar con ella toda la pirámide soportando sus berridos. Hace dos años, cuando la peque tenía 2, me hizo un berrinche en pleno despegue del avión, porque no quería quedarse quieta en el asiento con el cinturón de seguridad puesto. Gritó y pataleó todo el proceso de despegue, y yo sentía pena por los pasajeros que estaban alrededor nuestro. Felizmente desde que cumplió 3, se volvió una buena viajera de avión, pues ya no hace berrinches, y se queda tranquila con el cinturón de seguridad bien abrochado, al menos durante el despegue y aterrizaje. Pero lo cierto es que aún hace berrinches en casa, y yo temía que durante el viaje se pusiera difícil. Pero un día, apenas iniciado el viaje, ví la oportunidad de influenciarla para que no me hiciera una pataleta. Resulta que ví a una pobre madre lidiando con su hijo de unos 3 años, también llorando y berreando, entonces me acerqué al oido de mi gorda, y le susurré: ¿Ves qué feo se ve cuando un niño hace berrinche?" Mi peque estaba con los ojazos bien abiertos observando la escena, y me respondió seria: "Si". Quiero creer que eso funcionó para que pensara bien antes de hacer pataletas, lo cierto es que no hizo ninguna durante el viaje! Pero tampoco piensen que fue un angelito todo el tiempo, sí tuvo sus momentos de lloriqueos, o de terquedad, por ejemplo en el peor momento, cuando no quiso posar para la foto familiar con el fondo de Machu Picchu!! De nada valieron mis ruegos, ni ponerme firme. Simplemente no quiso, y salió en la toma con la cara larga y mirando el suelo. Quería MATARLA!! (figurativamente hablando, claro)

7. Arrear a los hijos para que se apuren. Salir del cuarto del hotel en las mañanas para ir a tomar desayuno, suele ser en nuestro caso el momento de mayor estrés del día. Mi esposo que es eléctrico siempre está listo antes, y para mis hijas no hay mayor placer durante los viajes que ver televisión en la cama, y toma una eternidad hacer que se alisten para salir del cuarto. Pero por lo menos como ya son grandes, no tengo que bañarlas, ni vestirlas ni peinarlas como sí tengo que hacer con la peque. Entonces por este motivo, resulta que siempre la última en estar lista soy yo, y casi siempre todos se adelantan y se van a desayunar sin mí.

8. Las comidas. Mis hijas no son de comer mucho, y casi siempre quedan satisfechas compartiendo un plato entre dos, cuando no hay menú de niños en la carta. El problema viene cuando no quieren comer lo mismo. Algunas veces para evitar el drama, pedimos platos individuales para ellas pero da pena después ver que no llegan ni a acabar la mitad de su plato. O sea un desperdicio de comida y de dinero.

Si en algo estuvimos plenamente de acuerdo mi esposo y yo, es que viajar con toda la tribu familiar es lindo, pero dos o tres o cuatro veces más desgastante que hacerlo en pareja, proporcionalmente al número de hijos que tengas. Pero qué bien que terminamos pasándolo!.


Sígueme en Facebook: @mamaportriplepartida
En Twitter: @por_triple
En Instagram: mama_por_triple_partida

No hay comentarios.:

Publicar un comentario